Estrenos online: crítica de «Mulan», de Niki Caro (Disney+)

Estrenos online: crítica de «Mulan», de Niki Caro (Disney+)

Esta remake del film de animación de Disney de 1998 actualiza algunas ideas y cambia ciertos personajes para crear una saga de acción y artes marciales prolija y con momentos efectivos pero sin demasiada vida.

Vi MULAN en su momento –allá por 1998– y debo confesar que mi recuerdo es nulo. Más allá de un dragón acompañante, con la voz de Eddie Murphy, que tenía la chica a su lado, es muy poco lo que me quedó grabado de la película. Es por eso que me acerco a la remake sin ninguna necesidad de que la película esté a la altura de nada. De hecho, mi cultura cinematográfica tiene más referencias del cine asiático conocido como wuxia, sagas épicas de artes marciales como las que intenta homenajear esta película, y es a partir de ahí que me resulta más natural encararla. Y en ese sentido se puede decir que MULAN 2020 es algo así como una prolija y lujosa imitación de ese tipo de cine, con sus momentos tediosos peleando mano a mano con otros, más efectivos, dedicados a la acción.

Es una curiosa mezcla y un enorme desafío el de hacer una película con los motivos y modelos del Disney clásico sumados a los del wu xia tradicional. Si a eso se le suman cuestiones de corrección política al uso, la dificultad es triple. MULAN, la película, tiene muchos «jefes» a los que responder. Y lo que uno ve parece haber sido diseñado por un comité que trató de encontrarle la vuelta al problema. ¿Salieron bien parados? Bueno, si uno pone 200 millones de dólares, a algunas de las estrellas más grandes del cine chino, contrata a los especialistas más renombrados de cada especialidad y se cuida de no herir sensibilidades varias (raciales, étnicas, sexuales, etc) lo más probable es que lo que salga de ahí sea un producto que luzca bien y que más o menos funcione, pero con el corazón escondido abajo de veinte capas de maquillaje, drones y diseño de producción.

El problema principal que empequeñece a MULAN la excede a la película en sí. Una producción enorme llena de paisajes fotografiados al mejor estilo épico ahora debe verse en formatos hogareños que no le hacen justicia a los millones puestos en la tarea de volverla «impactante». No hay duda que toda la «chapa y pintura» de la película luciría mejor en un cine y, quizás, nos podría distraer de otros problemas que tiene. Así que vamos a darle un punto a favor por eso. La película luce bien y en cine seguramente luciría mejor.

Ahora bien. La historia (especialmente en lo que respecta a las modificaciones a la leyenda original y al film anterior) parece haber sido escrita por un algoritmo al que se le incorporaron los datos claves a no dejar de lado: joven mujer poderosa y heroica –pero a la vez respetuosa de las tradiciones– sale a luchar para defender al Emperador ante los ataques externos pese a que las mujeres no están habilitadas para hacerlo, probando en el campo de batalla que no solo merece estar ahí sino que es mejor que colegas y rivales.

La película tiene que parecer desafiante y moderna respecto de ciertas tradiciones pero no tiene que serlo tanto (su mercado principal es China, no olvidemos); la protagonista no debe definirse como objeto de deseo o en función de la mirada de un objeto de deseo masculino (no corresponde a estos tiempos) y, de ser posible, tiene que haber otro personaje femenino fuerte con el que nuestra protagonista deba cotejar experiencias y posibles caminos. Es decir: imponerle un punto de vista occidental siglo XXI a una leyenda tradicional china de tiempos inmemoriales. ¿Qué puede salir mal?

Para evitar esos potenciales conflictos la directora neocelandesa Niki Caro (WHALE RIDER) se armó de un elenco fundamentalmente chino aunque los hizo hablar en un recitado inglés (que es una de las cuestiones que, raramente, todavía no fueron sancionadas por la corrección política) a lo largo del film. Liu Yifei encarna a Hua Mulan, la adolescente que va a la guerra contra los hunos disfrazada de hombre para evitar que su anciano y enfermo padre tenga que combatir. El célebre Donnie Yen encarna al jefe del pelotón en el que ella entrena y con quienes combatirá para defender al Emperador que encarna nada menos que Jet Li. Mientras que el ejercito invasor (con un look bastante similar a los «dothraki» de GAMES OF THRONES, serie que también es una inspiración visual de muchas escenas de combate) lo lidera Jason Scott Lee como un brutal general rebelde y su brazo armado consiste fundamentalmente en la misteriosa Xian Lang (Gong Li, otro ícono), una mujer que tiene los mismos poderes que Mulan.

¿A qué me refiero con poderes? En la mitología a la STAR WARS de esta versión de la película, tanto Mulan como Xian tienen acceso al «chi» que solo los grandes guerreros poseen, lo que les permite tener «capacidades diferentes» a la hora de combatir. Como sabemos todos los que vimos la saga de George Lucas, ese tipo de «poder» puede ser usado positiva o negativamente por lo cual, en paralelo a las épicas batallas entre los ejércitos y al potencial suspenso que genera la posibilidad de que Mulan sea descubierta, existe esta otra confrontación entre las dos mujeres respecto a cómo utilizar ese poder al que han sabido acceder.

La película nunca profundiza demasiado en estas cuestiones y se contenta en dividirse en dos partes: una ligada a la presentación de los personajes y el entrenamiento de Mulan y otra, centrada en los combates y enfrentamientos filmadas al mejor estilo EL TIGRE Y EL DRAGON, con la lógica espacial del wuxia pero con todos los recursos digitales del cine contemporáneo. Esto es: menos cables y dobles, más animación y efectos. Y si bien el género se presta muy bien para este tipo de ingredientes digitales (la gravedad nunca fue una de sus preocupaciones), por momentos uno extraña la fisicalidad y la potencia analógica de los clásicos épicos del cine asiático de los años ’60 y ’70.

No es una mala película MULAN ni mucho menos. Es una película «promedio», regular, funcional, a veces hasta efectiva. No toma riesgos y no pifia (como suele pasarle a Tim Burton cada vez que intenta hacer una remake de los films animados de la compañía) por lo que se ajusta cómodamente al formato ya patentado a partir de otras similares conversiones a live action de los amados clásicos de Disney, como EL REY LON, EL LIBRO DE LA JUNGLA, CENICIENTA y algunos más. Competentes pero innecesarias, lustrosas pero vacías, efectivas pero intrascendentes. La prolijidad tiene esas limitaciones. Y las remakes también.