Festival de Toronto: crítica de «Fauna», de Nicolás Pereda
La nueva película del director mexicano de «Minotauro» se centra en una pareja, ambos actores de profesión, que va a visitar a los padres de ella. El film, que tiene una estructura que se desdobla para contar luego otra historia, opta por un tono más cómico y liviano que otros del realizador.
Casi todas las películas de Nicolás Pereda tienen un costado lúdico, una bifurcación, una manera de desdoblar la realidad que genera efectos que podríamos definir como metalingüísticos. No actores haciendo personajes que luego vuelven a ser ellos mismos. O viceversa. En buena parte de su casi decena de películas el realizador mexicano de PERPETUUM MOBILE ha utilizado –en la mayoría de los casos con la colaboración delante de las cámaras del actor Gabino Rodríguez– este tipo de recursos, pero en FAUNA acaso sea la primera en la que ese sistema logre funcionar a modo de comedia.
Claro que no estamos ante una comedia convencional, pero al menos la primera de las dos partes de la película Pereda utiliza ese registro de falso documental con efectos muy graciosos. El film arranca contando el viaje de Luisa (Luisa Pardo) y Paco (Francisco Barreiro) –novios y actores en la ficción– a la casa de la familia de ella, que vive en un pueblo alejado de todo en el norte de México. También es la partida Gabino (Lázaro Gabino Rodríguez, tal como se lo conoce ahora), hermano de Luisa, que conoce a Paco ahí mismo en el viaje. Si bien Luisa es también actriz, a su familia le fascina Paco porque, bueno, actúa en NARCOS: MEXICO, algo que todos conocen.
Las incómodas presentaciones y una extraña situación que Paco vive a la hora de comprar cigarrillos dan paso a una de las dos escenas «de actuación» que son centrales en esa primera parte. El padre de Luisa y Gabino le piden a Paco en un bar que interprete una escena de la serie de Netflix y el muchacho les dice que no puede porque no tiene diálogos. Lo que sigue a eso –una larga situación que parece estar filmada en una sola toma– resulta muy divertido pero también enmarca buena parte de lo que vendrá después, ya que de algún modo lo que allí Paco interpreta, robándole un discurso al personaje de Diego Luna, es una versión glamorosa y mediática de lo que es ser un narcotraficante.
La segunda escena importante en esa primera parte del film va por el lado de la madre y la hija e involucra también a la actuación, partiendo en este caso del pedido de Luisa a su mamá de que le tome la letra que está ensayando. Lo que sucede ahí será también sorprendente –tiene acaso que ver con la misma lógica de lo que es «real» y lo que es «performático»– y si bien es igualmente lúdico y juguetón el tono de FAUNA ahí empezará a volverse un tanto más grave y serio.
Esa densidad mayor es la que se vibra en la segunda mitad del film, que forma parte de una ficción que Gabino, a partir de un libro que está leyendo, le cuenta a su hermana y que, resumiendo, involucra una confusión en un hotel (digna de película de Martin Rejtman o Fernando Eimbcke) que de a poco empieza a volverse más oscura y preocupante con lo que parece ser la llegada de jefes narcos un tanto más «realistas» y verdaderos que los que se ven en NARCOS y una trama policial con investigadores y un nuevo desdoblamiento de personas/actores. Los mismos intérpretes de la primera parte, más otros nuevos, son los protagonistas de esta parte del film.
Ese desdoblamiento, que hace de la parte supuestamente más documental la más ficcional (y viceversa), es central a FAUNA, una película breve y concisa en la que cierto imaginario violento del «narco» es jugado de diferentes maneras por los actores/personajes de la ficción. El propio director contó en una entrevista haberse inspirado, en parte, en la excelente novela breve de Mario Levrero llamada también «Fauna» en la que un solitario detective privado, a pedido de una mujer así llamada, investiga la vida de su hermana, llamada Flora. Y si bien no lo es, en algún punto ese libro que lee Gabino y que se representa en la segunda parte de la película bien podría ser el de Levrero, modificando el gris montevideano y sus personajes ligados a la parapsicología con el desierto mexicano gobernado por el narco. La ficción tiene sus extrañas maneras de violentar la realidad. ¿O era al revés?