Festivales: crítica de «Mainstream», de Gia Coppola (Venecia)

Festivales: crítica de «Mainstream», de Gia Coppola (Venecia)

La segunda película de la directora de «Palo Alto» es una banal comedia de denuncia sobre los problemas relacionados con las redes sociales, la fama de YouTubers, influencers y otras complicaciones de la vida virtual contemporánea. Con Andrew Garfield, Maya Hawke y Jason Schwartzman.

Una sátira sobre los medios de comunicación, las redes sociales, la fama virtual y varios otros crímenes contemporáneos, MAINSTREAM intenta ser una suerte de retrato de los problemas con los que los jóvenes se enfrentan en el mundo actual, pero no es mucho más que una poco inspirada comedia adolescente con solo algunos momentos genuinamente efectivos. Mucho ruido y pocas nueces, puro concepto general y casi nada de desarrollo específico, la película de la nieta de Francis Ford Coppola –y sobrina de Sofía– es un muy poco sutil reclamo generacional contra algo así como «el estado de las cosas».

Si los conceptos expresados son «grandes» es porque la película parece estar escrita y pensada en mayúsculas: actuaciones enormes, eventos fuertes, temas importantes. Raramente MAINSTREAM se sale de un formato que podríamos denominar cine de denuncia, entendiendo «denuncia» como los problemas y frustraciones que genera un mundo dominado por likes de Instagram y otros dramas contemporáneos. «White people’s problems», como dirían por ahí.

La protagonista del film es Frankie (Maya Hawke, otra hija de «realeza» hollywoodense) está trabajando en un bar de Hollywood cuando conoce a un bizarro personaje que circula por las calles, viviendo de lo que surja y con una filosofía de vida, digamos, «libertaria» que la fascina. Con su amigo Jake (Nat Wolff), Frankie decide grabar las actividades y comentarios que hace el tal Link (interpretado con inusitada desmesura por Andrew Garfield) y, viralización mediante, el tipo se convierte en una estrella de las redes sociales, con millones de personas viendo sus videos en YouTube, repitiendo sus dichos y celebrando sus ideas. Link, claro, ni se entera porque es un mundo que no le importa nada. De hecho, su prédica viral consiste exactamente en eso, en abandonar el sistema.

Pero –siempre hay un pero– con el éxito llegan las contradicciones y nuevos problemas. Link se hace famoso, cambia de nombre, aparece dinero en su vida, un empresario que sabe manejarlo (Jason Schwartzman), publicistas, agentes de marketing y pronto el equipo que integra con Frankie y Jake es buscado para cosas mayores en Hollywood. Es el momento en el que Link tiene todo a su merced para dejar de ser un fenómeno viral y generacional para llegar al «mainstream» en cuestión: la verdadera masividad, una muy superior a la del resto de sus colegas. ¿Qué sucederá una vez que este grupito «indie» liderado por una suerte de profeta rebelde tenga que lidiar con fuerzas más importantes? ¿Apostará a más o cederá a las presiones?

MAINSTREAM podría tranquilamente trazar los problemas de muchos youtubers o influencers que, una vez alcanzado cierto estrellato, se dan cuenta que las presiones son otras y que quizás no estén psicológicamente preparados para enfrentarlas. También deja en evidencia que lo que para unos es irreverente para otros puede ser ofensivo, que la búsqueda de ratings genera monstruos de todo tipo (la fama puede ser virtual pero las consecuencias de los actos son reales) y que todo lo que sube rápidamente, bueno, ya saben lo que suele pasar.

Los temas, sin duda, se ajustan a cuestiones problemáticas de las formas de comunicación actual (o, al menos, a lo que se hablaba antes de la pandemia), pero los modos cinematográficos de Coppola no son mucho más elegantes que las del mundo que retrata. Esto, que puede parecer una elección ajustada (hacer una película trash y gritona sobre un mundo trash y gritón) termina resultando bastante básico, ya que MAINSTREAM parece funcionar con el mismo nivel de discurso simplón que tiene su protagonista.

No hay duda que es algo buscado por la realizadora de PALO ALTO. Uno puede ver aquí el intento de acercarse a ese lado de humor adolescente y cultura hipster californiana a la Spike Jonze, algo que Coppola refuerza con constantes animaciones, textos y emojis en pantalla, además de una banda sonora inusual creada por Blood Orange. Lo que sucede que el efecto no es del todo logrado. La mirada del film sobre los acontecimientos nunca parece separarse demasiado de ellos, volviéndolos aún más tontos de lo que parecen.

Y si bien tomar temas serios con un humor por momentos ramplón es una opción más que válida, el problema de MAINSTREAM es que son más las veces que da vergüenza ajena que las que hace reír o genera ideas interesantes acerca de la serie de situaciones cada vez más complicadas en las que se meten los personajes. Dependerá también de como cada uno tome la personificación y las diatribas expresadas a toda intensidad por Garfield. Al que les parezcan ajustadas y relevantes, quizás disfrute un poco más la película. Al que les resulten –como a mí– entre banales e insoportables, la experiencia de seguir sus desventuras como controvertido profeta online se le hará bastante tortuosa.