Festivales: crítica de «Notturno», de Gianfranco Rosi (Venecia/Toronto)
Esta mezcla de documental y film de ensayo del premiado director italiano de «Sacro GRA» y «Fuocoammare» es un acercamiento visual, estéticamente refinado, a varias zonas de conflicto bélico en Medio Oriente.
No hay muchos directores que hayan ganado el León de Oro de Venecia y el Oso de Oro de Berlín. Gianfranco Rosi es uno de ellos y quizás el menos conocido de todos. ¿El motivo? Probablemente sea su condición de documentalista. Da la impresión que los cineastas que se dedican al documental tienen menos «chapa» (o reputación) que los que hacen ficción. Hay excepciones, claro, pero Rosi no es una de ellas, al menos por ahora. SACRO GRA ganó en Venecia 2013 con su trama relacionada a la gente que vivía alrededor de una autopista y FUOCOAMMARE fue elegida como la mejor película de la Berlinale 2016. Pero poca gente, fuera del universo de documentalistas y de la gente que sigue los festivales de cine, sabe quien es.
Rosi es un realizador que va ya por su sexta película y que tiene como particularidad es que raramente se somete a las convenciones del género documental al que supuestamente pertenece. Y lo hace siempre de distintas maneras. De hecho, si bien FUOCOAMMARE y NOTTURNO tratan temas parecidos –los conflictos políticos en países de Medio Oriente o del norte de Africa–, las formas y los ejes son completamente distintos. El primero contaba la situación de una manera tradicional para los parámetros del género poniendo el eje en Italia, adonde llegaban los refugiados. Mientras que aquí funciona un sistema narrativo diferente y la película transcurre en la propia zona de conflicto.
Lejos está Rosi de hacer una clásica película sobre los conflictos de Medio Oriente. Se puede decir que NOTTURNO es algo así como un catálogo de tableaux vivant, o bien una serie de viñetas, a modo de fotografías en movimiento a través de diferentes situaciones y locaciones de conflicto bélico. Filmada a lo largo de tres años en zonas fronterizas de Siria, Líbano, Iraq y Kurdistán, la película sigue una serie de personajes y situaciones que se presentan de una forma que podría considerarse «performativa». Difícil es situar a la película dentro de los códigos más estrictos del documental. Es claro que gran parte de las situaciones son posadas, armadas para la cámara y Rosi no intenta ocultar ese mecanismo. Al contrario. Da la sensación que la propia premisa de la película funciona a partir de esa «traición».
Es así que Rosi sigue a un hombre que pesca en una canoa por un riacho mientras de fondo se ve un cielo rojo que anticipa explosiones y batallas (el sonido está manejado de tal forma que nos enteramos de eso después), a un grupo de pacientes de un hospital psiquiátrico ensayando una suerte de obra teatral acerca de los desmanes tanto de ISIS como de las fuerzas extranjeras que llegaron al país, a unos niños haciendo dibujos escolares y explicando lo que significan (revelando al pasar profundos traumas psicológicos), a mujeres kurdas llorando a sus muertos en las celdas en las que probablemente los hayan matado y a un pelotón militar haciendo sus ejercicios poco antes de la madrugada, entre otros.
NOTTURNO será seguramente criticada por los espectadores más rigurosos de la ética del documental. A mí me pasó lo mismo durante un tiempo, ya que me resultaba difícil entender la lógica detrás de esas situaciones posadas en medio de una zona de conflicto. En cierto punto uno entiende que el sistema elegido es ese y que la intención de Rosi pasa por otro lado, por transmitir un clima, unas sensaciones, por hacer un registro menos naturalista y más poético de la situación. Las imágenes por momentos son bellísimas y el sonido está trabajado muy cuidadosamente. De todos modos, por más que uno entienda esa búsqueda, es inevitable que genere incomodidad. ¿Es éticamente correcto filmar una zona de conflicto con este tipo de formato, tan performativo y cuidadosamente armado en función de la cámara?
Si a eso se le suma que Rosi es italiano y observa todo desde afuera, uno bien podría categorizarlo como un turista de conflictos bélicos, alguien que trata de interpretar la guerra de manera poética, creando imágenes pictóricas en medio de la muerte. Cada uno se topará con distintos «problemas» a la hora de pensar NOTTURNO o quizás con ninguno. Estarán quienes no presten atención a este asunto y se dejan asombran por la prolijidad compositiva de los planos y la oscura belleza de la tragedia. A otros, esa aproximación nos resultará ética y cinematográficamente problemática. Pero Rosi –como ya ha probado en documentales anteriores como EL SICARIO, ROOM 164— no le escapa a la controversia. Al contrario, hasta parece buscarla. Y aquí tiene una nueva, para dividir audiencias… y a críticos.
Me pasó lo mismo cuando el encadenado sonoro del gorgoteo del narguile y las rafagas de metralla a lo lejos…que sentido tiene esto?. Creo que el termino «reconstruccion» puede aportar algo…hay gente que vive situaciones intimas amorosas como la de la escena y el sonido de fondo de esa vida es la guerra. Que Rosi no haya estado en ese momento exacto para registrarlo y necesitara replicarlo no resta al fondo de la cuestion.