Festivales: crítica de «The Best Is Yet to Come», de Wang Jing (Toronto/Venecia)

Festivales: crítica de «The Best Is Yet to Come», de Wang Jing (Toronto/Venecia)

por - cine, Críticas, Festivales
15 Sep, 2020 04:42 | Sin comentarios

Esta opera prima china, producida por Jia Zhangke, toma aspectos del thriller de investigación estadounidense para contar los hallazgos de un novato periodista que se mete en terrenos peligrosos ligados al tráfico de sangre.

Producida por Jia Zhangke (que tiene un breve papel, promediando el film), la opera prima de Wang Jing es una curiosa y bastante lograda mezcla de dos estilos cinematográficos en apariencia muy distintos. Por un lado, tomando un cuenta su «árbol genealógico» (Wang fue asistente de dirección de Jia), tiene muchos elementos del cine del director de LEJOS DE ELLA, especialmente en lo que tiene que ver con captar los cambios económicos y culturales de China de principios de siglo XX a través de retratos urbanos de jóvenes que tratan de ganarse la vida en un nuevo país y una nueva economía que tiene tantas promesas como potenciales complicaciones. Y por otro responde a un tipo de cine mucho más norteamericano y clásico que podría definirse como de «investigación periodística» y de denuncia. Es una combinación con algunos problemas, pero la mayoría de ellos están bien resueltos.

La película transcurre entre 2003 y 2004 cuando Beijing está en pleno crecimiento económico, habiendo contenido y superado la epidemia del SARS. Hang Dong (interpretado por White K., una estrella surgida de las redes sociales) está hace poco en la ciudad con su novia Xiao Zhu (Miao Miao) y busca trabajo como periodista, algo que hace de manera individual, en blogs y foros. Pero como es un joven de provincia que viene de trabajar en una fábrica y no tiene título universitario (ni siquiera terminó la escuela) es rápidamente rechazado en todos lados. Un día se presenta en la puerta de un diario de la ciudad –al que ya le había enviado textos– y si bien no cumple con los requisitos para el puesto, Huang Jiang, un periodista ya consagrado que había leído cosas suyas online, lo recomienda para hacer una pasantía casi sin garantías de quedar en el puesto.

Esa primera parte de la película es la más descriptiva del mundo competitivo y la pujante pero brutal vida de los jóvenes en Beijing. Un primer trabajo de investigación sobre un ocultamiento de muertes en una mina, realizado en colaboración son su mentor Huang, le sirve para conseguir un trabajo estable, algo más que necesario debido a los problemas económicos que atraviesa. Pero su siguiente investigación, ya personal, se le presenta más desafiante y complicada.

Hang descubre una red ilegal de doctores que, traficando con sangre, hacen falsos certificados de salud para pacientes con Hepatitis B ya que, en ese entonces y por temores infundados de contagios, nadie contrataba a personas con esa enfermedad. Pero a la hora de publicar su nota se ve enredado en un importante problema ético. ¿Es esa realmente la denuncia para hacer o el verdadero problema es que exista ese sinsentido legal que margina a 100 millones de personas que seguramente están tan capacitados como cualquier otro para realizar sus trabajos?

La película ya a esa altura ha girado hacia un thriller de investigación periodística más cercano a modelos como SPOTLIGHT –o tantos similares– que a cualquier cosa filmada por Jia Zhangke u otros colegas chinos. La transición, de todos modos, es bastante fluida porque visualmente el film conserva su urgencia callejera y las particularidades sociales de China son inconfundibles y muy propias. Hang lidia, además, con un problema personal, ya que entre las personas que están en medio de este problema se encuentra un muy buen amigo suyo de toda la vida. Y ese dilema ético lo persigue a lo largo de la investigación.

La película tiene, sí, algunos problemas. Hay escenas un tanto subrayadas en lo metafórico que se vuelven casi paródicas y algunas coincidencias muy poco creíbles (especialmente en una ciudad de 40 millones de habitantes como es Beijing), pero lo que la película jamás pierde es su centro, que está puesto en los distintos tipos de discriminación que se viven en China pero narrados a escala humana. A Huang le ha costado ser aceptado como periodista por su falta de estudios terciarios y esa situación le genera una enorme empatía con las personas que son igualmente marginadas por asuntos que no tienen nada que ver con el desempeño de su profesión. Y es a través de esa conexión que THE BEST IS YET TO COME sale de lo específico de su denuncia –que de todos modos es valiosa y sigue siendo un problema en China, pese a los cambios legales– para poner el acento en un sistema que parece ser generador de muchas oportunidades pero que cierra brutalmente las puertas a aquellos que, por uno u otro motivo, no cumplen con los estrictos parámetros que exigen las leyes. Y que, a la vez, son víctimas del desconocimiento o la falta de empatía de los demás.