Estrenos online: crítica de «Sol alegría», de Tavinho Teixeira (Mubi)
Una particular familia se une a un grupo revolucionario hedonista y drogón en esta curiosa y fascinante fábula de resistencia ante el fascismo. Esta película brasileña de 2018 ya está disponible en Mubi.
Quizás la única lucha posible contra los gobiernos totalitarios y los abusos de poder sea la libertad de los cuerpos, el sexo, el desparpajo, el hedonismo, la alegría. Algo parecido a eso es el camino que intenta recorrer Tavinho Teixeira y su troupe en SOL ALEGRIA, una suerte de manifiesto queer contra la represión y a favor de una libertad real, no la que últimamente se pregona como tal en las redes sociales y en sectores políticos que de verdaderamente liberales no tienen nada. Y menos aún de libertarios.
De hecho, uno podría pensar que la metáfora central que se maneja aquí –esta suerte de comunidad neo-hippie pero que porta armas de fuego y que funciona como una particular célula revolucionaria ante un gobierno con bastantes similitudes con el que hoy controla Brasil– sería repudiada por los que ahora se (mal) hacen llaman liberales o libertarios. Me atrevería a decir, sin animo de equivocarme, que la libertad se parece bastante más a esto que a quejarse por la suba de impuestos o preocuparse por el destino de alguna empresa multinacional. Pero, bueno, me parece que me estoy yendo de tema. O quizás no tanto…
SOL ALEGRIA una película fascinante que carga encima con un universo de referencias cinematográficas que distribuye de una manera muy particular. Sí, es cierto, remite al cine de Fassbinder, de John Waters, de Almodóvar, de Joao Pedro Rodrigues con un «reducción de Genet» echada por encima. Pero Teixeira ubica su relato dentro de otra serie de contextos y estéticas: el cine político-revolucionario de fines de los ’60, la experimentación underground, la propia lógica descontracturada de modelos cinematográficos latinoamericanos ya de los ’70 y una desmesura performática que solo puede calificarse como… brasileña.
Una particular familia viaja en auto al encuentro de un grupo revolucionario, o una especie de célula de resistencia, que pelea contra un poder militar-religioso de esos que pregonan el apocalipsis cada medianoche. La comuna en cuestión incluye monjas lesbianas, drag queens, ex militantes, profusos consumidores de maconha, entre otros personajes. Y allí se instalan. Los «Sol alegría» (así se llaman) funcionan como familia sustituta o grupo de contención, escondido paraíso de libertad desbocada en medio de lo que parece ser un régimen fascista. Tomando en cuenta que la película se estrenó en 2018, y se filmó antes de la llegada al poder de Jair Bolsonaro, hasta se podría decir que es un film adelantado a su época. Pero convengamos también que ese giro a la derecha de Brasil ya se venía sintiendo en el aire varios años atrás y ahora está arrastrando a sus vecinos también.
Con superposiciones visuales, colores saturados, retroproyecciones y demás usos y costumbres del kitsch cinematográfico, SOL ALEGRIA no procede en función de seguir una narrativa tradicional, más allá del disparador de road movie que tiene de entrada. Y eso es más que consecuente con el carácter descontracturado y desorganizado de la agrupación y de la familia protagonista. En ese sentido la película puede parecer un tanto caprichosa, pero es consistente con su propuesta. No tendría sentido que fuera de otra manera.
La película apuesta en buena medida por un humor festivo y hasta carnavalesco jugando con los estereotipos, mezclando problemáticas de los pueblos originarios con bromas sobre superhéroes, números musicales (boleros en castellano, obviamente) delirantes y unas cuántas escenas de sexo que pueden parecer osadas pero que tienen la particularidad de ser livianas y hasta graciosas, quitándoles cualquier tipo de idea de «provocación» del medio. Sí, es cierto que por momentos todo puede sonar un tanto «adolescente», pero esta suerte de celebración de algo parecido a una revolución de la alegría suena, aún más hoy, como una necesidad. Y la manera en la que esa suerte de festejo deja entrever una inminente pesadilla es, también, una lectura melancólica pero tristemente lógica de la realidad.
Uno le puede encontrar algunos puntos en común también con LAS HIJAS DEL FUEGO, la película de la argentina Albertina Carri. Más que nada en lo que respecta a la idea de las disidencias (las sexuales y las otras) como los nuevos motores posibles para una revolución que ya fue devorada y fagocitada en sus clásicamente politizadas versiones previas. Uno podría pensar, siendo un tanto cínico, que estas mismas disidencias serán destruidas o que ya están siendo incorporadas al mainstream corporativo, fagocitadas, descontextualizadas y alejadas de su fuerte matriz política. Por eso conviene disfrutarlas ahora, antes que se conviertan en la publicidad de alguna marca de ropa deportiva con un slogan que diga: «Sé tú mismx«.