Series: reseña de «Fargo: Temporada 4 – Episodio 3», de Noah Hawley
En este notable episodio, entre escenas bizarras, graciosas y violentas, la serie da el puntapié inicial al brutal enfrentamiento entre mafias que se viene.
Esta reseña contiene SPOILERS
Uno sabe que se viene la guerra entre bandas de gángsters en FARGO, lo que no es seguro es cómo se desarrollará. A juzgar por los primeros episodios, es muy probable que sea a través de una batalla de flatulencias. Es que luego de la muerte de Donatello, el jefe de los Fadda –que involucró un notable flato en un auto–, en el tercer episodio el asunto gaseoso aumenta más aún en cantidad y calidad, con un robo desastroso que incluyó también vómitos, incontinencia y sangre, mucha sangre. Y si los problemas entre los italianos y los afroamericanos arrancaron con la primera muerte no hay dudas que llegaron a su punto máximo tras ese robo. The Fart Wars comienzan.
El tercer episodio de la temporada (llamado “Raddoppiarlo”) arranca con un retroceso doblemente tarantinesco a eventos que precedieron el final del segundo y que involucran al florido sheriff mormón que encarna Deafy (Timothy Olyphant) siguiendo la pista de Zelmare y Swanee tras fugarse de la cárcel, en lo que sirve como una presentación del excéntrico personaje que parece alimentarse a base de zanahorias. En una secuencia que involucra otros olores fuertes (cadáveres en una funeraria) y una torta con sorpresas (la que Oraetta envió a la casa y que termina comiendo Swanee), Deafy y sus hombres no logran encontrar a las fugitivas que salen de su encierro y –tras esa indigesta comida– no tienen mejor idea que ir a robar las oficinas de los Cannon.
En paralelo, Doctor Senator (sí, se llama así el personaje encarnado por Glynn THE WIRE Thurman) le explica a uno de los capos italianos que tomaron el matadero por un arreglo que tenían con Donatello y, de paso, le cuenta una anécdota ligada a su estancia en la Alemania nazi en la Segunda Guerra que tiene que ser escuchada con atención y que también parece aportar a las comparaciones con los guiones de Tarantino. Lo central de la anécdota –relacionada con Goebbels– tiene que ver, claro, con las tensiones raciales entre blancos y negros.
La siguiente secuencia importante tiene como protagonista a Rabbi (Ben Whishaw), a quien le encomiendan matar a Lemuel, el universitario hijo mayor de Loy Cannon (Chris Rock). El hombre no está muy convencido del trabajo que es enviado a hacer y terminará complicándolo todo al pegar un vuelco a último momento. Es que, además de la inminente guerra con los Cannon, el primer conflicto está centrado entre los hermanos Josto (Jason Schwartzman) y Gaetano (Salvatore Esposito, el actor italiano de GOMORRA que es la revelación de la temporada) por el poder del grupo mafioso italiano. Y Rabbi termina enredado en un conflicto espeso de su familia, digamos, adoptiva.
Y así, luego de que Oraetta (Jessie Buckley) consigue trabajo en la clínica privada que no quiere ver de cerca ni a italianos ni afroamericanos –y uno ya imagina que planea hacer cosas horrendas allí–, viene quizás la escena más inquietante y graciosa de todo el episodio, que la involucra a ella y al asombrado Josto y que incluye un auto, drogas, sexo manual y canciones patrióticas, en ese exacto y cronológico orden.
Mientras tanto, Loy tiene su propio speech elocuente e irónico, cuando le da una suerte de lección a un hombre que le pide dinero en la entrada de su oficina. Y espiando la situación están nuestras dos ladronzuelas, que terminarán luego robando el lugar de una manera tan caótica como físicamente desagradable. La combinación casual del atentado a su hijo y el robo –dos eventos sin relación entre sí y ninguno de los dos aprobados por Josto– hará que Loy crea que es tiempo de empezar una venganza contra los italianos. Pero, claro, está el problema de los niños intercambiados, lo cual le da un riesgo aún mayor al asunto de ir a la guerra mafiosa.
Con más humor y un trío de muy buenas secuencias de acción (todo tipo de «acción»), dos de ellas teñidas de bastante humor, FARGO va consolidando su tono característico, que resulta ser más cercano al de las temporadas anteriores que a los aparentemente más serios primeros dos episodios de la cuarta. Además de Oraetta, la serie tiene a Deafy (que no tiene problemas de audición sino que tiene ese apodo por otro motivo) como otro personaje peculiar. Y si a eso se le agrega los citados soliloquios estamos en un territorio más familiar a los fans del cine de los ’90.
El carácter humorístico de esos personajes y situaciones (no olvidar que Rock y Schwartzman, por más que estén haciendo personajes serios, se caracterizan por tener una imagen cómica) se balancea con la rama más violenta de los Fadda, la que viene de la «madre patria», con Gaetano a la cabeza, un personaje que parece oler sangre desde que llegó. En el apartado audiovisual, un par de planos cenitales lucen como homenajes directos a la película de los Coen mientras que, en lo que respecta a trucos de montaje, acá el aporte consiste en ver cuatro escenas funcionando en paralelo en una pantalla dividida verticalmente en igual cantidad de partes. De acá en adelante, todo parece indicar que la sangre empezará a correr de verdad. Y eso, a diferencia de los brutales flatos, podrá ser apreciado un tanto más directamente por los espectadores.