Series: reseña de «Fargo: Temporada 4 – Episodio 5», de Noah Hawley (OnDIRECTV)

Series: reseña de «Fargo: Temporada 4 – Episodio 5», de Noah Hawley (OnDIRECTV)

La violencia crece y un importante personaje muere en este episodio que tiene muy buenas secuencias pero es narrativamente un poco más desorganizado que los anteriores. En Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, Perú y Uruguay se ve los martes a las 21 por OnDIRECTV.

Esta reseña contiene SPOILERS

Uno de los placeres inmediatos del quinto episodio de FARGO es el de recordarle a la audiencia que Kansas City fue una de las grandes capitales del jazz del siglo XX. El mundo en el que hicieron carrera de Count Basie a Charlie Parker tiene su curioso momento de brillo al comienzo del capítulo. Solo que tras unos minutos de apreciar la vibración musical y social de un club nocturno de la época, todo concluye con una violenta redada policial conducida por Odis pero manipulada por detrás por los Fadda. Para Josto (Jason Schwartzman) es una forma de hacerle saber a su más directamente violento hermano Gaetano (Salvatore Esposito) cómo se hacen las cosas en Kansas. De todos modos uno no debería confiarse que aprender esa lección vaya a calmar al italiano de sangre caliente.

En un episodio un poco más desorganizado narrativamente que los previos –y casi sin presencia de la gran Jessie Buckley, el gran arma de la temporada–, FARGO tuvo sin embargo varias muy buenas escenas a destacar por sí mismas, empezando por la del comienzo. Loy Cannon (Chris Rock) tendrá una difícil escena familiar –con algún toque de humor con… la suegra– en la que se volverá verbalmente muy agresivo con su esposa, que ya está harta de este compromiso de haberle dejado su hijo a la banda rival. Y luego –tras «saldar», a su manera, la deuda de Thurman– Loy saldrá a la búsqueda de las chicas que le robaron su dinero –y que luego terminaron indirectamente devolviéndoselo– con intenciones inesperadas.

Si bien Oraetta casi no está, la pequeña Etherilda (E’myri Crutchfield) se va metiendo en su vida y tras descubrir –en el episodio anterior– que tiene venenos para matar a un ejército en un cuarto de su casa escribe una carta al hospital en el que trabaja para denunciarla. La chica tendrá bastante participación en el episodio, yendo a visitar a su tía (que está escondida con su amante en un hotel, tras el robo) y teniendo una tensa discusión y una serie de interesantes «debates raciales» con Deafy (Timothy Olyphant) quien ya tiene muy en claro que nadie parece prestarle atención en la zona y que debe actuar por su cuenta. Su «socio» Otis (Jack Huston) es un personaje al que conoceremos más en profundidad en este episodio en el que se revela buena parte de su pasado, el que pudo haberlo conducido a su comportamiento obsesivo compulsivo actual.

Hawley vuelve aquí a sentar las bases de la lógica de la temporada («A la gente le gustan las historias de criminales porque la de Estados Unidos es una historia del crimen», dice Josto) y, especialmente, cómo la cuestión racial juega un rol importante ahí. A los norteamericanos le gustan las historias violentas y los hombres de armas tomar pero siempre y cuando las personas que hagan eso se parezcan a ellos. Y en algún punto los italianos tienen las de ganar contra los afroamericanos. También deja en claro que la llegada de muchos inmigrantes italianos después de la Segunda Guerra constituirá un giro dramático que cambiará la vida criminal del país.

Y hablando de italianos, sobre el final llega el momento «triunfal» de Gaetano que, al mejor estilo BUENOS MUCHACHOS, reacciona muy violentamente al recibir una burla –y, especialmente, un café que no es digno de ser llamado así– de parte de un joven que atiende un bar de la zona. Eso, sumado a una especie de raro momento coreográfico/musical, deja en claro que Gaetano, lejos de ceder, está en su territorio favorito. No planea seguir las reglas planteadas por su hermano y eso quedará más que claro cuando, en la escena final del episodio, junto a su mano derecha Calamita, pongan ya punto final a cualquier idea de paz, calma o tranquilidad al liquidar a un personaje clave de la banda rival. De aquí en más, el caos está asegurado.

El episodio tiene momentos visualmente fuertes y un tono en general más grave y con menos trucos de puesta en escena y montaje. Mucho pasa por los diálogos tensos, las escenas violentas y los citados crímenes que tendrán sus evidentes repercusiones posteriores. Algunas líneas narrativas –la relación Oraetta/Josto y el curioso fantasma del episodio anterior– parecen haberse tomado aquí un descanso, pero seguramente regresarán. Si uno aprendió algo viendo cuatro temporadas de FARGO es que aún los detalles más absurdos cobran importancia cuando uno ya los tenía olvidados. Es un truco narrativo viejo, sí, pero sigue funcionando tan bien como el primer día.