Estrenos online: crítica de «Music and Apocalypse», de Max Linz (MUBI)
Esta sátira alemana que pasó por la Berlinale y el BAFICI en 2019 trata sobre un grupo de científicos que experimentan con realidad virtual para controlar el cambio climático.
Esta crítica será un poco particular ya que no hablará tanto de la película en sí –enigmática, por momentos fascinante, en otros un poco irritante– sino de un eje en particular, un tema del que se habla ahí. MUSIC AND APOCALYPSE se centra en el Instituto Cibernético de la Universidad de Berlín (asumo que es un lugar falso) en el que se experimenta a través de la realidad virtual con la intención de controlar el cambio climático. O algo así. A través de una serie de bizarros encuentros y situaciones un tanto absurdas, esta inteligente sátira intenta poner la mirada crítica en los intentos de un grupo de científicos alemanes en controlar el funcionamiento del mundo a partir de la simulación digital. Algo que, en principio, no sale tan bien como lo imaginan.
En distintas etapas a lo largo del film se hace referencia a Cybersyn, un experimento fascinante del que jamás había escuchado hablar y que se hizo (es cierto, no es una broma) en Chile durante la presidencia de Salvador Allende. ¿Qué fue Cybersyn? Algo así como un intento de crear una internet socialista mucho antes que existiera esa red. La historia cuenta que a partir de un proyecto del académico y científico británico Stafford Beer (hasta el nombre parece falso), el gobierno socialista chileno de esos años intentó crear un sistema cibernético a través del cuál se pudiera controlar y coordinar la producción económica de las empresas estatales del país. La idea implicaba una entonces compleja coordinación de sistemas de información que permitiría saber al instante una serie de variables económicas y laborales a través de las cuales se podría manejar la producción de las empresas y el normal abastecimiento de sus productos en todo el país. Y eso solo era el principio.
Cybersyn (aparentemente al proyecto se lo conoció también como Synco, en referencia a su «sistema de información y control» y a que estaba compuesto además por cinco partes diferentes) tiene dos particularidades más. Una: que el golpe militar de 1973 se lo llevó previsiblemente puesto y que el británico Beer decidió abandonar todo tras ese fracaso y retirarse. Y la otra es su carácter futurista, al menos desde lo visual. Su centro de control era como el de STAR TREK y, como se puede ver en la foto que acompaña el texto acá arriba, hoy parece material para una exposición retro de algún proyecto de ciencia ficción de los ’70, más cercano a un film hollywoodense de la época que a la fría e invisible internet actual. O que a las imágenes que uno pueda tener del Chile de esa época.
De algún modo la película usa Cybersyn como referencia para hablar de su propio mundo y de su proyecto utópico que empieza por el clima pero no acaba ahí. En las peleas internas entre profesores y estudiantes, en las revueltas y conflictos con la seguridad, en la forma en la que el mundo real influye y destruye ese sistema organizado para ser perfecto, la película de Linz da a entender que buena parte de ese mundo utópico pensado a partir de la realidad virtual tiene mucho de UN MUNDO FELIZ, de Aldous Huxley, y poco que ver con las variables inconstantes e imprevisibles del mundo real, como quedó demostrado unos meses después del estreno de esta película –en la Berlinale 2019– con la llegada del nuevo coronavirus. A su vez, Linz plantea una discusión acerca de la mercantilización de ciertos temas vitales (como el cuidado del medio ambiente) en el marco de la economía de mercado, algo que lleva a que ciertas responsabilidades que deberían corresponder al Estado le sean derivadas a las empresas, a las universidades y a los individuos particulares.
La película –que también pasó por el BAFICI de ese año– es un rompecabezas, por momentos un tanto confuso, que funciona muy bien como disparador de ideas y de ingeniosos –y humorísticos– recursos audiovisuales. Algunas escenas musicales (sí, musicales) son realmente fascinantes y dejan en claro la idea regidora del film: mostrar lo ilusorio que puede ser creer que una simulación pueda replicar la realidad a la perfección. MUSIC AND APOCALYPSE (el título cobra algo de sentido recién sobre el final) es un cerebral desafío que se plantea, irónicamente, que organizar cerebralmente el mundo es un desafío imposible y más si es organizado en función del beneficio económico y no necesariamente del bien común. Viendo la película uno no puede evitar preguntarse qué habría pasado si Cybersyn continuaba existiendo en Chile. Jamás lo sabremos, claro, porque otras fuerzas de lo que llamamos «la realidad» aparecieron ahí y lo desbarataron todo. Fuerzas que, seguramente, el sistema creado por Beer no tomó en cuenta en sus algoritmos.