Estrenos online: crítica de «The Dark and the Wicked», de Bryan Bertino (Shudder)
Esta película de terror del director de «The Strangers» que pasó por los festivales de Tribeca y Sitges narra las misterioresas cosas que suceden cuando los hijos de un matrimonio de adultos mayores van a visitarlos a su rancho de Texas.
Siempre tuve la impresión que gran parte del secreto para hacer una buena película de terror pasa por crear un clima lo suficientemente misterioso y tenso. Cualquier director que consiga eso con medios fundamentalmente cinematográficos –manejo de espacios, cinematografía, diseño sonoro– tiene media batalla ganada. THE DARK AND THE WICKED es un logro en ese sentido. Se puede decir que la película del director de THE STRANGERS se gana al público a partir del clima ominoso que crea y que, pese a ciertas inconsistencias narrativas que se empiezan a apilar en la segunda mitad del relato, eso nunca se pierde del todo.
El otro factor clave del film tiene que ver con apostar más a que los sucesos se combinen en relación a un tema y no tanto en función de un hecho específico. Los buscadores de lógica narrativa pura y dura seguramente se verán bastante frustrados tratando de entender qué es real y qué no, qué sucede y qué está en la cabeza de los protagonistas. Bertino da claves y pistas –y en algunos casos, respuestas claras– pero en otros elige la sugestión y el misterio, dejar que el espectador decida. Lo que sí es consistente de principio a fin aquí es el eje temático.
Se puede decir que THE DARK AND THE WICKED es una película de terror sobre la culpa, en este caso la que atraviesa a casi todos los protagonistas por las cosas que no hicieron, que abandonaron o dejaron de hacer. En ese sentido la película de Bertino se puede conectar con la reciente RELIC ya que ambas ponen como eje un tema fundamentalmente humano y del orden familiar para luego explorarlo a partir del terror. En aquel caso tenía que ver con lidiar con una madre que evidenciaba signos de demencia. En este se trata de dos hermanos que viajan a su hogar familiar a hacerse cargo de un padre a punto de morir y una madre que no parece poder hacerle frente a la situación sola.
Louise (la siempre excelente Marin Ireland, de EL IRLANDES y THE UMBRELLA ACADEMY) y Michael (Michael Abbott Jr.) son los hermanos que visitan el rancho de sus padres en una localidad alejada de Texas de la que se fueron hace tiempo. Su padre, David (Michael Zagst) está en estado comatoso y su madre, Virginia (Julie Oliver-Touchstone) está empezando a comportarse de forma extraña. En un momento, como si estuviera siendo poseída, empieza a lastimarse a sí misma mientras corta una zanahoria en la cocina. Y de ahí el asunto empeora raudamente.
Los hijos, shockeados y tratando de entender qué pasó, encuentran un diario de ella que parece dar cuenta de cosas terribles, demoníacas, que podrían estar sucediendo en la casa. Y si bien no era una mujer religiosa, a partir de objetos y comentarios que los hijos encuentran o leen allí da la impresión que la mujer ahora sí piensa que existen cosas sobrenaturales. Pronto serán los hijos los que empiecen a tener similares visiones en las que se sienten obligados por fuerzas extañas a autoflagelarse, además de encuentros con vecinos y gente cercana (un cura, una enfermera, un hombre que trabaja en el rancho, su hija) que pertenecen a la órbita de lo imaginario. O quizás no.
Bertino elige ser más sugerente que brusco y más allá de algunas escenas fuertes que coloca aquí o allá (la mayoría de ellas incluyen algún tipo de autogenerado daño), THE DARK AND THE WICKED avanza como un oscuro relato acerca de dos hijos que claramente no pueden lidiar con la muerte de sus padres y, especialmente, con la culpa de haberlos dejado solos y «a la buena de Dios» (o del Diablo, si prefieren) durante tanto tiempo. El abandono o desapego familiar –o religioso– afectará también a otros personajes, o a ellos mismos en otros ámbitos. Y es así como la película consagra a ese eje como el hilo conductor que une a todas las distintas apariciones fantasmales y extrañas que se producen. Y como explicación también.
La película puede volverse un tanto reiterativa en su fórmula en algún momento, pero casi siempre Bertino encuentra alguna salida inesperada a los problemas que su propio guión le presenta. Y aún cuando no logra hacerlo, el clima instalado en esa casa alejada de todo –oscura, ruidosa, rodeada de ovejas que parecen siniestras en su lento y en apariencia amenazante andar– le sirve para mantener la tensión en el espectador mientras el mundo de los hermanos parece desvanecerse ante sus ojos. No es fácil sacarse a los demonios de encima. Y si son familiares, aún menos.