Estrenos online: crítica de «Driveways», de Andrew Ahn

Estrenos online: crítica de «Driveways», de Andrew Ahn

Este sencillo y emotivo drama protagonizado por el recientemente fallecido Brian Dennehy se centra en la relación entre un niño y su anciano vecino. La película tuvo dos nominaciones a los Spirit Awards y participó en la sección Generations de la Berlinale.

Nominada a dos Spirit Awards a mejor actriz protagónica y primer guión el año pasado, DRIVEWAYS es otra de las películas que pasaron injustamente desapercibidas a lo largo del confuso 2020. En este caso se puede hasta entender la omisión ya que se trata de un pequeño film cuyo actor más reconocido es Brian Dennehy, alguien con una larga carrera participando en películas menores, clases B, las conocidas como «directo a video». Ante tanto producto circulando, es una omisión hasta entendible. Pero la muerte, en abril, del actor de RAMBO y COCOON le dio quizás una segunda vida y un merecido nuevo empuje a este pequeño y delicado film que había pasado a principios de 2019 por el Festival de Berlín en la sección Generations, dedicada al público infantil y adolescente.

Convengamos que la sección no es estrictamente para niños si no que se caracteriza por contar historias que tienen a niños o adolescentes como protagonistas o que tienen temas que los organizadores del festival consideran interesantes para ser vistos por menores de edad. DRIVEWAYS –como pasó por ejemplo con la película catalana VERANO 1993— no es estrictamente para chicos pero es el tipo de película que refleja muy bien las confusiones, miedos y descubrimientos de esa etapa de la vida.

Cody (Lucas Jaye) es un chico que acompaña a su madre, Kathy (Hong Chau), a limpiar, ordenar y poner en venta la casa de su tía Alice, que ha fallecido recientemente. Alice era una mujer solitaria con la que no tenían relación alguna y, al llegar a la casa, se topan con un desorden absoluto y hasta con animales muertos. Kathy sabe que demorará semanas en limpiar todo eso y se muda provisoriamente con su niño a una parte más o menos habitable de la casa.

La presencia de ambos, norteamericanos de origen asiático, generará cierta curiosidad en el barrio, especialmente porque todos conocían a Alice y no parecían tener una gran opinión acerca de ella. Para Cody es una adaptación difícil: hay algunos chicos de la zona que son un tanto pesados y cargosos (otros, no tanto) y la única persona cercana es un tal Del (Dennehy), un parco anciano que vive al lado y que se pasa gran parte del tiempo sentado en el porche de su casa. El tipo anda con una gorra de veterano de la guerra de Corea, lo cual hace suponer a los recién llegados que no son vistos con buenos ojos por él.

Pero eso no será estrictamente así. Más allá de algunas similitudes aparentes, no estamos ante una remake de GRAN TORINO. Lo que DRIVEWAYS contará, a su manera humana, pequeña y emotiva, es cómo Cody y Del entablan una impensada relación de amistad y cariño. El chico está en un lugar que no conoce, sin amigos, con un padre ausente y una madre ocupada. Y Del, viudo, triste y al borde de la depresión, está casi igual de solo en el mundo. Apenas le queda su pequeño y pintoresco grupo de veteranos de guerra con los que se junta a jugar al bingo, pero algunos de ellos se están volviendo seniles. No tienen nada que ver entre sí pero, sin saberlo, son el uno para el otro.

Segunda película de Andrew Ahn, DRIVEWAYS es un relato tan sencillo como un cuento corto. Más allá de un par de episodios ocasionales (el cumpleaños de Cody que culmina de una manera impensada, alguna incómoda aventurilla del niño con unos chicos del barrio), la película de poco más de 80 minutos hace centro en las conversaciones, las anécdotas y los momentos compartidos entre Cody y Del. Si bien Kathy se ocupa y participa bastante de la vida de su hijo –y tiene interés en saber más acerca de su hermana de parte de Del–, la película describe lo que podría definirse como una relación de abuelo-nieto elegida entre un niño y un anciano que tienen en principio muy poco que ver entre sí.

Las actuaciones de los tres protagonistas –y los pocos secundarios que los acompañan– ayudan mucho a darle a DRIVEWAYS su fuerza emotiva. Es una película humana y compasiva que permite pensar en la posibilidad de elecciones afectivas que vayan mucho más allá de cuestiones generacionales o raciales. Es la historia de un abuelo sin nieto y de un nieto sin abuelo que, en función de las circunstancias, terminan convirtiéndose en la otra persona que a cada uno le falta en esa ecuación. En estos tiempos de tantas divisiones quizás sea una fábula, pero es una convincente y conmovedora. Y una bella despedida de ese grande de la pantalla que fue Brian Dennehy.