Estrenos online: crítica de «Judas y el mesías negro», de Shaka King (HBO Max)

Estrenos online: crítica de «Judas y el mesías negro», de Shaka King (HBO Max)

Este drama basado en hechos reales transcurre en 1969 y se centra en la relación entre Bill O’Neal, un infiltrado en el partido de los Panteras Negras y Fred Hampton, el líder de la agrupación en Chicago. Nominada a seis premios Oscar y ganadora de dos: mejor actor de reparto (Daniel Kaluuya) y mejor canción original.

La vida de Fred Hampton fue breve pero intensa. Muy intensa. Es difícil creer que, cuando fue brutalmente asesinado, tenía apenas 21 años y ya era un líder icónico de los Black Panthers, el jefe de la sección Chicago de esa revolucionaria agrupación afroamericana que, tras los asesinatos de Malcolm X y Martin Luther King, había adquirido modos militantes más drásticos para hacer valer sus derechos. Era un grupo armado que, como muchos de la época, veneraba al Che Guevara, y que también se ocupaba de un constante trabajo social con los chicos de los sectores más desprotegidos, implementando planes de alimentación, enseñanza y salud.

Para el FBI, que se estaba ocupando de desmantelar al Black Panther Party (BPP) desde su fundación, en 1966, por considerarlo una amenaza a la seguridad nacional, la carismática figura de Hampton requería atención inmediata. En JUDAS AND THE BLACK MESSIAH –que transcurre en 1969– King cuenta la historia de cómo la agencia se organizó para acabar con él usando uno de sus modelos más «tradicionales»: la infiltración. El verdadero protagonista del film no es Hampton sino William «Bill» O’Neal, a quien primero conocemos en una entrevista televisiva hecha años después en la que cuenta la historia que vemos. Seguramente, no toda.

Bill (Lakeith Stanfield, de ATLANTA) era un criminal de poca monta de Chicago que robaba autos haciéndose pasar por oficial del FBI. Arrestado por las autoridades, recibe una de esas «ofertas que no se pueden rechazar». El Agente Roy Mitchell (Jesse Plemons, de PIENSO EN EL FINAL) le dice que la única forma en la que puede evitar los siete años de cárcel que le corresponden por su delito es infiltrándose en los Black Panthers de Chicago y manteniéndolo informado de sus actividades. Bill duda, pero termina aceptando y –tras superar algunas situaciones incómodas– es aceptado como parte de la seguridad del grupo.

La película dedicará un tiempo a mostrar las actividades de Hampton (Daniel Kaluuya, de HUYE!), un revolucionario con una convincente oratoria, fanático de Malcolm X y alguien preocupado por unir a más y más personas a sus trabajos sociales en los barrios más pobres de Chicago. Con la intención de armar una coalición más grande (que se iría a llamar «Rainbow Coalition»), Hampton tiene que unirse a bandas más dedicadas al delito, algo que no le es sencillo. A la vez la película contará su historia de amor con Deborah Johnson (Dominique Fishback, de THE DEUCE) que, además de militar con los Panthers, es poeta y trata de sacar un lado un tanto más sensible del muy politizado Fred.

Pero, como sucede con la mayoría de las películas centradas en un infiltrado, lo principal aquí pasará por la relación que van estableciendo Fred y Bill. El infiltrado debe lidiar con el conflicto cada vez más grande que le producen sus obligaciones para con el FBI en función de su creciente admiración por la tarea social, la prédica y el carisma de Hampton. El hombre duda todo el tiempo de seguir adelante con su rol de «topo», pero en paralelo la agencia empieza a presionarlo cada vez más, involucrando directamente al propio J. Edgar Hoover (Martin Sheen) en la tarea. Y es evidente que no parece haber escapatoria.

Bill experimenta de primera mano lo que Fred dice acerca de las intenciones más oscuras de las autoridades y de a poco se da cuenta que tiene razón: que es una guerra sucia y que el FBI puede hacer caer gente alrededor suyo a través de métodos repugnantes. Es así que advierte que su compromiso como infiltrado terminará siendo mucho más largo y complejo de lo que suponía y que al FBI no le alcanza con tener algo de información acerca de Hampton sino que van por más. Acaso por todo.

JUDAS Y EL MESIAS NEGRO, como bien lo sugiere el título, es la historia de una (potencial) traición. A un hombre, sí, pero también a una idea, a un plan, hasta a una comunidad. En una escena clave del film, Bill escucha a Fred dar un discurso apasionado y, tanto los espectadores como otros informantes del FBI que lo están escuchando in situ, pueden darse cuenta que, más que fingir interés, el tipo está realmente fascinado con lo que Hampton dice. «Si no es así, deberían darte un Oscar», le dice Mitchell.

King encuentra la manera de dejar en claro el marco político en el que se mueven los personajes de una manera que no es sutil pero sí muy creíble. Acaso lo más interesante de la pintura que el realizador hace del BPP pasa por el hecho de que no se disimula jamás su carácter revolucionario, marxista-leninista, y el uso que hace de las armas para lograr algunos de sus cometidos. Si bien el acento está puesto en el trabajo social y humanitario del partido, JUDAS… no oculta el hecho de que los Panthers proponían salir a matar policías, si las circunstancias lo ameritaban. Decían estar en guerra con ellos y, a juzgar por cómo el asunto avanzó, es obvio que muy equivocados no estaban.

Los métodos hoy pueden haber cambiado pero, como bien lo prueba el fenómeno Black Lives Matter, el racismo y la segregación en Estados Unidos continúa siendo un problema sin real solución. Usando un formato que recuerda tanto a MALCOLM X, de Spike Lee, como a LOS INFILTRADOS, de Martin Scorsese, King (NEWLYWEEDS) consigue en su segundo largometraje plasmar de una manera intensa y efectiva este choque de voluntades, esa relación que funciona en una inevitable zona gris. Algo muy difícil de sostener en una época en la que, literalmente, todo era blanco o negro. O se estaba de un lado o del otro.

El éxito de la película depende en buena medida de la credibilidad del elenco. Y en ese sentido aquí se destaca el carismático Stanfield como un hombre que de a poco va cayendo en la cuenta en la trampa en la que se ha metido y de la que no puede salir realmente indemne. Kaluuya, en tanto, logra construir un personaje magnético. Uno puede creer que su Fred Hampton es capaz por sí mismo de levantar a Chicago en armas, de lidiar con mafiosos y con otros personajes peligrosos a ambos lados de la ley. Es un líder indiscutible aunque, acaso, demasiado confiado.

El cruce entre Fred y Bill –y, en su manera humanista de entender la política, también de Deborah– plasma en cierto modo las distintas formas en las que la comunidad afroamericana ha lidiado con el tema del racismo a través del tiempo: la opción más combativa, la más humanista y solidaria y también la más individualista, la del sálvese quien pueda. De todos modos, en este perverso juego de hacer enfrentar a todos ellos entre sí, los que finalmente terminan «ganando» son los mismos de siempre. Entonces y ahora.