Estrenos online: crítica de «Una familia perfectamente normal», de Malou Reymann (MUBI)

Estrenos online: crítica de «Una familia perfectamente normal», de Malou Reymann (MUBI)

Esta película, premiada en el Festival de Rotterdam 2020, se centra en las complicaciones emocionales de una niña cuando su padre toma la decisión de cambiar de sexo.

De un modo accesible, la película danesa UNA FAMILIA PERFECTAMENTE NORMAL intenta adentrarse en los vaivenes emocionales que representa para un grupo familiar una experiencia de transición de género. El drama premiado en Rotterdam, que transcurre en el año 2000, toma como punto de vista el de Emma, una niña de unos diez, once años, que de un día para otro se topa con dos noticias que la sacuden. En una charla familiar, su madre le anuncia a ella y a su hermana mayor –Caroline, de 14– que se separará de su padre ya que él ha decidido convertirse en mujer. Su hermana parece poder lidiar un poco mejor con el shock, pero para la niña es un golpe que parece difícil de remontar.

A través de videos grabados a lo largo de la infancia de las niñas –a los que la película volverá todo el tiempo–, vemos que Emma tiene desde siempre una gran conexión con su padre, Thomas, con el fútbol como un tema central. De hecho, la chica juega en un competitivo equipo infantil cuando se entera de la novedad. Y como el film sostiene por lo general su punto de vista, la transición parece brusca: de un día para el otro Emma se entera del divorcio, del cambio de aspecto, de sexo (con operación en Tailandia incluida) y de nombre (ahora su padre se llamará Agnette). Y es demasiado para lo que puede procesar. Ergo: no quiere siquiera ver a Agnette y hasta se cubre la cara con una bufanda cuando aparece ya con su nuevo aspecto.

UNA FAMILIA… irá lidiando con los cambios emocionales de Emma y de la relación. Al menos desde la perspectiva de su hija, Agnette no parece demasiado preocupada por lo que sus cambios pueden producirle a la niña. La entiende y trata de ser comprensiva, sí, pero a la vez la pone en situaciones que a Emma le resultan muy incómodas todo el tiempo, especialmente en el mundo de fútbol infantil en el que se mueve y que a Agnette ahora parece no interesarle en absoluto. Caroline, en cambio, parece contenta con la transición y empieza a compartir intimidades con Agnette, a la que Emma insiste en llamar padre. La madre, al menos dentro del ángulo que la película recorta, figura poco y nada en la ecuación. Reymann solo nos cuenta sus momentos con Agnette.

La situación se irá tensado a partir de momentos de crisis de la chica: le incomodan sus regalos, su vestimenta, sus apariciones sorpresivas, sus comentarios y parece claro que extraña a Thomas. Pero a la vez la película propondrá algunos momentos más livianos que juegan casi en el límite de las viejas comedias de confusiones de cambio de sexo. En plan de ser accesible, Reymann –que ha dicho que la historia es bastante autobiográfica respecto a la transición de su propio padre– banaliza por momentos cambios y debates que son un tanto más complejos, pero el hecho de mantener su perspectiva en la experiencia de la niña hace que todo lo que tenga que ver con «los problemas de los adultos» quede siempre un tanto fuera de campo.

Lo mismo se podría decir del debate que surgió tras el estreno ligado a que Agnette es interpretada por Mikkel Boe Følsgaard, un actor cisgénero. La discusión se dispara para varios lados –y algunas quejas son comprensibles, más que nada en lo que respecta a las pocas posibilidades de empleo que existen para intérpretes trans–, pero si se piensa a la película desde el lugar en el que está narrada, es obvio que para Emma es difícil dejar de ver a Thomas en Agnette. Para ella no se trata de una persona transgénero sino su padre «disfrazado de mujer». Y al ir cambiando esa mirada a lo largo del film, sutilmente la caracterización se irá modificando.

UNA FAMILIA PERFECTAMENTE NORMAL no «fuerza» demasiado la simpatía del público hacia Agnette. Al contrario, por momentos parece tan centrada en sus propias cosas que da la impresión que es muy poco comprensiva con lo que le pasa a su hija. Lo que sí sorprenderá a muchos, considerando que la película transcurre dos décadas atrás, es cómo alrededor de Agnette todos parecen aceptar de buen modo (o callando sus dudas) su transición de género. Pero convengamos que es Dinamarca y en bastantes cosas están más adelantados que el resto del planeta.

Sin ser una gran película, la opera prima de Reymann consigue su objetivo, que es volver cotidiano, habitual, «perfectamente normal», la existencia de familias que atraviesan situaciones de este tipo. No son cambios sencillos para los que los viven en carne y hueso ni tampoco para los que los rodean, pero son transiciones con las que se conviven, cada vez más, en nuestras sociedades. Y aún con sus problemas, esta película danesa ayuda a normalizarlas. El título, de entrada, puede parecer irónico. Pero «la broma», finalmente, es que no lo es.