Festivales: crítica de «Landscapes of Resistance», de Marta Popivoda (Rotterdam)
Este documental recupera, de manera visualmente poética, las difíciles experiencias de Sonja Vujanović, una mujer militante que pasó por los campos de concentración durante el nazismo.
Las memorias de los sobrevivientes del Holocausto podrían generar material para cientos de documentales. Cada historia, de una u otra manera, representa un testimonio distinto de una época de miedo, horror y resistencia. En LANDSCAPES OF RESISTANCE la realizadora serbia Marta Popidova se centra en el testimonio de Sonja Vujanović, una sobreviviente de dos campos de concentración (Banjica y Auschwitz) que cuenta su historia en tiempo presente. O, mejor dicho, en la época en la que la directora tomó sus testimonios hace ya algunos años.
Sin apostar al material de archivo –ni público ni privado, ni videos ni fotos–, Popidova construye un ensayo fílmico en el que la voz narrativa de Sonja va pasando de estar acompañada por los interiores de lo que parece ser su casa actual (la película se filmó a lo largo de casi una década) a paisajes de los probables recorridos y escenarios que atravesó hace más de 75 años. Al principio, la construcción poética resulta bella pero un poco inexpugable –uno piensa más de una vez si no sería mejor mostrar a la anciana señora dar su testimonio a cámara y listo–, sin embargo una vez que la «acción» narrativa se mueve a exteriores hay una oscura poesía en lo que la realizadora captura.
Sonja fue una militante partisana y comunista capturada por los nazis, llevada a campos de concentración, torturada y humillada a lo largo de mucho tiempo. Alguien que luchó como parte de la resistencia en Auschwitz y sobrevivió llevando encima las marcas de la devastadora experiencia. A lo largo de LANDSCAPES OF RESISTANCE la escuchamos narrar su recorrido brutal en un tono que suena hasta natural, alejado de cualquier dramatismo. Parece ser claro que la nonagenaria mujer llegó a cierta paz (o resignación) respecto a su experiencia por lo que su voz no agrega dramatismo al que generan las situaciones que vivió.
Quizás uno de los puntos más complejos de la película pase por los intentos de la realizadora –militante actual enfrentada al fascismo creciente en la zona de los Balcanes– de equiparar su experiencia con la de Sonja. Es cierto que no sabemos qué es lo que puede deparar la situación actual, pero es una de las trampas que un realizador debería saber evitar. Es así que muchas de las cartas sobreimpresas a lo largo del film, si bien son comprensibles como manifestación de una angustia y ansiedad actuales, por momentos pueden resultar un tanto egocéntricas. No son, al menos hoy, experiencias comparables.
A lo largo del film vamos conociendo partes de la historia de Sonja, desde su casamiento con un partisano, su educación comunista, su captura por los nazis, sus recorridos por la ex Yugoslavia y por la (también ex) Checoslovaquia en trenes desde donde afuera se burlaban de los pasajeros y los humillaban respecto a un futuro (las cámaras de gas) cuya existencia ellos entonces desconocían. Y así hasta llegar a su lucha y su escape. En medio de las imágenes aparecen algunos dibujos que fueron realizados por la sobrina nieta de Sonja –y pareja de la realizadora– y que acompañan a los textos y comentarios.
LANDSCAPES OF RESISTANCE también construye el cuerpo de Sonja como uno de esos «paisajes de la resistencia». A lo largo del film la vemos recibir masajes, mostrar sus tristemente reconocibles marcas y cicatrices, pero siempre con una integridad a prueba de todo, sin exagerar en la búsqueda de la compasión ajena. Es su historia y es dueña de contarla como quiera. El suyo es un cuerpo casi centenario que parece frágil, pero las marcas están ahí y son testimonio de su experiencia. Y la película, a su modo, funciona como un certero homenaje a su lucha y a lo que eso transmite a las mujeres de hoy.