Estrenos online: crítica de «Cherry», de Joe & Anthony Russo (Apple TV+)

Estrenos online: crítica de «Cherry», de Joe & Anthony Russo (Apple TV+)

Esta fallida mezcla de drama, película bélica y thriller policial de los directores de «Avengers Endgame», Tom Holland interpreta a un combatiente adicto a las drogas y ladrón de bancos.

Los hermanos Russo se habían hecho notar, hasta ahora, como directores de comedias y, luego, de grandes películas de acción, suspenso y todo lo demás también como lo son sus episodios de CAPITAN AMERICA y AVENGERS, cuatro jumbotrones cinematográficos que están dentro de lo mejorcito que ha dado el género en su etapa mega-corporativa. Pero nunca habían intentado hacer un drama en el sentido más clásico de la palabra. En CHERRY no tratan de hacer uno sino todos los dramas juntos. Es casi una serie de ejercicios de estilo atravesados por un mismo y atónito personaje que los recorre como un Forrest Gump de los géneros. ¡Acá va Tom Holland en un drama romántico! ¡Acá en una película bélica! ¡Acá en una película de adictos a las drogas! ¡Acá en un thriller sobre asaltantes de bancos! Todos esos géneros –o ninguno, en realidad– son atravesados por los Russo de manera turística en una absurda película cuya lógica parece ser la de tomar las peores decisiones posibles ante cada situación.

Por momentos uno no puede evitar preguntarse qué es todo esto, cómo es que dos tipos que parecían tenerlo todo bajo control pudieron hacer una película tan mal concebida, ridículamente ejecutada, pésimamente escrita y horriblemente actuada. Es difícil hacer todo mal en todos los terrenos, pero los Russo acá no solo prueban que eso es posible sino que hasta te dejan evidencias de cómo hacerlo. Hay un error conceptual básico en el punto de partida de CHERRY. Basada en una autobiografía sobre el complicado y durísimo viaje personal de un ex combatiente de la guerra de Iraq, los directores de WELCOME TO COLINGWOOD imaginan todo lo que le sucede al pobre hombre en clave desbordada, apabullante, como una suerte de novela gráfica que supone que su protagonista es un superhéroe al que le sale todo mal siempre. Y para eso usan todos los trucos imaginables: cámaras lentas, drones, aceleraciones, voz en off (y en on, con Holland hablando a cámara), textos sobreimpresos, juegos con el color y con el formato de pantalla. Y todas esas cosas muchas veces juntas al mismo tiempo.

Quizás los Russo pensaron en homenajear a algunas películas de los ’80 y los ’90 que amaron en su adolescencia y hacen pasar a su personaje –cuya desafectada voz en off es de puro corte literario– por escenas de NACIDO PARA MATAR, NACIDO EL 4 DE JULIO, FORREST GUMP, TRAINSPOTTING, PULP FICTION, EL CLUB DE LA PELEA y decenas de otras que seguramente los influyeron. Lo cierto es que todo aquí es incomprensible. Son tantos los giros formales, de trama y de tono que tiene la película (en un momento intenta ponerse cómica y es bochornosa) que en algún punto uno podría pensar que podría funcionar mejor como serie. Pero, claro, luego uno se da cuenta que la sola idea de ver ocho episodios o más de esto lo dejaría con ganas de consumir las mismas drogas que usa el protagonista para olvidarse de su traumática experiencia.

Dividida en capítulos, la película se inicia en algún punto del relato en el que nuestro antihéroe está por robar un banco y tiene una suerte de revelación. Allí, retrocede cinco años para contar el inicio de su romance con Emily (Ciara Bravo), una chica de la que se enamora rápida y mágicamente en la universidad. Tras una serie de eventos desafortunados él termina alistándose en el ejército y va como médico de un pelotón a la guerra en Iraq, donde vivirá previsibles experiencias horrorosas. De ahí volverá hecho un manojo de traumas que solo logra calmar con pastillas. El asunto se transformará en una adicción tan pesada que, finalmente, no le quedará otra que salir a robar para pagar sus deudas.

Si el libro de Nico Walker funcionó muy bien con la misma historia es porque en ella no hay nada que no sea del todo plausible. Es cierto que esta tiene algunas particularidades y rarezas, pero historias de ex combatientes adictos a opiáceos debe haber miles. El problema de esta adaptación al cine es que los Russo la cuentan como si fueran chicos de 13 años que imaginan lo que deben ser «los problemas de los adultos». Claro que, a diferencia de otros amigos de su edad, a ellos sus padres les pudieron pagar no una camarita de VHS sino los trucos más caros de la industria. Y es así como arman su fantasía adolescente del mundo real.

Casi no hay decisión correcta en el film, empezando por el casting. Más allá de la garra que le pone el amable «Hombre Araña», su personaje es inabordable para cualquier actor. Y algo similar pasa con quienes lo acompañan. Bravo, que interpreta a la mujer de su vida, parece tener todo el tiempo 14 años y casi siempre la misma expresión. Sus amigos de la adolescencia son todos intercambiables y uno de ellos, James (el actor Forrest Goodluck, cuyo nombre real bien podría haber servido de irónico título del film), no hace más que llorar, gritar y pedir perdón durante toda la película. Todos, además, parecen moverse tratando de no tropezarse con algún movimiento de cámara, drone o efecto especial que los Russo están craneando al mismo tiempo que ellos tratan de actuar.

Hay una escena, en el bloque bélico de esta película de eternos 140 minutos, que permite ver la insólita lógica visual de CHERRY. La cámara sigue a Holland en un efectista pero efectivo travelling mientras el hombre corre a tratar de salvar a unos soldados que están dentro de un vehículo militar que explotó por una bomba. Pero a mitad del recorrido los Russo cambian a una toma desde un drone. Y cuando está llegando al auto bajan la cámara a la tierra y cambian a cámara lenta mientras él avanza acercándose a las llamas. Todo esto en no más de diez segundos. Da la impresión de que no pudieron (o no quisieron) sacarse de encima la lógica narrativa de maxi-kiosco de las películas de superhéroes. Pero eso, que puede funcionar más o menos bien en un género que tiene más margen para el virtuosismo y la pirueta sin sentido, se vuelve contraproducente en este tipo de drama, atenta contra la mínima credibilidad de la historia. Y lo peor es que acá, encima, lo usan todo el tiempo. Por querer hacer un épico tratado acerca de una generación perdida, se olvidaron de hacer una película. O quizás, después de tantos años de multiversos, ya no recuerdan cómo se hacían.