Clásicos online: crítica de «Fallen Angels», de Wong Kar-wai (MUBI)

Clásicos online: crítica de «Fallen Angels», de Wong Kar-wai (MUBI)

Esta película de 1995 mantiene la línea temática y estética de «Chungking Express», la anterior del realizador, al narrar otras dos historias de amores y desencuentros en las zonas marginales y en la noche de Hong Kong.

Wong Kar-wai dijo en una entrevista que, para él, CHUNGKING EXPRESS y ANGELES CAIDOS conformaban una sola película de tres horas de duración. A la distancia –y con los modos audiovisuales de hoy– hasta se podría decir que funcionan como episodios de una serie centrada en Hong Kong, ciudad que termina siendo el eje de ambas películas, más allá de las historias que se cuentan en ellas. La idea de continuidad parte del propio origen del proyecto. Cuando Wong filmó CHUNGKING… su idea era la de hacer tres historias, pero el tiempo y el presupuesto le alcanzaron para terminar dos de ellas. La que quedó pendiente, junto a otra agregada posteriormente, terminarían conformando FALLEN ANGELS, estrenada en 1995, un año después de la otra.

Siguiendo el concepto de considerar a ambas películas como una «serie» uno podría decir que los episodios de FALLEN ANGELS no están a la altura de los de CHUNGKING EXPRESS. Ante la falta de historias con la potencia emocional de las de aquel film, acá se nota más la estilización por la estilización misma, el yeite, el recurso, los juegos audiovisuales. De todos modos, se trata de una película que refleja a la perfección las ideas audiovisuales y temáticas con las que el realizador (y su director de fotografía Christopher Doyle) jugaban entonces, una suerte de collage impresionista de la ciudad, capturado de un modo que era, a la vez, estilizado y documental, realista y cinematográfico, que sería imitado hasta el cansancio.

Acaso la gran diferencia entre ambos films esté en el uso del lente gran angular en prácticamente toda la película, acaso la manera visual que encontraron para meter la cámara en esos pequeños y cerrados espacios generando la sensación de estar todos juntos pero separados a la vez, encimados pero distantes, que es un poco la idea que trabaja la película. Varias veces el personaje de Takeshi Kaneshiro repite la misma frase que decía su personaje de CHUNGKING EXPRESS (que nada tiene que ver con este) acerca de cómo muchas veces nos cruzamos «hombro a hombro» con las mismas personas a lo largo de nuestras vidas sin saber o imaginar que en algún momento pueden llegar a ser parte de ella. Y un poco de eso van las dos películas.

Una de las dos historias que se narran aquí sí puede considerarse a la altura de las del otro film. Es la que se establece entre el Asesino (Leon Lai) y su Agente (Michelle Reis), que parece combinar las dos tramas de CHUNGKING EXPRESS. Es la historia de un asesino a sueldo (similar a la primera de aquel film) y a la vez la de un romance a la distancia, hecho a partir de personajes que casi no se cruzan en el tiempo ni en el espacio. Ella es la encargada de darle a él «tareas» para realizar y, mientras tanto, se dedica a limpiar y acomodar su departamento (entre otras cosas que hace allí), tal como lo hacía Faye Wong en el anterior film. Y también, como en esa historia, la chica tiene una suerte de romance in absentia con su objeto de deseo. El, en tanto, entre matanza y matanza (filmadas también usando step printing y cámara lenta), se engancha con una chica rubia con la que tiene una aventura.

Será esta «Blondie» (Karen Mok) la que conecta esta historia con la otra, que aquí se entrecruzan más entre sí que en CHUNGKING…, tanto en la diégesis del film como en la propia narración. Kaneshiro encarna a Ho, una suerte de criminal mudo (su voz, igualmente, se escucha en el off) con hábitos un tanto payasescos que funciona con parecidos recursos a los otros personajes de esta «serie» de películas: se mete en negocios en horarios en los que están cerrados para vender las cosas que hay allí y tiene también algunos temitas con las fechas, los vencimientos de los productos y los amores no correspondidos. En este caso se trata de Cherry (Charlie Yeung), una chica que está buscando a la tal Blondie y termina llevándoselo consigo en su atropellada y nerviosa persecución.

Esta segunda historia tiene un costado un tanto más poético y melancólico ligado a la relación entre Ho y su anciano padre taiwanés, pero gran parte del tiempo se va en las andanzas casi de comedia aparatosa que tiene la dupla o él por su cuenta. Más allá de algunos bellos momentos capturados por la cámara de Doyle –especialmente los relacionados con veloces viajes en moto que hacen por las autopistas de la ciudad–, esta subtrama de ANGELES CAIDOS no está a la altura de la anterior y por momentos se extiende más de lo necesario.

Se podría decir que la película en sí es una suerte de juego de pruebas y errores, de ensayos visuales, de intentos de Wong y Doyle de encontrar maneras, tonos y colores para filmar Hong Kong, en especial los lugares menos turísticos de la ciudad en sus horarios más oscuros y hasta tenebrosos. En el último plano, cuando vemos la ciudad de los rascacielos a plena luz del día, da la sensación de que estamos en otro lugar, uno que poco tiene que ver con esa periferia en la que la película se mueve durante el resto de su metraje.

Salvo en ciertos momentos, a FALLEN ANGELS le falta la potencia emocional que tiene el anterior film, se le nota más su pose un tanto hipster (su uso de una canción que samplea «Karmacoma» de Massive Attack opera a la hora de dar esa sensación) y su carácter un tanto improvisado, con ideas temáticas «atadas» a partir de las voces en off intercaladas. Acaso el momento en el que Reis se masturba pensando en su «socio» mientras se oye un tema de Laurie Anderson («Speak My Language«) o las escenas en las que ella anda por vacías estaciones de trenes subterráneos califican como momentos particularmente inspirados que van más allá del efecto y de capturar cierto aura.

De todos modos, aún con ese costado que deja entrever los vicios de su época, la película tiene una inspiración visual que va más allá de las inconsistencias dramáticas. Las escenas con Kaneshiro y su «heladería ambulante» pueden ser banales e intrascendentes pero Wong y Doyle capturan maravillosamente la conjunción entre interiores iluminados y exteriores oscuros, algo que también se luce mucho en los planos del departamento que, visto desde el exterior, parece suspendido en el espacio. Las escenas de acción tienen el mismo efecto: se disfrutan como ejercicio estético ya que no tienen –salvo una de ellas– ningún valor dramático.

Esa es la zona poética en la que se mueve esta película, la que logra producir deleite visual aún cuando las figuras formales y las ideas dramáticas sean repetidas o ya se hayan estandarizado. Su siguiente film, HAPPY TOGETHER, lograría sí dar un cierre perfecto a esta etapa estética más «sucia» del realizador. Más adelante vendría IN THE MOOD FOR LOVE y la historia empezaría a ser otra, en algunas cosas muy diferente.

Nota: de todas las películas remasterizadas para la edición Criterion, que son las que se ven en MUBI, FALLEN ANGELS es la que sufrió más modificaciones. El llamado «aspect ratio» (la relación entre el ancho y el alto de la imagen) era de 1.85:1 y ahora cambió a 2.39:1, lo cual modifica bastante la proporción del cuadro, algo que se ha hecho no extendiendo los márgenes sino cortando su parte superior e inferior, deformando y alterando la impresión que se tiene en función también de los lentes usados. Por otro lado, por una serie de decisiones estéticas de Wong, verán que hay más imágenes en blanco y negro de escenas que antes eran en color, además de cambios generales en la gradación de color del film, algo que también está en las otras restauraciones. Si bien son modificaciones importantes, salvo que uno tenga una relación muy íntima, cercana y hasta fetichista con el film (como es el caso de este muy enojado analista), no alteran fuertemente su resultado final. Aquí abajo hay un ejemplo de cambios de proporción y de color en algunas escenas.