Estrenos online: crítica de «Malmkrog», de Cristi Puiu (MUBI)
Este filme de 200 minutos del director de «La muerte del Sr. Lazarescu» transcurre a principios del siglo XX en un castillo en el que cinco personas debaten sobre el Bien, el Mal, la existencia de Dios y el destino de Europa. Premiado en la Berlinale 2020, se estrena en la plataforma de streaming el 3 de abril.
La primera palabra que se le va a cruzar a cualquiera por la cabeza tras ver MALMKROG es que es una película «ardua». Dicho de otro modo: compleja, larga, difícil, áspera, no apta para impacientes y hasta complicada para los amantes del cine de autor, rumano inclusive. Convengamos que el director de SIERANEVADA no lo pone fácil. Su película de 200 minutos se centra en las conversaciones que cinco aristócratas tienen en un elegante castillo ubicado en el Este de Europa a principios del siglo XX. Y no se trata de conversaciones simples, ni siquiera le facilitan la tarea al espectador entrando en territorios emocionales o personales. No. Puiu los hace discutir sobre el Bien, el Mal, la existencia de Dios y del Anticristo, la necesidad de las guerras, el valor de la cultura, el futuro de Europa y temas similares con el refinado aire de una conversación entre intelectuales de la época.
No, no es fácil. Pero si uno se adapta al ritmo, si entra en sus códigos y empieza a entender que además de esa película hay otras dos o tres corriendo en paralelo, puede encontrarse fascinado con la experiencia. Agotadora, sí, pero reveladora también. El film, que parece adaptado de una obra teatral pero en realidad tiene como base un libro de conversaciones teóricas del ruso Vladimir Solovyov, transcurre en su totalidad dentro de un castillo en algún lugar indefinido de Europa del Este. Allí, Nikolai, el dueño de casa, ha reunido a un grupo de amigos para una velada social en la que se beberá, se comerá y, mientras los sirvientes trabajan constantemente a su alrededor, se hablará de algunos «temas relevantes».
Los invitados de Nikolai son una joven llamada Olga, un hombre de negocios (Edouard), la esposa de un general (Ingrida) y una viuda (Madeleine). Y la película se organizará en seis partes, en las que se irán debatiendo distintos temas y poniendo en consideración –de modo elegante aunque por momentos sutilmente agresivos– diferentes miradas del mundo. En cierto punto, sus largos y cambiantes debates parecen tener como eje central la idea de la existencia del Mal en el mundo y cómo combatirlo. El punto de vista cristiano (representado, fundamentalmente, por la joven Olga) tiende a ser el de «poner la otra mejilla» y jamás responder violencia con violencia. Nikolai, en tanto, es más «realista» o cínico al respecto y cree que la única forma de detener ese Mal es usando las propias armas del enemigo. Edouard, en tanto, parece optar por la idea de la cultura y la civilización (el mito de «Europa») como formas de escapar de agresiones foráneas.
La película va girando de a poco a través de dos ejes fundamentales. Uno tiene que ver con la puesta en escena. Cada episodio está filmando de diferente manera. El primero a través de planos generales y largos en los que las conversaciones se organizan, digamos, teatralmente, con los actores ubicados en el espacio de maneras casi geométricas. En el segundo la cámara empieza a parecerse más a la de SIERANEVADA y a navegar por los espacios del castillo, a tomar las conversaciones de los sirvientes que, además de llevar comida y limpiar cuidan a un hombre mayor enfermo que está en uno de los cuartos de la casa. La tercera manera será una más clásica de planos y contraplanos alrededor de una mesa, donde –en paralelo a los temas puestos en discusión– podremos ir viendo cómo se relacionan los personajes, los cruces de miradas, las sonrisas cómplices y fastidios mutuos. Es lo más parecido que tenemos a una información «psicológica» de quién es cada uno y cómo se relacionan entre sí. En los tres episodios subsiguientes esa estructura regresará, pero con algunas alteraciones.
El otro tiene que ver con la cronología de los hechos, que no está necesariamente organizada según los parámetros convencionales. Si bien es un tema que no queda completamente claro, lo cierto es que los hechos se suceden de una forma curiosa. Se puede pensar que los episodios van y vienen en el tiempo –o a lo largo de las horas del día– o bien que funcionan dentro de una estructura más inasible, a lo EL AÑO PASADO EN MARIENBAD, de Alain Resnais, o bien EL ANGEL EXTERMINADOR o EL DISCRETO ENCANTO DE LA BURGUESIA, de Luis Buñuel. Algo de eso saltará a la luz después de una situación tensa que se vivirá al final del tercer episodio y que es, quizás, el único momento en el que Puiu sale de la rutina de las conversaciones o de la observación de las personas y el lugar.
De a poco el film va construyendo un lateral drama en torno a lo que estos personajes dicen y a lo que hacen, a lo que profesan y a cómo se comportan. Verlos hablar de conceptos como el Bien o la superioridad de la cultura occidental mientras por detrás vemos a media docena de personas corriendo a su servicio parece otorgar alguna posible clave de lectura. Y si la relacionamos con otros films de Puiu (como AURORA, por ejemplo) veremos que también acá el realizador rumano encuentra la manera de poner conceptos filosóficos en acción. Los personajes parecen vivir en un universo en el que lo que decimos, lo que hacemos y lo que somos no siempre van por carriles paralelos. Y su supuesta «autoridad moral» para discutir ciertos valores se ve horadada muchas veces por sus propios actos. Cien años después, las cosas no parecen haber cambiado demasiado.