Series: crítica de «ELLOS: Temporada 1», de Little Marvin (Amazon Prime Video)

Series: crítica de «ELLOS: Temporada 1», de Little Marvin (Amazon Prime Video)

La primera temporada de esta serie de terror se centra en una familia afroamericana que se muda a un barrio blanco de Los Angeles en los años ’50 en el que los vecinos les hacen la vida imposible.

Los traumas del racismo han empezado a ser parte integral del género del terror en los Estados Unidos a partir del éxito de películas como HUYE! y en función de un contexto social de violencia contra los afroamericanos. Más películas y series han ido apareciendo en los últimos años, siendo quizás LOVECRAFT COUNTRY la más conocida y promocionada. Aquel show de HBO no estuvo nunca a la altura de la expectativa que se había creado en torno a él y ahora es el turno de ELLOS, una serie de Amazon Prime que se mueve dentro de parámetros similares pero partiendo de un universo bastante más realista.

ELLOS es lo que se llama una serie de antología, en la que cada temporada se cuenta una historia distinta cuya única relación con las otras es temática o estilística. La primera, subtitulada en inglés «Covenant» (Convenio), se centra en los Emory, una familia de Carolina del Norte que migró –como muchísimos afroamericanos después de la Segunda Guerra Mundial– del sur del país hacia las ciudades más grandes e industrializadas como Nueva York, Chicago o Los Angeles. A través de diez episodios lo que se narra aquí es la más que complicada «adaptación» de los Emory a vivir en la gran ciudad californiana, más específicamente en East Compton, barrio que en los años ’50 estaba prácticamente todo habitado por gente blanca.

Los Emory no llegan «livianos» sino que cargan con el peso de una muy traumática situación en su tierra natal que los ha hecho huir de ahí y que ha dejado consecuencias en su percepción de la realidad, ya que cada personaje empieza a entablar «relaciones» con seres que no existen. Uno de los elementos más interesantes de la serie está en la manera en la que las visiones horrorosas de sus protagonistas –las más ligadas a lo fantástico, no el terror real generado por sus vecinos racistas– sean un producto directo de esa fuerte experiencia. El fantástico, aquí, funciona como sublimación de la situación traumática pero también como eco siniestro de la experiencia cotidiana.

La familia no es bien recibida por los vecinos de East Compton quienes, conducidos por la fanática y perversa Betty (Alison Pill), le entablan una guerra hecha y derecha con el objetivo de sacarlos de ahí como sea. Y gran parte de la temporada se irá en esas batallas, que de a poco irán incluyendo más y más elementos sobrenaturales ligados a la manera en la que cada uno de los cuatro miembros de la familia (padre, madre y dos hijas) van procesando de modos cada vez más pesadillescas lo que les está sucediendo.

Durante la primera mitad de la serie –y en algunos momentos de los episodios siguientes– la temática más sociológica se va encadenando muy bien con la más puramente fantástica. El problema de ELLOS está en qué, a partir de cierto momento, pierde interés en la lógica interna de lo que está contando y pasa a transformarse en un alegato un tanto simplista y ampuloso, un problema que suele atorar dramáticamente a muchas series y películas que se dejan dominar por su extrema «corrección política» y pierden de vista la lógica intrínseca de la historia.

Mientras veía los varios cierres de la serie pensaba que, en algún momento, se va a tornar imposible hacer productos audiovisuales de género puro y duro, ya que no existirá la posibilidad de crear otro tipo de villanos que no sean hombres blancos con dinero. Si se aplica a los géneros esa lógica «correctiva» que se le está aplicando al mundo –los héroes de entonces son los villanos de ahora y viceversa– todo volverá a ser tan básico y reduccionista como lo era en la década de ’30. No habrá lugar para complejidades psicológicas, personajes ambiguos o para ningún tipo de «grises». Todos serán víctimas directas o indirectas de algún abuso del presente o del pasado, de algún pecado original que los precede.

Lo que sí la serie describe a la perfección –a tal punto que tiene un episodio, el quinto, dedicado específicamente a analizarlo– es el costado económico del racismo. Para la gente de East Compton el problema de la llegada de los Emory al barrio está ligado, fundamentalmente, a que suponen que tener un «vecino negro» devaluará sus propiedades y perderán de ese modo su capital invertido en ellas. En cambio, para algunos especuladores inmobiliarios, las familias afroamericanas les sirven para hacer dinero ya que, por las complicaciones que suelen tener para acceder a créditos bancarios, terminan entrando en planes con intereses absurdos de los que ellos se aprovechan. Es una batalla real que, pese a muchos cambios que hubo en las leyes, hoy sigue existiendo en varias zonas de ese país.

ELLOS tiene varias escenas que podrían ser consideradas fuertes, de violencia con niños y con situaciones bastante incómodas, mediante las cuales su creador, Little Marvin, y su grupo de realizadores, intentan dejar muy en claro los niveles de abuso y de humillación constante que han vivido los afroamericanos a lo largo de la historia. Hay un episodio en los que se explora el racismo y la esclavitud varios siglos atrás (filmado en blanco y negro) y los flashbacks a las experiencias en el sur son particularmente violentos.

Pese a sus muchos problemas, es innegable que la serie logra crear un clima de terror que por momentos es angustiante. Uno sabe que los protagonistas casi no tienen manera de salir bien parados de la complicadísima situación en la que se han metido –más aún por su negativa a irse de ahí y «seguir huyendo»– y, a la vez, su universo de fantasías empieza a jugarles en contra, enfrentándolos entre sí, y generándoles aún más conflictos con el afuera.

Si la serie hubiese culminado en el séptimo episodio podría haber tenido un mayor impacto y potencia, especialmente en lo que respecta a la relación entre sus elementos más de género y su mirada psicológica y económica al problema del racismo. Eso se va diluyendo luego en una innecesaria búsqueda de impacto que, sumada a algunas decisiones narrativas bastante curiosas, terminan generando un cierre tan grandilocuente como anticlimático.