Clásicos online: crítica de «Carlos», de Olivier Assayas (MUBI)
La versión cinematográfica de la miniserie sobre «El Chacal» llega a la plataforma de streaming. Es un film de acción político centrado en una figura mítica de los años ’70, interpretado por Edgar Ramírez. Crítica publicada originalmente en el diario Clarín, en 2011.
Olivier Assayas asumió el encargo de hacer una miniserie para el Canal + francés acerca de Ilich Ramírez Sánchez, más conocido como “Carlos, el Chacal”, célebre terrorista y ejecutor de varios notorios atentados en los ’70 y ’80. Su contrato incluía entregar una versión para cine que es la que se estrena en los cines y hoy llega a MUBI.
Con una duración de 165 minutos -la mitad de los 330 que duraba la miniserie que se exhibió en el Festival de Cannes en 2010 y luego se vio en la televisión francesa–, CARLOS es una apasionante exploración de ese mundo, tan lejano y tan cercano a la vez, a partir de un hombre de acción, una mezcla de Che Guevara y James Bond, y sus cambios de joven idealista de armas tomar (a nombre del Frente Popular de Liberación de Palestina) a ser casi un mercenario a sueldo de diversos gobiernos de países árabes.
Esa película de geopolítica contemporánea está disimulada dentro de un relato de acción y suspenso apasionantes, con un personaje por lo menos magnético como Carlos. Brazo armado de una revolución árabe marxista –muy distinta a la fundamentalista que llegaría después–, Carlos era una mezcla de galán latino, ejecutor nato, líder carismático y notable estratega que empezó a perder un poco el rumbo a partir de cierta fama conseguida y su transformación en una suerte de mito urbano.
El más célebre de sus operativos –-que ocupa casi la mitad del relato– es la toma de rehenes en la reunión de delegados de la OPEP, en Viena, 1975. Con un grupo comando, «El Chacal» asaltó esta reunión de ministros de países exportadores de petróleo con un falso objetivo, los subió a un avión y se vio enfrentado a la situación de un mundo árabe más complejo de lo que suponía.
Si la película no llega a la excelencia de la miniserie es porque el relato de largo aliento de aquella permitía entrelazar mejor las secuencias de acción y suspenso con la vida personal de Carlos, pero sobretodo con la compleja estructura política en la que se hallaba inserto, trabajando para nombres que siguieron sonando por décadas, como Gadafi o Saddam Hussein. Permitía, también, por motivos del formato, diversos y sucesivos picos dramáticos.
Pese a sus 165 minutos, ésta se siente como una versión clipeada, apurada y resumida de 25 años de historia. Lo cual no afecta su calidad como entretenimiento. De hecho, se podría decir que ahora es un relato de acción y suspenso, con unos pocos intervalos. Assayas conduce con mano maestra las escenas de acción, siempre pendiente de que el espectador entienda lo que pasa, porqué y cuáles son las fuerzas enfrentadas sin perder de vista el impacto o la tensión.
Con un uso brillante de la música (prueba de que bandas como Wire, A Certain Ratio, New Order o The Feelies pueden ser propulsivos motores de escenas de acción, si bien son posteriores a muchos de los hechos) y una actuación magnética del venezolano Edgar Ramírez, CARLOS es un filme que –como MUNICH, de Steven Spielberg–, hace que las palabras acción política cobren otro significado: el de género cinematográfico.
Crítica original publicada en el diario Clarín el 16 de junio de 2011. Link, acá.
ATENCIÓN LEER ESTE COMENTARIO DESPUÉS DE VER LA PELÍCULA.
No soy un espectador que haya visto demasiado de Olivier Assayas pero reconozco su talento para contar historias en películas ambiciosas como EL OTRO LADO DEL ÉXITO (con gran trabajo de la Binoche) o en una comedia liviana como DOUBLES VIES con un homenaje cinéfilo a Woody Allen.
Quizás por eso puse demasiadas expectativas en CARLOS y el resultado es algo decepcionante.
Se trata de una película de acción sobre la historia de un dirigente que se proclamaba revolucionario pero que en un momento de su vida hizo un clic, se dedicó a hacer plata y terminó siendo detenido poco antes de hacerse una lipoaspiración para sacarse varios kilos de grasa que le sobraban.
Si la intención de Assayas fue hacer una caricatura de la suerte de algunos dirigentes que en la juventud se identificaron con la izquierda y luego con las cuentas anónimas en paraísos fiscales, le falta humor y como película de debate político es bastante leve y se queda en la superficie.
Lo mejor viene de parte de su protagonista Edgar Ramírez en un filme que entretiene y punto (6/10)
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