Series: reseña de “Kevin Can Fuck Himself”, de Valerie Armstrong (AMC)

Series: reseña de “Kevin Can Fuck Himself”, de Valerie Armstrong (AMC)

Esta original serie combina sitcom y drama para contar la doble vida de una mujer que debe lidiar con su disfuncional familia. Con Annie Murphy.

Toda una curiosidad y no solo por su impublicable título (en Estados Unidos al menos), KEVIN CAN FUCK HIMSELF es un producto que, sin ser del todo original, propone una interesante mirada sobre la televisión. De una manera que tiene algunos puntos en común con la vista hace poco en WANDAVISION, la serie creada por Valerie Armstrong funciona por dos carriles paralelos. Por un lado, es una sitcom. Cada vez que Allison, la protagonista, entra al living de la casa en la que vive con su marido Kevin, la música, las risas, la iluminación, el montaje y, especialmente, el ritmo de los diálogos son de pura estirpe del más tradicional sitcom.

Bien podríamos estar mirando EVERYBODY LOVES RAYMOND o KEVIN CAN WAIT (la serie con Kevin James que inspiró esta) o comedias aún más antiguas: todo bromas con remates, todas situaciones hogareñas un tanto excesivas y, fundamentalmente, una lógica masculina en la que el tal Kevin, su amigo y su padre hacen y deshacen mientras las mujeres miran desde atrás, sirven, limpian y escuchan. De hecho, cada vez que Allison intenta meter un bocadillo, Kevin se burla de ella, diciéndole que no es divertida.

El cambio radical se produce cuando Allison (Annie Murphy, de SCHITT’S CREEK) sale de ese living. Allí afuera todo se parece más al mundo real o, al menos, a un tipo de drama más cercano a la estética y sensibilidad actuales. La fotografía se oscurece, los diálogos se vuelven más naturalistas y la ciudad (algo que en las sitcoms usualmente es un decorado) se parece más a una real. Allí es donde la chica vive su otra vida, con sus frustraciones, sus intentos de conectar con la gente y, en segunda instancia, con un plan maestro que piensa concretar. Literalmente: matar a su marido.

Relectura en clave feminista de las sitcoms clásicas pero agregándole un trabajo sobre la forma y no solo sobre el contenido, KEVIN CAN FUCK HIMSELF posiciona a Allison en esos espacios en los que logra salir del agobio de su marido, suegro y pesado amigo. Si bien es cierto que no todas las comedias tradicionales dejan a la mujer en ese lugar tan subsirviente y humillante, Armstrong parte de los ejemplos más machistas del género y crea un mundo paralelo en el que la protagonista puede ser sí misma, actuar sin tantas presiones de su entorno familiar.

El living de la sitcom se transforma en el escenario en el que la mujer debe «personificar» un rol familiar para un marido insoportable mientras que en el exterior Allison trata de hacerse valer por sí misma, a veces con dificultades, pero siempre tomando sus propias decisiones y sus riesgos. Se reencuentra con un viejo novio de la juventud, se mezcla en una trama de compra de opioides y, además, va descubriendo que otros de los «personajes» de ese living tienen también vidas muy diferentes alejadas de los reflectores.

La serie apunta a entrar en un territorio policial que quizás no sea el ideal, ya que transformaría a KEVIN CAN FUCK HIMSELF no tanto en un choque entre algo más real y algo más falso sino entre dos estilos, dos géneros televisivos enfrentados: el drama oscuro gangsteril y la comedia tonta. WANDAVISION trabajaba así: la historia de las sitcoms de la «ficción dentro de la ficción» de esa serie de Marvel no se enfrentaba con algo real sino con otro género, en ese caso el de los superhéroes.

Aquí, la actuación de Murphy –casi la única que cambia la cara, el tono y el gesto entre un espacio y el otro– permite imaginar una serie donde se juegue de una manera más directa y hasta cruda con las diferencias entre el «rol público» de la mujer y su vida privada. Si lo que va a contarnos son dos diferentes fantasías (esposa tonta por un lado, violenta vengadora por otro), quizás la serie no termine teniendo tanta fuerza y verdad como parece tener en estos dos primeros episodios vistos hasta ahora. Ojalá eso no suceda. En este ida y vuelta entre «la tele y la vida», en esa relación entre lo público y lo privado, y en la doble vida que la protagonista tiene, KEVIN CAN FUCK HIMSELF logra poner en acción –en drama, en narrativa– lo que muchos estudian durante años en universidades.