Cannes 2021: crítica de «Amparo», de Simón Mesa Soto (Semana de la Crítica)

Cannes 2021: crítica de «Amparo», de Simón Mesa Soto (Semana de la Crítica)

por - cine, Críticas, Festivales
13 Jul, 2021 12:25 | 1 comentario

Esta opera prima colombiana del director premiado con la Palma de Oro por su corto «Leidi» se centra en una madre que intenta de todas las formas posibles sacar a su hijo de una conscripción militar forzosa.

AMPARO, ópera prima de Simón Mesa Soto, ganador de la Palma de Oro en Cannes por su corto LEIDI (2014), comienza con un interrogatorio. Pero no es el habitual que le harían a un detenido en alguna comisaría sino uno para reclutar gente, intentando develar la capacidad que tal o cuál adolescente podría tener de estar frente a una situación del tipo vida o muerte. No tenemos muy clara cuál es la situación –hasta podría ser una entrevista de trabajo un tanto particular– pero es claro por el tono un tanto agresivo del que pregunta (y a quién no vemos en plano) y el miedo del que responde que se trata de una situación donde la violencia entra en juego.

Luego conoceremos a Amparo, una mujer en apariencia callada que vive en las afueras de Medellin, trabaja cosiendo en una fábrica y tiene un amante con el que sueña tomarse unas vacaciones en el mar. Amparo y Elías –el adolescente entrevistado del principio– son madre e hijo (ella tiene también una niña más pequeña, Karen, de otro padre). Y Amparo un día descubre que Elías no ha vuelto al hogar. Y ninguno de sus amigos o conocidos del barrio lo ha visto ni sabe por dónde anda.

Todos suponen que está metido en algún asunto peligroso, pero pronto Amparo se dará cuenta, gracias a la madre de un amigo de su hijo, de la realidad: Elías ha sido reclutado por las fuerzas armadas de Colombia sin aviso alguno a su familia ni a nadie. Y, en pleno 1998 (año en el que transcurre la historia), el conflicto en ese país estaba en un punto muy alto. Mesa Soto se concentra en el punto de vista –más aún, en el rostro– de Amparo para ir narrando los sucesos. Con un formato de pantalla clásico, cerrado (el famoso 4:3), el realizador consigue muchísima intimidad y cercanía con la experiencia emocional de la protagonista.

Es que de ahí en adelante Amparo intentará, de un modo un tanto kafkiano, no solo saber si si hijo ha sido «tomado» por el ejército sino qué hacer y con quién negociar para sacarlo de allí, algo que no parece ser posible por las vías legales y/o convencionales. El recorrido dramático de esa búsqueda será intenso –y en poco tiempo– y Mesa Soto lo llevará adelante mediante un sistema que, por un lado, apuesta al realismo y, por otro, tiene una interesante estilización en los diálogos e intercambios verbales cada vez más bruscos que se van produciendo.

Amparo entra en un laberinto de opciones y posibilidades, sabiendo que todas ellas implican un mayor o menor índice de corrupción y sometimiento, sea via el dinero (mucho más de lo que Amparo tiene o parece poder conseguir) u otras «opciones». Le han dicho que el chico irá a Caquetá en muy pocas horas –una zona peligrosa del sur del país– y que, como todos esos «vagos que los militares recogen de las calles», seguramente lo pondrán en el frente, como soldado raso.

Pero Amparo no solo teme porque ama a su hijo como lo haría cualquier madre sino porque sabe que, por su personalidad temerosa y asustadiza –esa es la impresión que da, al menos, y es así como ella lo ve–, es alguien que no podrá soportar bien una situación de ese tipo, estar en un frente de batalla. El problema es que conseguir el dinero que necesita para sacarlo en apenas unas horas no es sencillo e implica decisiones económicas y personales muy complicadas, incluyendo lidiar con gente de su pasado con los que no tiene la mejor relación y que no parecen muy dispuestos a colaborar con ella.

Lo inquietante y curioso de la propuesta de Soto pasa también por la personificación de Amparo. La composición de la actriz (entiendo que no es profesional) Sandra Melissa Torres no busca la simpatía fácil del espectador ni actúa –salvo en un momento, quizás el único fallido del film– como la clásica madre sufrida. Hay algo duro, impasible, casi mecánico en su forma de hablar que la aleja de los estereotipos melodramáticos del género. Y eso, además de la cámara invasiva de Mesa, le dan a AMPARO una personalidad cinematográfica que no tendría de haberse tratado este mismo asunto desde una perspectiva y con una puesta en escena más convencional.

En cierto sentido, la «captura» de Elías por parte del ejército tiene algo muy parecido a un secuestro (legal, quizás, pero secuestro al fin), algo que queda claro solo con ver los negociados que existen en torno a sacar a los chicos de ese lugar, de esa situación, con la anuencia ni siquiera demasiado disimulada de los propios oficiales. Es que en el marco de la situación política latinoamericana, entre militares y delincuentes quizás haya menos diferencias de las que parecen.