Cannes 2021: crítica de «Futura», de Alice Rohrwacher, Pietro Marcello y Francesco Munzi (Quincena de Realizadores)
Los tres cineastas italianos recorrieron su país antes y durante la pandemia entrevistando a adolescentes y preguntándoles cómo ven su futuro. Un documental al que la realidad llevó por caminos inesperados.
La tarea parecía sencilla, clásica, hasta simpática. Tres cineastas italianos se organizan para recorrer el país de punta a punta con la idea de preguntarles a los jóvenes sobre el futuro: ¿cómo lo ven? ¿Qué esperan? ¿Qué quieren? ¿Qué temen? Alice Rohrwacher, Pietro Marcello y Francesco Munzi –al menos los dos primeros, entre los más celebrados realizadores surgidos en ese país en la última década– emprendieron ese recorrido a comienzos del 2020. Y FUTURA se centra en estos jóvenes y sus sueños y miedos frente a, bueno, el futuro. Lo único que ni los directores ni los entrevistados imaginaban era que ese futuro (el presente, bah) iba a cambiar radicalmente de un día para el otro e iba a modificar los planes… y no solo los de la película.
FUTURA tiene algo clásico, hasta old fashioned en su formato y estética: cada tanto se escucha la voz en off de Rohrwacher narrando algunos acontecimientos ligados más que nada a los cambios de planes de la filmación y la actualidad de la pandemia. Y, por otro lado, hay algo de viejo noticiero en la forma en la que se escuchan las preguntas, fuera de cámara, con las voces de los directores con aspecto de haber sido regrabadas posteriormente y acomodadas para hacer más efectivas las respuestas. Recuerda, fundamentalmente, a cierto cinema verité de los años ’60, especialmente películas como COMIZI D’AMORE, de Pier Paolo Pasolini, quien hacía un similar recorrido y usaba parecidos encuadres para un formato similar de entrevistas, solo que hablando principalmente de sexo y amor. O algunos experimentos de Joris Ivens.
Acá los realizadores no sé meten demasiado en esos terrenos íntimos, si bien algunos surgen naturalmente en los comentarios de los chicos que entrevistan. Desde Venecia a Nápoles, de Palermo a Roma, de Milán a Pisa, de Brescia a Génova, la película va permitiendo escuchar lo que piensan los chicos respecto al estudio, el trabajo, la economía, las redes sociales, las generaciones anteriores, sus padres, los políticos, el medio ambiente y cómo se ven de acá a diez años.
En marzo de 2020, sin embargo, la pandemia altera los planes. De la película, por un lado, que debe detener su grabación. Y de los chicos, a los que reencontramos en el verano boreal de 2020 –después de la primera ola, cuando muchos creían que lo peor había pasado– y a los que podemos ver un tanto alterados por el impacto. Sin embargo en esa etapa FUTURA continúa su recorrido como si lo sucedido fuese ya un recuerdo, volviendo sobre los mismos jóvenes (quienes ya usan poco y nada los tapabocas) y reiniciando la conversación.
Luego hay otro parate (con la segunda ola) y la película allí sí se torna un tanto más un reflejo del presente específico, un retrato en vivo de lo que está sucediendo, ya que –por lo que parece, se ve y se dice– se rueda durante esa suba de casos de fin del 2020 y principios de este año en Europa. Ahí ya notamos otras tensiones, otros miedos y otras preocupaciones. No tan distintas a las anteriores (la película vuelve sobre algunos personajes pero más que nada agrega nuevos), pero quizás más intensas.
La única forma de darnos cuenta quién filma cada cosa es al escuchar las voces de los que preguntan, especialmente Alice (yo, al menos, no distingo las voces de Marcello y Munzi), quien parece oficiar de conductora del relato. Tampoco hay diferencias estilísticas notorias entre lo que cada uno filma. Sobre el final, cuando la película recuerda las brutales manifestaciones que tuvieron lugar contra la reunión del G8 en Génova a principios de siglo, es el único momento en el que FUTURA parece editorializar un poco, acaso dando a entender que esta generación se muestra menos combativa o más realista que la anterior.
Sin embargo no sé intenta nunca generalizar: encontrarán testimonios de chicos muy inteligentes y analíticos (de todos los lugares y las clases sociales) y otros que solo sueñan con hacerse famosos o ser jugadores de fútbol, como si fuera la década del 50, reforzando la característica algo old school del proyecto. Los que esperaban algo más radical o formalmente llamativo de parte de este trío de realizadores se encontrarán con que FUTURA es la más clásica de todas sus películas, una que engancha la Italia más pueblerina que recordamos del pasado con la más moderna y cambiante del presente. Al fin y al cabo, su cine es también eso.
«Sobre el final, cuando la película recuerda las brutales manifestaciones que tuvieron lugar contra la reunión del G8 en Génova a principios de siglo, es el único momento en el que FUTURA parece editorializar un poco, acaso dando a entender que esta generación se muestra menos combativa o más realista que la anterior.»
¿Qué pasa en este documental que al final vira hacía una especie de descontento de viejo cuño, de protestas civilizadas y encauzadas por los mismos de siempre? ¿Qué tiene que ver eso con la juventud? ¿No se contradice cuando trata de inculpar a los jóvenes de su responsabilidad durante la pandemia y sin embargo sí los responsabiliza del uso de la fuerza policial durante las protestas del G8 en Génova? El montaje final legitima el uso de la violencia por parte del Estado. Con la aportación del último chaval, que habla de no cruzar ciertas líneas durante las manifestaciones porque la cosa puede acabar en el caos o la «anarquía», y encima justamente después muestran las imágenes de archivo de la contracumbre de Génova como si fuese un éxito cuando es pacífica, y cuando no lo es, como si fuese un fracaso por el uso de la acción directa (bloque negro). Lo que ocurrió en el asalto a la escuela Díaz por parte de la policía italiana, fue puro terrorismo de Estado llevado a cabo por un país ya altamente curtido en esas prácticas. Los jóvenes “incontrolados” no tuvieron ninguna responsabilidad, ni individual ni política.