Cannes 2021: crítica de «Murina», de Antoneta Alamat Kusijanović (Quincena de Realizadores)

Cannes 2021: crítica de «Murina», de Antoneta Alamat Kusijanović (Quincena de Realizadores)

por - cine, Críticas, Festivales
12 Jul, 2021 08:04 | Sin comentarios

Este drama croata se centra en una adolescente que vive en una aparentemente paradisíaca isla de la que se quiere escapar debido a la pésima relación que tiene con su padre.

En un lugar paradisíaco para verlo en tarjetas postales o como turista vive la protagonista de MURINA, esta coproducción entre Croacia y Brasil (raro combo, que se debe a la participación de RT Features) en la que además figura el propio Martin Scorsese como productor ejecutivo. De lejos tiene algo de ideal: playas, mar azul, elegantes casas, lanchas, barcos. Pero apenas la realizadora acerca un poco la cámara queda claro que las cosas que se viven allí no son tan plácidas como lo parecen. Especialmente para la protagonista.

En un film que tiene puntos en común con otros vistos en el festival –y en los que chicas viven atrapadas o bajo enorme presión de figuras paternas brutales–, la realizadora se centra en Julija (Gracija Filipović), quien vive en ese lugar y tiene una especial fascinación con el mar. El problema pasa fundamentalmente por la relación que tiene con su padre, Ante (Leon Lučev), un tipo autoritario, demandante, agresivo y brutal. El tipo no solo la maltrata y agrede a ella sino que hace lo mismo con su madre. Lo que Julija no tolera, entre otras cosas, es que su progenitora jamás le conteste y parezca tolerar y aceptar el comportamiento agresivo y violento de su marido.

La visita de un empresario con el que el padre de Julija desea asociarse para un proyecto que podría darle dinero –la situación económica en el lugar y para la familia no es la mejor– aparece como un arma de doble filo. Por un lado, porque obliga a la hija a aceptar todo lo que su padre le diga durante el tiempo que este invitado se quede en su casos. Por otro, porque sabe que también tiene el poder de sembrar el caos alrededor suyo y «devolverle gentilezas» a su padre. Pero lo que ella más quiere es, claro, irse de allí. Y si puede hacer que su madre se vaya con ella, mejor. Pero no será una tarea fácil ya que, entre otras cosas, su padre no es un hombre fácil. Y el invitado, bueno, tampoco tanto como parece en un principio.

De a poco, MURINA se irá volviendo un thriller cada vez más intenso, físicamente violento, angustiante en algún punto, con ese cuarteto de protagonistas –más un largo grupo de personas que se hacen presentes, especialmente cuando el recién llegado es agasajado por los locales– enredados en una batalla psicológica que incluye, además, raras tensiones sexuales. La realizadora agrega también como elemento dramático importante el deseo (casi la necesidad) de Julija de sacar a su madre de esa situación de aceptación y complacencia que tiene.

Es cierto que el film, en algún momento, subrayará demasiado sus intenciones. Cualquier espectador atento a lo que pasa se dará cuenta por sí mismo que se trata de un film sobre las formas más violentas del machismo –patriarcado en versión Este de Europa, sección Balcanes–, pero en algún momento Kosijanović cae en algunos convencionalismos innecesarios, de esas situaciones que funcionan mejor en los papeles (en el guión) que en los hechos. Las caras, la naturaleza, la propia lógica del mundo en el que viven y sus elementos dejan en todo momento a las claras lo que uno ya sabe: que el mar —y todo lo que lo rodea— siempre es más peligroso de lo que parece.