Cannes 2021: crítica de “Noche de fuego”, de Tatiana Huezo (Un Certain Regard)
La primera película de ficción de la realizadora mexicana se centra en una chica que trata de sobrevivir en un pueblo constantemente amenazado por narcos y paramilitares.
Después de dos muy buenos documentales como EL LUGAR MÁS PEQUEÑO y TEMPESTAD, la realizadora mexicana nacida en El Salvador, Tatiana Huezo, debuta en el largometraje de ficción con NOCHE DE FUEGO, una película en la que vuelve a centrarse en conflictos violentos que tienen lugar en su país. Inspirada libremente en una novela de Jennifer Clement (titulada LADYDI en castellano y PRAYERS FOR THE STOLEN en inglés), Huezo pone su mirada en la región de Guerrero y construye su historia a partir de las experiencias de Ana, una niña de nueve años que vive con su madre en una zona campestre en la que, claramente, empiezan a transcurrir episodios cada vez más violentos con narcos y paramilitares.
Desde el punto de vista de la niña es difícil entender del todo lo que está pasando. En la televisión se escuchan algunas noticias y se pide la intervención policial pero para Ana su vida continúa, al menos al principio, alejada de eso tan peligroso y complicado que está sucediendo. De todos modos, aún en la lógica de los chicos, hay una violencia que se hace presente en los intercambios más casuales.
Las chicas más grandes, las que trabajan en la cosecha de amapola, ya saben de qué se trata. Y si bien las más chicas (Paula y María son las niñas con las que Ana pasa la mayor parte de su tiempo) siguen jugando, no solo son conscientes de que un peligro acecha sino que hasta han sido entrenadas por sus madres para saber cómo evitarlo. Y escuchan, además, lo que se dice a su alrededor, ya que el miedo atraviesa cada intercambio, cada charla, especialmente cuando se habla de chicas que «se llevaron» o de familias que «se fueron del pueblo».
«El pelo crece, mi niña», le dice la peluquera cuando le corta el pelo a Ana con la excusa de evitar los piojos cuando en realidad lo hace para evitar que la secuestren los narcos. Pero ella no puede evitar llorar desconsoladamente. Esa pérdida del cabello es también una pérdida de la inocencia, inocencia que jamás recuperará. La calle, afuera, sigue rodeada de militares, señal inequívoca que la situación en la zona se está complicando cada vez más.
NOCHE DE FUEGO tiene algunos puntos de contacto con LA CIVIL, otro film mexicano (en esee caso la directora es rumana) dirigido por una mujer y centrado en la violencia social y política del país contada desde la experiencia femenina. La diferencia aquí es que la mirada es la de una niña y por eso más vivencial y menos dogmática. El peligro y la idea de la muerte invade sus juegos y travesuras (a Ana, por ejemplo, se le da por meterse bajo las sábanas y aguantar la respiración), pero la visión del peligro para ellas es más indefinida, casi conceptual.
Promediando el relato, NOCHES DE FUEGO pegará un salto de cinco años y reencontrará a las tres amigas ya adolescentes. Pero los problemas en la zona no habrán cambiado demasiado. «Es el cartel nuevo», dice unas de las mujeres del pueblo. Nuevos nombres y caras, pero igual situación. O aún peor. Y si bien las chicas logran vivir momentos importantes de la adolescencia juntas (salidas, fiestas, alguna historia de amor), la sensación de peligro inminente sigue ahí.
La película se irá volviendo más intensa y hasta violenta con el correr de los minutos y la cercanía del peligro. Allí, Huezo transformará a Ana en la protagonista de una serie de situaciones cada vez más densas y emocionalmente devastadoras. El film es una historia de supervivencia y de imaginación para escapar de un círculo de terror que atraviesa a las mujeres del pueblo, sean adultas, adolescentes o pequeñas. Un circuito de violencia que atrapa a las niñas desde muy pequeñas y que no las libera nunca más.