Cannes 2021: crítica de «Olga», de Elie Grappe (Semana de la Crítica)

Cannes 2021: crítica de «Olga», de Elie Grappe (Semana de la Crítica)

por - cine, Críticas, Festivales
09 Jul, 2021 08:49 | Sin comentarios

Este drama va de lo deportivo a lo político al seguir a una gimnasta ucraniana que deja a su madre y sus amigas para irse a competir para Suiza cuando la situación en su país se complica en 2013, con revueltas populares y disturbios.

Lo privado y lo público, lo personal y lo político, se cruzan de una manera bastante reveladora en OLGA, opera prima del joven realizador francés Elie Grappe. El personaje que da título al film es una adolescente de unos 15 años, ucraniana, que entrena fuertemente para participar en las competencias europeas de gimnasia deportiva de 2013, pensando también en un futuro olímpico. Su madre, una periodista ucraniana que está ocupada en las denuncias contra el entonces presidente de ese país Viktor Yanukovych, no le presta la atención que ella requiere. Y en una de las primeras escenas de la película, el choque de ambos mundos es literal ya que mientras madre e hija viajan en auto las atropellan en la calle, en lo que claramente es un atentado contra su madre. Y Olga termina con lesiones en los brazos.

Uno imagina que eso llevará a complicaciones en la carrera de Olga, pero no es así. Al menos, no por cuestiones físicas. La película salta en el tiempo lo que parecen ser unos meses y vemos que la chica (encarnada por la verdadera gimnasta ucraniana Anastasia Budiashkina, aunque el caso que narra no es real) se ha mudado a Suiza, para competir por ese país, ya que su fallecido padre es de ese origen. Su madre, en tanto, se ha quedado en Kiev, trabajando en un momento en el que la situación política en ese país –poco antes de los eventos conocidos como Euromaidán, en el que se produjeron manifestaciones que terminaron, meses después, con la renuncia del presidente– se empieza a volver más y más complicada.

OLGA irá narrando el entrenamiento, las dificultades y los problemas de la chica, ya en Suiza, quien por un lado tiene que lidiar con su intención de mejorar para competir (en un centro donde no es del todo bien recibida por sus nuevas compañeras) y, por otro, no puede dejar de estar pendiente de lo que sucede en Kiev. A través de las noticias y videos que se envía con sus amigas que siguen allá, Olga vive con mezcla de alegría y tensión la suerte de revolución popular que se produce en las calles de la capital ucraniana. Con los días, como se sabe, el asunto se torna más y más violento. Y la ilusión de Olga se empieza a transformar en preocupación casi constante, algo que no la ayuda para nada ni en sus entrenamientos ni en su adaptación a su nuevo espacio.

Para la chica la duda está entre seguir entrenando para competir o volver a su país a «poner el cuerpo» en otro tipo de causa. Y sobre esta base está montada esta efectiva película, que dedica buena parte de su tiempo narrativo en los entrenamientos, lesiones, caídas, esfuerzos y dificultades que Olga tiene en su práctica deportiva. Grappe usa videos originales de las manifestaciones y disturbios en la plaza Maidán –algunos verdaderamente impactantes– y los incorpora al relato, la mayor parte de las veces desde el punto de vista de la chica quien, al verlos por internet, se siente impotente en medio de su particular situación. A la vez sabe que su madre corre riesgos, lo cual le agrega otro específico asunto para preocuparse. ¿Podrá el deporte ayudarla a trabajar sobre eso? ¿O terminará siendo un problema para ella?

OLGA no da respuestas sobre eso. Presenta el conflicto –claro, conciso, evidente– y más allá de algunos juegos visuales espacio/temporales un tanto juveniles del director, es muy efectivo como relato. Para los conocedores de las dificultades específicas de la gimnasia deportiva –a la chica se la ve practicar casi siempre barras asimétricas–, la película dará otro tema de interés. Al resto, claro, el temor constante de que la tensión acumulada en la protagonista derive en algún doloroso accidente le dará un toque extra de suspenso.

Pero lo principal no pasa por las actuaciones deportivas –de hecho el director se salta tópicos como resultados o clasificaciones– sino por ese coming of age de una protagonista que ve como el mundo real se interpone en sus sueños y tiene que decidir qué camino tomar. No es algo muy distinto, digamos, a lo que está pasando ahora con los inminentes Juegos Olímpicos y el COVID-19. Seguramente en pocas semanas nos enteraremos de historias que, de algún modo u otro, han tenido puntos en común con la de Olga. Es que la realidad no siempre juega para el mismo lado que los sueños.