Cannes 2021: crítica de «Small Body», de Laura Samani (Semana de la Crítica)
Esta fábula italiana transcurre a principios del siglo XX y se centra en una mujer que emprende un peligroso viaje para poder bautizar a su bebé que murió en el parto.
Una historia con mucho de leyenda, de folclore popular, SMALL BODY (PICCOLO CORPO, en el original) es también una película misteriosa y ambigua, por momentos fascinante, acerca del extraño viaje que una mujer emprende con un propósito por lo menos inquietante. Dirigida por Laura Samani en su opera prima, se presenta también como una relectura feminista de ciertos mitos tradicionales.
Cuando empieza la película –que transcurre en una imprecisa época y lugar pero que tiene todas la apariencia ser ser una isla de Italia a principios del siglo XX–, la embarazada Agata es parte de una ceremonia tradicional antes de recibir a su esperado bebé. Pero la criatura muere en el parto y la joven mujer queda desconsolada, abatida. Y su gran temor es que, como la tradición católica no permite bautizar a la bebé fallecida, quedará en un perpetuo y eterno Limbo.
De a poco, Agata comienza a obsesionarse con una idea, uno de esos mitos populares que le cuentan los pobladores de allí: que existe un lugar, una especie de santuario alejado y en medio de una montaña, en el que los bebés muertos son revividos por un segundo para ser bautizados y luego cristianamente enterrados.
Como todos en el pueblo se oponen a que la frágil mujer haga ese viaje, la joven, inexperta y aún físicamente frágil Agata termina huyendo con el pequeño ataúd escondido a cuestas, a vivir una aventura propia de un western, metiéndose en problemas, conociendo gente nueva y distinta (que habla otro dialecto y hasta otros idiomas) y estableciendo una relación de amistad y compañerismo con Lince, un joven que también huye pero por circunstancias que suponemos muy diferentes.
La historia de una amistad forjada contra el dolor y el prejuicio, una triste fábula sobre la necesidad de clausurar un doloroso episodio, un por momentos cautivante relato que moderniza ciertas leyendas y mitos populares, SMALL BODY tiene momentos fascinantes y visualmente ricos (la nieve, el océano y el territorio montañoso juegan roles cruciales) que van creando un relato que es, a la vez, pura fantasía pero que está sostenido en sensaciones y sentimientos humanos. Con algunas similitudes con RE GRANCHIO, la coproducción italo-argentina que transita por algunos similares carriles estéticos y temáticos, la ópera prima de la italiana Samani es otra prueba de que hay una nueva generación de realizadores y realizadoras que están recuperando las grandes tradiciones del cine de ese país.
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