Cannes 2021: crítica de «Streetwise», de Na Jiazuo (Un Certain Regard)
Un joven inexperto trabaja a las órdenes de un mafioso recolectando dinero para así poder pagar los gastos médicos de su padre en este muy buen ejemplar de cine negro chino.
Una de las películas visualmente más elegantes que he visto entre las programadas en Cannes, STREETWISE (GAEY WA’R, en el original) combina film de gángsters y melodrama de una manera visualmente bella pero a la vez realista. La opera prima de Na Jiazuo tiene tres ejes narrativos paralelos que se van cruzando a lo largo de su metraje, en todos los casos relacionados a las peripecias y problemas del joven Dongzi (Li Jiuxiao) quien, por un lado, trabaja recolectando deudas para un mafioso de la zona de Sichuan; por otro, debe lidiar con su padre enfermo con el que tiene un pésima relación, y tiene, además, una relación entre romántica y platónica con la ex pareja de uno de sus jefes.
Si bien la película arranca en 2010 con Dongzi recordando los hechos, vuelve rápidamente al 2004, época en la que él es un joven aprendiz en este trabajillo de «recolector» de dinero, recibiendo más golpes de los que aplica y sin lograr ser convincente en su trabajo, por más esfuerzos que ponga su jefe inmediato Xu Jun (Yu Ailei), un tipo duro que en un enfrentamiento quedó rengo y necesita la ayuda del joven. Ayuda que Dongzi no alcanza a darle. En lo que sí lo ayuda es a quedarse con algún vuelto –Xu Yun es un especialista en eso– que él necesita para ayudar a su padre.
En un film que va y viene por esos tres ejes de la historia antes mencionados, la voz en off del protagonista nos da a entender que su padre es un tipo imposible, violento y agresivo, que terminó acabando con la vida de su madre y que hoy tiene graves problemas cardíacos que no le impiden seguir siendo tan insoportable como siempre. Pese a que lo odia, a Dongzi no le queda otra que pagarle las cuentas médicas, algo que hace a regañadientes y que lo fuerza a tener ese trabajo para el que, claramente, no está aún capacitado.
Y el tercer eje de la historia está ligado a la relación que mantiene con Jiu’er (Huang Miyi), una joven dueña de un local de tatuajes con la que entabla una relación más platónica que romántica. Es que Dongzi no puede «romper los límites» allí ya que la joven y bella mujer es la ex esposa, y recientemente separada, de Mr. Four (Sha Baoliang), el jefe para el que él y Xu Jun trabajan. Y hay cosas en las que no conviene enredarse. El problema es que muchos sospechan que algo allí sucede y las noticias vuelan demasiado rápido.
Como un típico film noir, el protagonista recibe una incontable serie de duros golpes a lo largo de su camino, tanto en lo criminal como en lo personal. Con apósitos en su cabeza y la sensación de que cada lugar al que va está rodeado de peligro –incluso su padre le pega cuando lo va a visitar–, Dongzi trata de moverse en una zona en la que no tiene muchas opciones. Tampoco Xu Jun, cuyos robo de dinero recuperado es descubierto por sus jefes. En una ciudad que parece haber quedado al margen del boom económico de China en los 2000 -o abandonada por los que se fueron a buscar mejor suerte a otros lados–, las cosas no parecen presentarse demasiado fáciles.
Así, entre muy alcoholizadas sesiones de karaoke, desagradables encuentros con su padre, trabajitos que no siempre salen bien, el protagonista encuentra su único espacio «amable» en los momentos que pasa con Jiu’er. Pero aún eso puede convertirse en un problema ya que su ex sigue obsesionado con ella y lo deja en claro a todo el pueblo. Hasta el padre de Dongzi se entera del asunto y le advierte que no se meta en eso.
Este ejemplar romántico de cine negro perderá un poco la línea en su última media hora, con una serie de cruces fatales, casualidades raras e idas y vueltas entre las subtramas que son un poco confusas, pero lo que se sostiene hasta el último plano –llamativamente raro para una película de corte más o menos realista como esta– es la elegancia visual de Na y de su director de fotografía Li Jianeng para crear climas ominosos, bellos, oscuros, sin recaer en el pintoresquismo y el turismo por zonas exóticas. Con una imagen que recuerda a la de las últimas películas más de corte policial de Jia Zhangke, STREETWISE es una promisoria opera prima de un nuevo cineasta chino que parece encaminado a ponerse en la fila del recambio generacional en ese país.