Cannes 2021: crítica de «Unclenching the Fists», de Kira Kovalenko (Un Certain Regard)
Una chica adolescente de un pequeño pueblo en Rusia tiene que lidiar con un padre severo que la tiene prácticamente encerrada en su casa y no le permite hacer nada en este denso drama.
El cine ruso más realista se hace presente en Cannes con UNCLENCHING THE FISTS, una película dura, áspera, acerca de la complicada relación de una hija con su padre y hermanos. Ada (Milana Aguzarova) es una adolescente que vive en Mizur, un pueblo gris de la república rusa de Osetia del Norte (cercana a Georgia) con su padre Zaur y su hermano menor, Dakko. La vida de ella no parece demasiado atractiva ni interesante –algunos cruces con chicos que le gustan, ir y venir al colegio, pocos amigos– y, encima, tiene un problema mayor que lo engloba todo: su padre no le permite hacer nada, la tiene casi prisionera.
Por cuestiones que iremos descubriendo con el correr de los minutos –y que tienen que ver con el pasado familiar pero también con hechos trágicos que atravesaron–, Zaur le tiene retenido el pasaporte a Ada, no la deja ir a muchos lugares de la ciudad y tiene que rendirle cuentas de todo lo que hace y deja de hacer. Su relación con Dakko no ayuda demasiado: el chico está en su propio mundo y se le pega a ella de una manera que bordea lo incómodo. No queda claro si Dakko tiene algún interés sexual en su hermana o alguna disfuncionalidad.
En una película en la que todos se tocan, abrazan, besan y parecen vivir pegoteados entre sí (lo cual da a pensar en que algo aún más siniestro ha venido sucediendo por allí), los primeros cambios aparecen cuando Ada se interesa en un chico, algo que –ella sabe– será ferozmente reprimido por el padre. Y el otro momento fuerte es el regreso a la ciudad del hijo mayor, Akim, quien se fue hace tiempo de la casa y es más combativo, independiente y no acepta las restricciones que el padre le impone a su hermana. Y la situación entre todos ellos, previsiblemente, explotará hacia zonas inesperadas en las que otros asuntos se vuelven importante. Fundamentalmente, la vida o la muerte.
Se trata de una película realista, dura, muy cercana a sus personajes y que siempre mantiene alguna intriga en segundo plano: ¿cuál es el verdadero motivo de las restricciones? ¿Es Ada capaz de cuidarse de sí misma? ¿Qué cosas pasaron en el pasado que afectó la relación entre todos ellos y ha generado tantas desconfianza, miedo y hasta odio? ¿Su intimidad física da a entender algún tipo de relaciones incestuosas? La película no logra aprovechar del todo la interesante presentación de personajes que hace ya que, en un determinado momento, un giro narrativo lleva a la trama hacia un «rincón» un poco más específico que, si bien ofrece su costado inquietante, desvía el camino que la película parecía estar recorriendo.
Su realismo suburbano, de todos modos, se mantiene a prueba de todo. Lo mismo que su dura crítica a una sociedad marcada a fuego por el patriarcado y el machismo. Kovalenko –que comparte productor con Kantemir Balagov y es una de las discípulas de la escuela de Aleksandre Sokurov– avanza en su relato aún a costa de que ninguno de los personajes (ni siquiera la protagonista, convengamos, por más que entendamos sus duras circunstancias) nos resulte demasiado amigable o accesible. Y menos aún los que se acercan a Ada –amigos interesados, potenciales novios– quienes tienen más aspecto de querer solo usarla sexualmente que cualquier otra cosa. Esa desesperanza amarga, esa fealdad cotidiana puede ser muy creíble, pero por momentos transforma a la película en una experiencia desgastante.