Cannes 2021: crítica de «Women Do Cry», de Mina Mileva y Vesela Kazakova (Un Certain Regard)
Esta película se centra en las vidas de un grupo de mujeres búlgaras que atraviesa difíciles situaciones personales en un país que les da la espalda a sus problemas.
Agregada a último momento a la programación de la sección –un hecho que este año fue mucho más común en relación a los anteriores–, WOMEN DO CRY es una correcta película búlgara, una suerte de retrato de hermandad entre chicas enfrentadas al machismo y una cultura represiva existente en ese país, en especial en relación a la libertad de decisión de las mujeres.
Dirigida por Mina Mileva y Vesela Kazakova, la película tiene también la curiosidad de tener como protagonista a María Bakalova, la actriz que se hizo famosa recientemente (y fue nominada al Oscar) por su rol en la secuela de la comedia BORAT. Pero María es solo uno de los personajes de este film coral, cuyo peso dramático se divide entre varios personajes, casi todos miembros de una misma familia.
Bakalova encarna a Sonja, una chica que recibe la noticia –devastadora para ella– de que se contagió HIV. En Bulgaria, por lo que se ve en el film, sigue teniendo un estigma fuerte: un médico se niega a atenderla y ella siente que no se lo puede contar a nadie. Su hermana, Lora, tiene problemas con ella y, además, en su trabajo. Mientras tanto Verónica, una familiar de ambas, lidia con una fuerte depresión posparto que la tiene al borde del suicidio. Y la madre de las hermanas, por su parte, está más pendiente de respuestas y soluciones esotéricas a sus problemas. Los hombres de la casa, por supuesto, brillan por su ausencia.
De hecho, los hombres que sí aparecen en el film o bien abusan y agreden a las protagonistas de diversas formas (algunas, cruelmente psicológicas) o, más directamente, participan en marchas para que Bulgaria no ratifique las leyes contra la violencia de género que se aprueban internacionalmente (esto sucedió, así como se cuenta aquí, en 2018 y fue el disparador para la existencia película).
Para las mujeres lo que queda es ayudarse unas a otras, ser solidarias, escapar de los recelos y peleas que tienen a menudo entre ellas y darse cuenta que hay un enemigo afuera (llamémoslo, patriarcado) que les impide vivir las vidas que desean. De hecho, cuando todas se van a un río y se ponen a conversar y a nadar caen en la cuenta que es la primera vez que lo hacen sin presencia masculina.
Ya en su segunda hora WOMEN DO CRY cae en algún que otro convencionalismo. Hay una suerte de metáfora ligada a una cigüeña lastimada que no funciona demasiado bien y la intención de entender (y hasta justificar) algunos comportamientos masculinos en relación a hechos y a traumas del pasado nacional tampoco se siente necesaria ni lógica en relación a lo que se cuenta. Es como si la película, en esos momentos, intentara subrayar ideas y justificar actos que no necesitan ser ni subrayados ni justificados.
Pero son problemas menores que no terminan por arruinar esta propuesta noble, genuina y políticamente comprometida de un país del que conocemos poco cine –de todas las naciones del Este de Europa que resurgieron cinematográficamente en las últimas décadas Bulgaria está unos pasos atrás tanto en producción como en repercusión internacional– y que atraviesa situaciones que son comunes a muchos de esos países pero a la vez, muy particulares y dolorosas.