Estrenos online: crítica de «La guerra del mañana», de Chris MacKay (Amazon Prime Video)
Esta superproducción de ciencia ficción protagonizada por Chris Pratt se centra en un grupo de soldados que debe viajar al futuro para salvar a la humanidad de una raza de violentos invasores alienígenas.
Tienen hambre y somos su comida», es como la explica la comandante (Yvonne Strahovsky) a Dan Forester (Chris Pratt) cuando le habla de las pocas posibilidades que tiene el género humano de sobrevivir a un ataque de unas criaturas alienígenas que devoran todo lo que se encuentran, salvaje y violentamente. Mezcla de dinosaurio furioso, la criatura de ALIEN y los recientes bichos de UN LUGAR EN SILENCIO, estos invasores están destrozando todo allá por el año 2050. Pero la historia viene de antes. Y la estructura temporal de LA GUERRA DEL MAÑANA se irá armando como una especie de versión invertida de TERMINATOR.
Si bien la película arranca con Dan cayendo en plena batalla contra los invasores, inmediatamente retrocede a 2022. Forester es un padre de familia, casado (Betty Gilpin, de GLOW, encarna a su esposa), que vive en un suburbio de clase media y está tan preocupado por su trabajo que no siempre tiene tiempo para dedicarle a los suyos, a los que debe abandonar en medio de una fiesta navideña en su casa. Es un veterano de la guerra de Iraq, pero tampoco se lleva bien con su padre (J.K. Simmons), que combatió en Vietnam. Pese a todos esos problemas, Dan aparenta ser un tipo amable y bastante simpático. O será que Pratt no logra transmitir otra cosa que esa onda «amigo bonachón».
Pero cuando el tipo regresa a la fiesta se topa con un problema mucho mayor: los invitados están viendo un partido de fútbol (no fútbol americano sino soccer, toda una rareza en films hollywoodense, lo que habla de las intenciones globales de esta producción) que se interrumpe de una manera explosiva en medio de la cancha. No, no es un show de medio tiempo a lo Super Bowl. Es un grupo de soldados que viene del futuro y que trae malas noticias.
El realizador Chris MacKay se saca rápidamente de encima las explicaciones y el impacto de esas noticias. Los «viajantes en el tiempo» vinieron a explicar que tienen once meses para alistarse como soldados y voluntarios para viajar con ellos a ese futuro (el 2050 que vimos al principio) y poder pelearles en mejores condiciones allí, ya que en el futuro van quedando pocos seres humanos vivos. Uno puede suponer que debería haber otras formas de detenerlos (o, al menos, pensar en planes alternativos sabiendo exactamente la fecha en la que llegarán), pero nadie parece pensar en posibles planes B al menos en esa instancia. El que se instala es el de llevar gente de 2022 a 2050, aún a sabiendas que pocos (un 20 por ciento, se dice) sobreviven y vuelven al presente.
Pronto a Dan lo eligen para ir –hay algunos datos específicos que lo muestran como posible candidato– y allí la película retoma lo que vimos al principio. Dan y un grupo de heterogéneo de soldados (hombres y mujeres de todas las razas, edades y «forma física», no los clásicos pelotones entrenados tipo marines) son literalmente tirados mediante un agujero temporal en este nuevo presente y tienen que empezar a correr y a disparar casi sin tiempo para pensar nada. Bah, algún que otro chiste que otro se cuela en un guión que siempre se las arregla para caer en ese clásico recurso.
Una vez entendido el concepto, LA GUERRA DEL MAÑANA empieza a volverse monótona y tediosa, casi un videojuego interminable en el que hay que dispararle a lo primero que se cruce –usualmente un grupete hambriento de estos excitados rinocerontes saltarines– con todo lo que uno tiene: armas, hachas, patadas voladoras, sogas, lo que venga. Las chances de sobrevivir son pocas, pero Dan y los suyos están dispuestos a dar todo por la causa. A su grupo lo maneja una comandante (Strahovski, de EL CUENTO DE LA CRIADA), una mujer endurecida por los años de batalla y con la que Dan tiene una relación bastante particular. Y quizás ahí esté el elemento más interesante –bah, el único elemento interesante– que la película tiene para desarrollar dramáticamente.
Para cuando la película parecería ir cerrando, la trama pega un inesperado giro (temporal pero también estilístico) y los últimos 45 minutos (dura 140) llevan la aventura hacia otro lado y a circunstancias bastante distintas. No conviene adelantar más que eso. En algún punto, lo que el guión plantea en esta etapa acaso sea más interesante que en la anterior, pero el problema aquí es que la implausibilidad adquiere niveles absolutamente ridículos (DIA DE LA INDEPENDENCIA parece un juego de niños al lado de este nivel de absurdo) y la trama familiar se va desplegando a niveles un tanto risibles. Es, también, otra oportunidad desperdiciada.
En años anteriores, una película como esta (que pone todos sus millones en efectos especiales y tiene un sonido atronador) iría a salas cinematográficas, pero en medio de la pandemia Paramount decidió achicar potenciales pérdidas vendiéndosela a Amazon Prime. Quizás, en una pantalla grande, la invasión de efectos le daría a LA GUERRA DEL MAÑANA una potencia que no se replica fácilmente en el formato casero. Y si bien pensar que las grandes pantallas de cine solo sirven para películas explosivas y grandilocuentes como ésta es igualmente problemático, en este caso no hay dudas que ese es el único escenario posible para este producto bombástico. El otro, claro, es dejar de hacer películas que solo se sostengan por la cantidad de ruido que hacen.
¿Cuándo dejarán de evaluar estas películas como si debieran ser dramas complejos y no como lo que son, simples entretenimientos?