Series: reseña de «Ted Lasso: Temporada 2 – Episodios 1/2», de Jason Sudeikis y Bill Lawrence (Apple TV)

Series: reseña de «Ted Lasso: Temporada 2 – Episodios 1/2», de Jason Sudeikis y Bill Lawrence (Apple TV)

Más allá de algunos nuevos conflictos y personajes, la serie sobre el técnico estadounidense que maneja un equipo de fútbol inglés mantiene el tono amable y positivo de la temporada anterior.

En una entrevista reciente, Jason Sudeikis –el actor que encarga al mismísimo Ted Lasso– dijo que la serie que lleva el nombre de su personaje en el título más que una serie era un «vibe»: una onda, una vibra, un modo de ver las cosas. Y quizás esté en lo cierto. Se trata de una serie aparentemente muy sencilla en casi todos sus aspectos –un clásico «pez fuera del agua», con un norteamericano que termina como técnico de un equipo de fútbol inglés sin saber nada del deporte–, pero que funciona por lo que transmite el personaje. Y esa «vibra positiva» se mantiene en esta segunda temporada y crece, aún cuando deba enfrentarse a nuevos conflictos.

Lasso es un tipo amable, campechano, adicto a ciertas frases hechas y a ciertas citas de la cultura pop estadounidense que pocas veces la gente allí entiende. Comprensivo, solidario, risueño, parece ser un tipo sin dobleces ni zonas oscuras. Lo que no logra transmitir por conocimiento del juego –el tipo realmente no sabe nada del tema y aprende muy de a poco–, lo hace como motivador humano, de la gente que lo acompaña, tanto empresarios como jugadores. Es la clase de técnico que funciona más como sostén psicológico y emocional que por su capacidad como entrenador. Así y todo no pudo evitar que, en la primera temporada (SPOILER ALERT para los que no la vieron), su equipo, el Richmond, descendiera a la segunda categoría del fútbol inglés, la Championship.

Ahora debe lidiar con un equipo que logra empatar pero no gana nunca y que tiene el problema opuesto que en la temporada pasada. Sin sus dos jugadores más decisivos y conflictivos (Roy se retiró y Jamie volvió al Manchester City, fue rápidamente separado del plantel y hoy participa de un reality show), el Richmond es pura calma y amabilidad. Han contratado a una psicóloga que ayuda a los jugadores con sus problemas (el genial delantero mexicano Dani Rojas sufrió un fuerte trauma tras un absurdo accidente al patear un penal en el primer episodio) y todo parece marchar bastante bien. Pero no ganan. Y empatando no se llega muy lejos.

El primer episodio está centrado en la llegada de la psicóloga (Sarah Niles) que, de entrada, no es del todo bien mirada por Lasso, que funciona a su manera como el «terapeuta» de sus jugadores. Pero, tras ver que sus métodos funcionan, empieza a aceptarla. El segundo episodio incorporará un posible conflicto en la temporada. A Jamie (Phil Dunster) le va mal en sus shows televisivos, ningún equipo lo quiere y tras dudarlo mucho –el tipo es un pesado y pedante de aquellos– Ted se plantea reincorporarlo al club. ¿Problema en puerta? Posiblemente. Pero también el egocéntrico delantero le da la posibilidad de sacar al equipo de esa excesiva tranquilidad que termina en una situación de empate permanente.

En tanto, TED LASSO da espacio a nuevas desventuras de Rebecca (la dueña del club, encarnada por Hannah Waddingham) y Keeley (Juno Temple), esa especie de «community manager» que el equipo tiene, ex novia de Jamie y actual de Roy (Brett Goldstein), quien sigue su derrotero post-carrera profesional indeciso entre dedicarse a entrenar a niñas futbolistas (algo que hace con su habitual hosquedad) o a convertirse en comentarista de fútbol en TV, algo que hará con la misma brusca y honesta manera que tiene de decir siempre las cosas.

Pero la trama de TED LASSO, en cierto modo, es lo de menos. Hasta uno podría decir que la lógica deportiva es bastante absurda: los partidos parecen de cualquier cosa menos de fútbol profesional, lo mismo que detalles sobre el club, las prácticas y el mundo que los rodea. Pero no tiene ninguna importancia. Lo que la serie y Sudeikis transmiten es ese vibe, esa sensación de que –más allá de toda discusión, conflicto y entredicho– hay una serie de personas amables que desean lo mejor para el equipo y para el otro, algo que se nota fundamentalmente en la mecánica entre Lasso, su curioso ayudante Coach Beard (Brendan Hunt) y los colaboradores que los acompañan.

Hay algo casi infantil en el tono de la serie, un tanto old school. De hecho, el «lenguaje brusco» que algunos usan (especialmente Roy) funciona casi como un recordatorio de que esta es una serie para adultos que existe aquí y ahora. Y hasta la ñoñería de partes de la serie y de la actitud siempre sonriente de Ted –algo particularmente raro en el contexto más áspero y desconfiado de un fútbol inglés que vive rodeado de prensa amarilla en busca de continuos escándalos futbolísticos y personales– funciona casi como un paliativo, como una dosis de optimismo que de a poco va calando en el resto de los personajes y, sobre todo, en el público. Solo le faltaría tener a alguien como el «Kun» Agüero en el equipo y la alegría –y la «buena onda»– estaría asegurada las 24 horas.

Decir que TED LASSO es una serie apropiada para estos tiempos quizás parezca exagerado pero cada vez que termino de ver un episodio con una sonrisa es esa la sensación que tengo. Es una serie muy graciosa sobre la empatía, la solidaridad, el compañerismo, la manera en la que un grupo de gente logra atravesar las dificultades personales y profesionales, y lo hacen –perdonen la expresión obvia y casi propia del protagonista– «pateando todos para el mismo lado». Es simple, sencilla y anticuada, pero quizás lo que se predica es que las soluciones a los problemas no tienen porque ser demasiado complicadas. Es, simplemente, recordar que todos están en el mismo equipo. Y –de vuelta, como diría el bueno de Ted– que uno no puede ganar nunca si juega solo.