Estrenos online: crítica de «Todos hablan de Jamie», de Jonathan Butterell (Amazon Prime Video)

Estrenos online: crítica de «Todos hablan de Jamie», de Jonathan Butterell (Amazon Prime Video)

Esta adaptación de una exitosa comedia musical británica cuenta la historia de un chico de 16 años que quiere ir a la fiesta de graduación escolar vestido de «drag queen». En Amazon Prime Video.

La historia de TODOS HABLAN DE JAMIE es bastante larga. Comenzó –curiosamente para tratarse de un musical– a partir de un documental de la BBC de 2011 llamado JAMIE: DRAG QUEEN AT 16 que retrataba, bueno, lo que dice el título: la historia de un adolescente de 16 años que soñaba con ser una drag queen. En 2017 se estrenó una obra teatral en Inglaterra, escrita por Tom MacRae, que recuperaba esa historia en formato de comedia musical. Y ahora, una década después del documental –y tras otro largo proceso que fue modificándose y demorándose por la venta de Fox a Disney, la pandemia y la decisión reciente de estrenar el film en Amazon Prime–, llega su adaptación al cine, dirigida por Jonathan Butterell.

La llamativa historia de Jamie New (Max Harwood) –quizás más llamativa aún una década atrás– transcurre en Sheffield, Inglaterra, y toma como eje el año en la escuela secundaria en la que el chico decide cumplir con su sueño e ir en plan drag queen a la fiesta de graduación escolar, la a esta altura mitologizada prom night. Su historia parece un tanto menos complicada de otras que hemos visto llevadas a la pantalla: cuando Jamie cuenta en clase cuál es su sueño el chico ya ha salido del closet, tiene una madre que lo apoya y lo alienta en todas sus decisiones, y salvo por algunas excepciones (el clásico bully y una maestra un tanto conservadora) es bastante querido en la escuela.

Su gran frustración pasa por la relación que tiene con su padre. Wayne New (Ralph Ineson) está separado de Margaret (Sarah Lancashire) y no quiere saber nada con Jamie. La madre le oculta un poco a su hijo la gravedad de la situación y pone excusas en nombre de Wayne cuando el tipo desaparece del mapa por completo. Y si bien Jamie sabe que su padre no lo acepta, no es consciente de lo radical y virulento de su rechazo. Pero su madre –y su amiga Ray, una excelente Shobna Gulati– le dan todo el apoyo que unx adolescente puede necesitar.

Jamie parece bastante feliz con su decisión y, salvo por lo de su padre, no aparentan existir grandes conflictos a la hora de avanzar con sus ganas de ir a la fiesta en full drag. Su gran amiga Pritti Pasha (Lauren Patel) lo apoya en todo más allá de sus evidentes diferencias exteriores (la chica es musulmana y tiene sus conflictos personales también, en los que la película mucho no se mete), su madre lo ayuda a juntar dinero y hasta elegir zapatos de taco altísimo y todo su miedo parece pasar por armar un buen personaje –y encontrar un buen nombre– para su show. Y si bien algunos conflictos previsibles, y otros nuevos, aparecerán a lo largo de la última media hora del film –que es claramente la más floja–, TODOS HABLAN DE JAMIE es llamativamente liviana y amable, de un bienvenido bajo nivel de crueldad.

Como todo musical, gran parte de su atractivo pasa por sus canciones, coreografías y, en el caso del cine, la puesta en escena de ellas. Y, salvo por algunas excepciones, son todas bastante logradas, trazando una especie de línea histórica que une la música pop británica en sus formatos más gay-friendly, con canciones que toman un poco de David Bowie, otro tanto de Elton John, mucha balada épica de los ’70, pop festivo ochentoso (Soft Cell, Pet Shop Boys, Erasure) y hasta contiene un directo y sentido homenaje a Freddie Mercury. De hecho, una de las canciones escritas especialmente para la película por McRae y Dan Gillespie Sells –líder del grupo The Feeling– es interpretada por Holly Johnson, de la fugazmente (muy) exitosa banda Frankie Goes to Hollywood.

Lo que mejor funciona en el film es su contagioso entusiasmo. Pese a algunas crisis, Jamie es una persona optimista, positiva, abierta, con algún latigazo verbal siempre a mano para fustigar a su acosador de turno. Durante dos tercios de película su mayor problema pasa por su timidez a la hora de acercarse al local donde comprar ropa para su «transformación» y, luego, elegir vestidos y un nombre para su personaje escénico. Allí aparecerá, en un breve pero encantador papel, el veterano Richard E. Grant, como un personaje que conecta a Jamie con las particularidades, los placeres pero también los sufrimientos y las luchas que muchas leyendas locales del drag (se le conoce como Loco Chanelle) y la comunidad LGBT+ tuvo que atravesar en etapas más duras y homofóbicas de ese país.

En ese sentido, los forzados –y, convengamos, muy fácilmente superables– conflictos que Jamie atraviesa a partir de enterarse lo que su madre le oculta respecto a su padre, entre otros problemas que surgen a último momento cuando se acerca «la noche en cuestión», prácticamente sobran, se los nota como puestos para agregarle contenido dramático a un film que casi no los necesita. Hay una energía positiva en casi todo lo demás que este tipo de exageradas oposiciones solo llevan a los protagonistas a declamar subrayadas frases de auto-afirmación que claramente son redundantes. Es la propia exuberancia y positividad de Jamie –y de la gente que lo adora y sostiene– la que deja en claro todo sin necesidad de discursos.

Es cierto, dirán, que muy pocas historias de este tipo son tan «cómodas» o poco conflictivas como la de Jamie. Y seguramente tendrán razón. Pero dentro del espíritu optimista de esta comedia musical, lo que mejor funciona es ese costado celebratorio, es lo que surge de modo más natural, menos «guionado». Y Max Harwood es un actor tan carismático y arrollador que el drama casi que no hace falta. Pero, claro, ¿que sería de una drag queen sin un poco de sobrecarga dramática? Aún con su un tanto obvia y excesivamente hollywoodense última media hora, TODOS HABLAN DE JAMIE no pierde su espíritu adolescente y su energía vital.