Festival de Toronto: crítica de «Aloners», de Hong Sung-eun (Discovery)

Festival de Toronto: crítica de «Aloners», de Hong Sung-eun (Discovery)

por - cine, Críticas, Festivales
10 Sep, 2021 07:21 | Sin comentarios

Esta opera prima coreana se centra en una chica solitaria que trabaja en un call center y que entra en crisis cuando se entera de la muerte del vecino de al lado de su departamento.

Existe un fenómeno, prepandémico pero que seguramente se acrecentó durante este año y medio, que existe en todo el mundo pero que es masivo en países asiáticos, entre los que se cuenta Corea del Sur. Allá se lo conoce como holojok y refiere a las personas que viven solas, sin familia ni hijos, que ya son más de un tercio de la población. Pero el fenómeno va más allá de eso. No tiene que ver solo con vivir solo sino que esas personas cada vez tienen menos contacto con el mundo: no ven a sus padres, no tienen amigos, no salen. Viven para trabajar y no mucho más que eso.

Jin-ah es una de esas personas. Trabaja atendiendo en el call center de una tarjeta de crédito, metida adentro de un cubículo, respondiendo preguntas y soportando quejas. Es buena en lo que hace, precisa y eficiente, ya que no sé distrae nunca ni le pone emoción alguna. En la calle raramente se saca los auriculares o se comunica con otros. Cuando su supervisora la llama para felicitarla, ella huye rápido de la charla. No le gusta entrenar a las nuevas empleadas ni compartir espacio con ellas. Y hasta cuándo se entera que su madre la dejó fuera del testamento, firma aceptando la decisión sin demasiadas vueltas. O eso parece.

ALONERS se centrará en la crisis personal en la que entra Jin-ah en tres ámbitos paralelos. En la oficina, la joven entusiasta que llega a aprender el trabajo primero la fastidia e irrita, pero luego la hace dudar de algunas de sus aparentes convicciones. Por otro, se ve que ella está molesta con su padre por motivos ligados a la historia familiar y porque siente que él le miente (ella tiene instalada una cámara de video en la casa de sus padres para chequear por su salud, supuestamente) y que no procesa el duelo por la muerte de su madre como debería.

Por último –y quizás más relevante a la hora de hacerla entrar en crisis– un día se topa con la noticia que el vecino que vive al lado suyo en su edificio anodino de departamentos, lleva unos días ya muerto, abajo de una pila de revistas y videos que se le cayeron encima. Era un tipo igual de solitario que ella al que, cada vez que le dirigía la palabra, ella ignoraba por completo. De entrada Jin-ah no reconoce que hay algo en su estilo de vida que la está alienando por completo, pero ciertos episodios no del todo lógicos que empiezan a sucederle, la llevarán a dudar sobre su forma de vida.

Hong se maneja con sutileza e inteligencia a la hora de ir abordando el tema de la soledad y la alienación. Salvo por algún momento o en la quizás más convencionalmente psicologista subtrama familiar, en general lo que hace en ALONERS es transmitir esas sensaciones mediante el misterio, la extrañeza. Jin-ha empieza a escuchar un sonido raro en los llamados telefónicos al call center, cree ver a su vecino muerto en el pasillo del edificio y hasta uno puede tener la impresión que imagina también estar comunicándose con su madre que le manda mensajes «desde el más allá». Son juegos y trucos de guión, en realidad, que sirven para dar a entender (a ella y a los espectadores) el extrañado mundo en el que vive la protagonista.

En su opera prima, que tuvo su premiere mundial en el Festival de Jeonju hace unos meses y que se presenta en la sección Discovery de Toronto, Hong logra transmitir muy bien ese estado de la mente, esa sensación de desconexión con el resto del mundo, con lo y los que nos rodean. Filmada antes de la pandemia, cabe imaginar que la situación actual –la protagonista, al menos, iba a una oficina a diario– probablemente sea aún peor en términos de alienación personal.

Uno de las personas que llama siempre al call center en el que atiende Jin-ha dice haber creado una máquina del tiempo, y una y otra vez pregunta si, una vez que viaje al 2002 –la fecha a la que quiere regresar– podrá usar su tarjeta de crédito actual. La chica siempre se disculpa, le dice que no y corta. Pero en un momento el hombre explicará los motivos de su plan. Y en su respuesta, si se quiere, la película dejará en claro –de una manera quizás obvia pero de todos modos conmovedora– las ideas que propone y la sociedad con la que sueña.