Festival de Toronto: crítica de «Attica», de Stanley Nelson (TIFF Docs)
Este potente documental, que cuenta con impresionantes imágenes de archivo, narra el sangriento motín que tuvo lugar en una cárcel de máxima seguridad del estado de Nueva York en septiembre de 1971.
Hace exactamente 50 años, entre el 9 y el 13 de septiembre de 1971, tuvo lugar uno de los motines más impresionantes, cruentos y dramáticos de la historia. Sucedió en la prisión de máxima seguridad de Attica, en el estado de Nueva York, y sus consecuencias continúan sintiéndose hasta hoy. En este documental del realizador de THE MURDER OF EMMETT TILL muchos de los que sobrevivieron a esa violenta revuelta y posterior represión, así como también algunos ex soldados o familiares de guardias de la prisión, narran la historia de esos días violentos y aciagos, acompañados de un muy buen material de archivo de la época.
El modelo del documental no se sale nunca de ese sistema tan periodístico/informativo y «norteamericano» que combina, casi como un relojito, entrevistas a personajes claves de la historia (siempre en primer plano y con un fondo fuera de foco por detrás) acompañados de material de archivo ad hoc. Pero este es el tipo de película e historia que soporta ese modo de construcción ya que es tan fuerte lo que pasa y tan bueno el material que la puesta en escena rutinaria hace que uno se concentre solo en los hechos.
Y esos hechos son fuertísimos. ATTICA empieza casi en el medio de la acción –otro sistema ya clásico de este tipo de documentales que teme aburrir si cuenta la historia desde el principio–, cuando los presos logran reducir a los guardias y tomar por completo la enorme prisión. Luego de un tiempo iremos hacia el pasado, a ver cómo empezó todo. Estamos ante una situación que invita al desastre. Un pueblo mayoritariamente blanco y bastante racista en el que casi todos los hombres trabajan en la prisión. Una población carcelaria en su mayoría negra y latina. Y unas condiciones miserables de vida allí para los condenados. Si a eso se le suma la creciente presencia en la cárcel de voces afroamericanas más rebeldes –corren los años de los Black Panthers– todo va camino al conflicto.
La película y los que hablan en ella van contando, casi paso a paso, la «involución» de la situación. Al principio parece una toma bastante cuidadosa y con reclamos sensatos y coherentes de parte de los 1.200 presos. No solo eso, sino que del otro lado las fuerzas locales y hasta el gobernador de Nueva York parecen dispuestos a ceder a muchos de los pedidos de los presidiarios. Pero las cosas se empiezan a enredar: malos entendidos, algún pedido no negociable, la presión de un presidente como Richard Nixon en plan «la ley y el orden» que no quiere ceder ante nada (y menos ante negros) y el tiempo que empieza a pasar, calentando los ánimos de todos, especialmente el de los que están afuera de la cárcel y temen por los guardias capturados como rehenes.
Para los que no conocen o no recuerdan qué sucedió allí, lo mejor será no contar más, pero es claro que todo terminará mal, muy mal. ATTICA va detallando las negociaciones, las agresiones, usando grabaciones de la televisión de la época además de las famosas «cintas» de Nixon para ir mostrando cómo el clima iba tensándose afuera y cómo cierta calma inicial iba dando paso a expresiones cada vez más racistas y agresivas. Y lo que no se veía entonces –lo que sucedía adentro– lo van contando los ex presidiarios, algunos de ellos hasta hoy angustiados y traumados por las experiencias que vivieron allí.
Sin ninguna innovación formal y avanzando a un paso bastante mecánico, ATTICA de todos modos comienza a volverse de a poco una película de suspenso a partir de ver cómo la situación va degenerando y el mal clima le agrega un elemento que lo hace aún más dramático. Y si uno no sabe cómo fue el último día de la revuelta, lo que verá allí será impresionante, más propio de una película bélica –o algún documental sobre la Segunda Guerra Mundial– que de algún film sobre un suceso reciente.
Cincuenta años después de eso las cosas no parecen haber cambiado demasiado. Si bien los discursos mediáticos hoy son, al menos en Estados Unidos, un poco más «políticamente correctos» que entonces en los temas raciales (es impresionante ver cómo todos los medios rápidamente iban «echando más leña al fuego», fomentando ese tipo de divisiones y enfrentamientos), en lo fundamental las cosas siguen siendo bastante parecidas, enfrentando a supremacistas blancos que no pueden aceptar que los afroamericanos demanden un trato igualitario y condiciones de vida dignas. Tanto en la cárcel como fuera de ella.