Festival de Toronto: crítica de «Benediction», de Terence Davies (Special Presentations)
El nuevo film del realizador británico –que se presenta en Toronto y luego competirá en San Sebastián– es una elegante, amarga y muy personal retrato biográfico del poeta británico Siegfried Sassoon. Con Jack Lowden y Peter Capaldi.
Inteligencia, sutileza, sensibilidad. Humor, música, ironía. Melancolía, belleza, poesía. Todos son elementos que caracterizan a la obra del realizador británico Terence Davies y que aparecen, en toda su dimensión, en BENEDICTION, una suerte de biografía cinematográfica del poeta británico Siegfried Sassoon. Lo de «suerte» no es gratuito ya que el realizador de DISTANT VOICES, STILL LIVES (título que bien podría usar esta película) no utiliza casi nunca los recursos clásicos de la biopic. Lo suyo es una reconstrucción de una vida a través de episodios, retazos, alegrías y sufrimientos, momentos capturados o recuperados que transmiten mejor –y de modo más sensible– que un recorrido tradicional la vida y, especialmente, el arte de este fantástico y un tanto olvidado escritor.
Davies mezcla reconstrucciones de época –el filme pone su eje principal en la juventud de Siegfried a las que le agrega otras pocas de su vejez, saltándose décadas y décadas en el medio– con imágenes de noticieros cinematográficos del momento, en especial ligados a la Primera Guerra Mundial, que fue el episodio clave, tanto en lo personal como en lo artístico, de la vida de Sassoon. El que marcó a fuego su vida emocional y su carrera profesional.
Encarnado por Jack Lowden, conocemos al hombre como un condecorado teniente del ejército británico que escribe dolorosos poemas sobre la experiencia bélica que se leen mientras Davies muestra imágenes del frente. Al regresar a Gran Bretaña, Sassoon decide no volver a combatir y envía una famosa carta a las autoridades militares (se puede leer en inglés aquí) quienes lo condenan a ser internado en una clínica psiquiátrica, tras considerar –gracias a manejos por detrás de amigos del escritor que evitaron una condena mayor por deserción– su problema como un «desorden mental».
Allí conoce e inspira al poeta Wilfred Owen, que moriría en la guerra, lo mismo que su hermano menor. Pero también encuentra personas y espacios que le permiten cierta liberación. Un personaje homosexual en una época en la que estaba legalmente prohibido en ese país, Sassoon va empezando a recuperar ahí –sus diálogos e interacciones con un psicólogo del lugar, también gay, son muy divertidos– y luego, al salir del lugar, su vida personal y su intimidad. Y mientras BENEDICTION va y viene de escenas en los años ’60 en las que el ya anciano Siegfried (encarnado allí por Peter Capaldi) busca convertirse al catolicismo, Davies pondrá la mirada en sus romances, sus decepciones amorosas, su casamiento, su paternidad y su sensación de no ser reconocido por su trabajo.
Pero el desarrollo de la biografía pocas veces sigue la línea cronológica. Davies se detiene mucho tiempo en pocas escenas y personajes, centrándose más que nada en sus parejas y amantes (el actor y cantante Ivor Novello, el aristócrata Stephen Tennant, entre otros), sus amigos de toda la vida (Robbie Ross y Glen Byam Shaw), su esposa Hester Gatty y, ya en su etapa mayor, su hijo George Sassoon. Y con cada uno de ellos atraviesa situaciones delicadas y dolorosas, pero también otras divertidas, de seducción, romances y engaños.
Lo que el film va creando, a lo largo de sus exquisitos 137 minutos, es un retrato de un hombre frustrado y dolorido, que siente que ha sido dejado de lado por parejas, amantes y, también, por el reconocimiento oficial, algo que marca también el carácter personal que este proyecto tiene para Davies. Muchos no entienden su decepción por no haber recibido un título de Caballero de parte de la realeza, pero Siegfried lo sufre igual. Y lo mismo sucede con las frustraciones amorosas: hay dolores y broncas que lo siguen durante toda la vida. El Siegfried anciano es un hombre que parece derrotado.
A la vez, es un hombre de una fina ironía y una lengua ácida. Parte del disfrute del film pasa por los diálogos filosos y graciosos que Siegfried tiene con sus amigos y amantes. «Discreción es mi segundo nombre», le dice él a su psiquiatra cuando éste le pide que no le diga a nadie que él también es homosexual. «Bueno, al menos es mejor que Ethel», le contesta. Otros diálogos, especialmente con los por momentos muy hirientes Novello y Tennant, serán un tanto más agresivos y brutales. Pero siempre en esa forma tan británica en la que se puede decir algo cruento de manera casi casual, como si tal cosa.
Pero de todas maneras es su experiencia en la guerra lo que lo marca y sobre lo que mejor escribió. A lo largo del film, Davies –que encontrará cualquier excusa para montar números musicales con esas tradicionales canciones inglesas de la época que él tanto ama– incluirá también muchos de sus poemas escritos durante y después de ese conflicto, textos excelentes que dejan en claro que se trata de una figura que merece un mayor reconocimiento. Acaso este extraordinario film sirva para eso. Y también para, de una vez por todas, darle a Davies –un director que hace más de 25 años que no compite en los tres más grandes festivales europeos, siendo el de San Sebastián el único que, con justicia, lo celebra– el lugar que se merece en el panteón de los grandes cineastas contemporáneos.