Festival de Toronto: crítica de «France», de Bruno Dumont (Special Presentations)

Festival de Toronto: crítica de «France», de Bruno Dumont (Special Presentations)

por - cine, Críticas, Festivales
17 Sep, 2021 08:20 | Sin comentarios

Esta curiosa combinación entre sátira y drama se centra en una periodista estrella de la televisión francesa que tiene una crisis personal y toma la decisión de dejar su trabajo. Con Léa Seydoux y Benjamin Biolay.

Son muy pocas, contadísimas, las ocasiones en las que Bruno Dumont se mezcla con el mundo real, moderno. Me refiero, aclaro, a sus películas que por lo general existen en un universo propio –entre fantástico y delirante–, en el pasado o bien en personajes marginales de los grandes eventos sociales y políticos. No estamos acostumbrados a verlo operar en un universo como el de FRANCE, una película que se centra en la vida de una célebre periodista televisiva francesa y la serie de crisis y problemas que atraviesa a lo largo de un complicado tiempo en su vida. Lo que sí mantiene el realizador de FUERA DE SATAN es la combinación entre actores profesionales y otros que no lo son. Y también un cierto espíritu de sátira que empezó a desarrollar en los últimos años.

El tono paródico queda evidente desde la primera escena. No solo por el nombre de la protagonista, que se llama France de Meurs (no hace falta que lo traduzca, calculo, para que se den cuenta a qué suena), sino por la manera en la que se comporta. La tal France (interpretada por la muy solicitada Léa Seydoux) se sabe la gran diva periodística de la TV y la película arranca mostrándola en una conferencia de prensa en la que está el presidente francés Emmanuel Macron, que la saluda de modo simpático y en la que parece captar la atención de los presentes aún más que el primer mandatario.

France tiene un programa de noticias y entrevistas bastante clásico en su formato y una de las cosas más interesantes que Dumont hace es mostrar el antes y el después de sus minutos al aire. Esto no es nuevo y se ha visto en muchas películas que hacen centro en noticieros de TV, pero Dumont exagera los contrastes, los vuelve casi uno de los ejes de su relato. Esa diferencia entre lo público y lo privado, lo que se da a conocer a las masas y la «cocina» de los programas queda claro, en el piso, cuando rivales políticos que se destrozan en cámara salen de ahí arreglando adonde irán a cenar. Pero más se nota cuando France va a hacer reportajes peligrosos a zonas de conflicto o entrevistas «de alto contenido humano».

France adora su fama (y Francia, el país, la adora a ella), disfruta de los aplausos, los besos y las fotos que le sacan todo el tiempo. Ama ser quién es y sonríe para una selfie tras otra de sus fans. En sus coberturas bélicas aparece más ella que el propio conflicto que fue a reportar. No solo eso sino que Dumont va dando pistas que muchas de las «situaciones violentas» en las que la mujer participa –corriendo, llorando y gritando desesperada– son armadas para la cámara y repetidas si una toma sale mal.

Su vida familiar con su marido (Benjamin Biolay) y su hijo la tiene bastante abandonada, y es poco lo que le interesa fuera de su propio éxito. Pero cuando uno está a punto de considerarla un personaje simple y fácilmente detestable del género satírico al estilo Cohn-Duprat –que se caracterizan por construir este tipo de figuras tan creídas y egocéntricas como finalmente miserables–, France tiene un quiebre emocional profundo que la obliga a replantearse quién es y qué quiere hacer con su vida.

El quiebre en cuestión proviene de una situación en apariencia menor: llevando a su hijo en auto a la escuela atropella a muy baja velocidad a un motoquero que sufre algunas lesiones menores tras el golpe. Pero para ella la situación es terrible y a partir de allí se obsesiona con ayudarlo a él y a su familia, como si de un momento a otro se diera cuenta que el mundo real excede la cámara que la filma y cómo ella se ve allí. Es una crisis tan fuerte –o eso parece– que la lleva a abandonar su programa de televisión.

Ahí, realmente, empieza FRANCE, una película que lidia con las virtudes públicas y los vicios privados, los intentos por salir de ese ciclo de hipocresías y los conflictos de la protagonista a la hora de poder hacerlo en un mundo que sigue funcionando igual que antes de su crisis. Para Dumont, también, es una forma de cruzar esos dos universos que forman parte de su filmografía: la sátira más directa y supuestamente humorística con un drama más duro sobre personajes marginados y marginales.

Esto también se ve en la puesta en escena. FRANCE es un film que arranca con el ritmo trepidante de una comedia moderna sobre una presentadora famosa de TV y, luego de su crisis existencial, empieza a manejar otros tiempos, otros ritmos, algo que se hace muy evidente en algunos largos planos que el realizador le dedica al rostro de la protagonista, como tratando de encontrar en su mirada y en sus llantos (llora mucho France a lo largo del film, a veces de verdad y otras no tanto) su confundida manera de enfrentarse al mundo.

FRANCE se extenderá por 133 minutos y tendrá muchas vueltas de allí en adelante. Algunas, inteligentes, ácidas y muy sagaces, muchas de ellas ligadas al cinismo periodístico imperante, el doble discurso (entre lo público y lo privado) de los medios, su misoginia, sus trampas y engaños, y la manera en la que la tele explota el sufrimiento ajeno. Pero algunas otras escenas son torpes, burdas. Una larga secuencia ligada a su familia debe estar entre lo peor que filmó Dumont en toda su carrera y algunos otros apuntes supuestamente cómicos no resultan demasiado graciosos.

Se trata de una película compleja, que puede ser muy inteligente y clínica en un momento pero volverse un tanto banal en la escena siguiente. Lo cierto es que Dumont no se la hace fácil al espectador ya que todo el tiempo va alterando la manera en la que presenta a la protagonista. Cuando uno cree que la tiene «calada» y sabe que tipo de persona es, France cambia y muestra otra faceta suya. Pero luego vuelve a girar para convertirse, quizás, en una problemática síntesis de las dos cosas: alguien que es consciente del cinismo imperante en el mundo en que vive y que, de todos modos, decide seguir adelante como si no importara. Cualquier parecido con periodistas que todos seguramente conocemos quizás no sea pura casualidad.