Festival de Toronto: crítica de «Huda’s Salon», de Hany Abu Assad (Platform)
La nueva película del director de «Paradise Now» se centra en una mujer que es víctima de un chantaje que la pone en peligro con la resistencia palestina… y con su violento marido.
La primera y aterradora escena de HUDA’S SALON promete una película que no es, en definitiva, la que terminaremos viendo. Una mujer llamada Reem (Masa Abd Elhadi) se va a cortar el pelo a la peluquería de su amiga Huda (Manal Awad), en Betlehem, Cisjordania. Todo parece ir por caminos convencionales –conversaciones de salón, literalmente– hasta que Reem empieza a desvanecerse en su silla. Pronto veremos que Huda le ha tendido una trampa. Con la ayuda de un hombre, la desnudan en un cuarto de atrás y la hacen posar en fotos comprometidas con él. Cuando la mujer se despierta, ya es demasiado tarde.
¿Qué es lo que ha sucedido y por qué? Rápidamente queda clara la situación. Huda es una mujer que trabaja, forzadamente, a las órdenes del Mossad y este tipo de actividad les permite ir «reclutando» a otras mujeres para trabajar como espías para los israelíes. Fundamentalmente porque lo que Reem –como tantas otras mujeres que han pasado por esa situación– sabe es que si esas fotos son puestas online su marido la echará de su casa, y la comunidad entera, la considerará una paria social. No hay explicación ni justificación posible: es casi más fácil traicionar a una comunidad que a un esposo celoso.
Este es el punto de partida intenso de la nueva película del director de PARADISE NOW, uno que se agrava aún más cuando, poco después, el salón aparece cerrado y Huda está detenida por la resistencia palestina, que trata de sonsacar de ella sus secretos. Fundamentalmente, cuáles son las mujeres que trabajan para ella. Buena parte de HUDA’S SALON se entrará en los interrogatorios cada vez más dramáticos que la mujer tiene con Hasan (Ali Suliman), el líder del grupo, que lidia también con internas propias entre los que quieren ir a fondo (tortura, muerte, etcétera) y los que prefieren usar estrategias más pensadas y calculadas.
Reem, en tanto y sabiéndose en peligro (todo hace pensar que Huda la reconocerá como una de sus «espías»), debe pasarse buena parte del film temerosa y dudando cuál es la menos peor de las tres opciones posibles: si contarle a su marido y ser marginada de la sociedad (y de su familia, incluyendo a su hijo de la que será separada de darse a conocer su «infidelidad» matrimonial), si entregarse a la resistencia palestina y ver qué hacen con ella o, al contrario, esperar ser rescatada por los israelíes, que tampoco quieren saber nada con ella ya que, como «agente/espía» no la conocen ya que no había llegado a entrar en funcionamiento.
Este será el recorrido del resto del film que, si bien mantiene cierto nervio a lo largo de todo el relato, empieza a perder potencia y credibilidad con el correr de los minutos. La debilidad del film está en volverse un tanto reiterativo, no saber cómo avanzar más allá del conflicto planteado y, en algunos casos, crear personajes que no exceden la caricatura. Pero más allá de esos problemas, lo que sí transmite HUDA’S SALON es la angustiante sensación de una mujer que se siente presionada y maltratada tanto por potenciales cuestiones políticas como por el machismo imperante en esa sociedad. De algún modo, Abu-Assad da a entender que esa misoginia es potencialmente tan problemática como otros asuntos que complican a la sociedad palestina y que las mujeres terminan siendo potenciales víctimas no solo de uno sino de varios enemigos a la vez.