Festival de Toronto: crítica de «Vengeance is Mine, All Others Pay Cash», de Edwin (Contemporary World Cinema)
Este film homenajea y critica al cine popular del sudeste asiático de los ’80 al contar una historia de amor y peleas entre un hombre impotente y una mujer empoderada. Ganador del Leopardo de Oro del Festival de Locarno 2021.
Ganadora del Leopardo de Oro a la mejor película del Festival de Locarno, esta película de simpático y curioso título propone un viaje hacia un territorio físico y cinematográfico muy poco conocido. Se trata de una película de Indonesia que homenajea el estilo de los films populares de esa región de los años ’80, películas que mezclaban acción, suspenso, artes marciales, melodrama, comedia y otras yerbas. Edwin utiliza ese repertorio formal con la intención de subvertirlo, de usar esos modos para analizar determinados hábitos y problemas culturales de su país (digamos que su principal objetivo es desarticular cierta épica que podríamos definir como machista) y eso es algo que consigue, de tanto en tanto, en una película que tiene sus momentos valiosos pero a la que el premio ganado le queda ostensiblemente grande.
Usando claramente un estilo retro y con una mirada entre cariñosa e irónica al respecto, VENGEANCE IS MINE… presenta la historia de un personaje que tiene un problema algo particular, claramente simbólico a la hora de entender su predicamento. No hay otra forma que decirlo que usando un lenguaje coloquial: al tal Ajo Kawir… no se le para. A partir de un trauma de la adolescencia cuyos horribles detalles descubriremos más adelante, el tipo sufre de una disfunción eréctil que le impide tener sexo, algo que comprueban una y otra vez las prostitutas del pueblo en el que vive y que no logran levantar el asunto hagan lo que hagan.
Ajo (Marthino Lio) compensa ese problema sobreactuando su masculinidad, convirtiéndose en un matón, un bully, alguien que vive de eso y parece que se divierte haciéndolo. Hasta que se topa con Iteung (Ladya Cheryl), una chica que funciona como guardaespaldas de un capo al que Ajo fue enviado a golpear. Y la chica prueba que puede superarlo en combate. Siempre tomando en cuenta el estilo entre retro y trash de la película, no es llamativo que tras pelearse violentamente queden prendados el uno del otro y rápidamente decidan casarse. Iteung se entera de la dificultad de Ajo pero no tiene problemas, asume o supone que podrá manejar el asunto de otros modos.
Iteung tiene, además, algún que otro pretendiente que amenaza con liquidar a Ajo y más de una vez esto se ve reflejado en escenas de acción que surgen un tanto caprichosamente y en las que vemos manos, narices, orejas y otras partes del cuerpo destrozadas a golpes. Finalmente, un día, la mujer no puede resistirse a los avances de Budi (Reza Rahadian), este «tercero en discordia» y cede a la tentación. Y tiene tanta mala suerte, claro, que queda embarazada. Y ese es un secreto que no puede ocultarle a Ajo quien, cuando la ve, decide armar sus valijas e irse del lugar, botella en mano y pateando a todo lo que se le cruza en el camino. De ahí en adelante, la película irá narrando las extrañas desventuras y los conflictos paralelos de esta ¿ex? pareja.
Si bien el tema genera alguna que otra situación cómica, Edwin se toma muy en serio el asunto del que habla. El problema de Ajo y su necesidad de compensar mediante actos violentos resultan en una relectura del género en clave crítica. Y algo parecido sucede con algunos personajes y situaciones que aparecen en la segunda mitad del film, que van aún más allá en esta lógica de una manera cada vez más lúdica. Sin embargo, pese a la simpatía que genera la propuesta y su originalidad –especialmente en el marco del cine festivalero occidental–, a la película se la siente larga, desmañada, por momentos confusa y con dificultades narrativas. Se podrá decir que el cine que homenajea era también así, pero no creo que sea una justificación del todo válida. Su libertad creativa es estimulante, pero con eso no siempre alcanza.