Estrenos online: crítica de «The Velvet Underground», de Todd Haynes (Apple TV+)
Este documental sobre la banda liderada por Lou Reed y John Cale es, más que nada, un homenaje a la experimentación artística de la Nueva York de los años ’60, a través de la música, el cine y las artes plásticas. Desde el 15/10, por Apple TV+.
El documental de rock puede, irónicamente, ser el más tedioso y convencional de los géneros cinematográficos. Entrevistas, presentaciones en vivo, material de archivo, nuevas entrevistas, nuevos shows, nuevas imágenes y así, en loop, como si se pudieran armar con algún tipo de programa al que se le tira todo el material y lo saca prolijito y procesado. Lo irónico, si se quiere, es que se trata de un género –el rock, no el documental– que de prolijo y procesado no suele tener nada. O no debería. Pero son pocos los realizadores que entienden que la historia del rock y la del cine conviven, se retroalimentan, y que en la manera en la que se hace una película sobre el tema está su poder y su potencia. La historia real, de última, la sabemos todos o la podemos buscar en un combo de Wikipedia, Spotify y YouTube. El cine es otra cosa.
Todd Haynes tuvo siempre muy en claro esto. Lo hizo en SUPERSTAR: THE KAREN CARPENTER STORY, en VELVET GOLDMINE y también en I’M NOT THERE, sus películas de ficción sobre la vida de la cantante de The Carpenters, sobre David Bowie y el glam rock, y sobre Bob Dylan. Se trata de interpretaciones, de relecturas, de desafíos creativos en los que el realizador se mete y por lo general sale más que airoso. No son lineales, no cuentan “todo lo que hay que contar”, no incluyen los grandes éxitos ni tiene sentido chequear sus historias contra los datos duros de la realidad. Hacerlo es no entender la relación formal entre el cine y el rock, desconocer (o ignorar) procedimientos que no son periodísticos sino creativos.
A la hora de acercarse a su primer documental uno podría suponer que Haynes podría dejar de lado su costado más experimental para mantenerse dentro de los límites del género. Pero no, no lo hace. O si lo hace –aquí, sí, está un tanto más obligado a ceñirse a la realidad, a los datos un tanto más duros, por más que estén envueltos en leyenda–, igualmente encuentra la manera de expresar formalmente la sensación que transmite la historia que va a contar. En este caso, la de The Velvet Underground, acaso una de las bandas más influyentes de la historia de la música contemporánea, una explosión breve pero reveladora que abrió las posibilidades del rock a universos impensados hasta ese entonces.
La primera operación que hace Haynes es decidir no contar, estrictamente, la historia de “la Velvet” sino que prefiere ocuparse del universo en el que los dos principales integrantes de la banda –Lou Reed y John Cale— terminarán involucrándose, utilizando además de las paralelas biografías personales una tercera pata narrativa: la historia del under neoyorquino de la década del ’60. THE VELVET UNDERGROUND es un homenaje a esa generación y a ese grupo de artistas que llevó a la música, al cine y a las artes plásticas a zonas inexploradas, a territorios nuevos. Es la historia de Reed y Cale –y luego de Sterling Morrison, Mo Tucker y Nico–, pero también la de Andy Warhol, Jonas Mekas, La Monte Young, Delmore Schwartz, Tony Conrad, The Dream Syndicate, Stan Brakhage, Jack Smith y tantos otros jóvenes turcos que irrumpieron en la escena artística entre los años ’50 y esa década.
De hecho, The Velvet Underground como banda recién aparece en la película a los 50 minutos de sus dos horas de duración. Su primera mitad es, fundamentalmente, la descripción de ese mundo en el que la regla principal parecía ser la del minimalismo, tanto en las artes plásticas y en el cine experimental (vía Warhol, fundamentalmente) como así también en la música, con el trabajo basado en sostener una nota durante largo tiempo (las “armonías naturales”, dirá Cale) de compositores contemporáneos que trabajaban en el marco de lo que luego se conoció como drone music y que otros llamarían, simplemente, noise. Reed, el más marginal a esta trama en sus comienzos, era un chico problemático que vivía en Long Island y tocaba en bandas que actuaban en bares gay o componía canciones para sellos como Pickwick Records que editaban lo que se conoce como sound-alike music: no estrictos covers sino canciones que suenan muy parecido a otras más conocidas.
En algún momento de la historia los caminos de Cale y Reed se cruzarán. El primero era un chico que nació en Gales y llegó a Nueva York en los ’60, involucrándose en ese grupo de vanguardia musical que pululaba por el departamento de Tony Conrad en 56 Ludlow Street y cuya “barba visible” era la de La Monte Young. El otro, un lumpen de los suburbios que escribía letras demoledoras pero que se pasaba gran parte del tiempo metiéndose en problemas personales, con amigos y familiares, visitando dealers en Harlem y atravesando tratamientos psiquiátricos demoledores. A Cale, el rock lo intrigaba formalmente, también por su minimalismo constitutivo. A Reed, la experimentación formal de Cale le daba un marco más orgánico para sus letras más potentes y personales. El resto, ya verán, es The Velvet Underground.
Para armar estas historias Haynes utilizó, sí, entrevistas y archivo, como todo el mundo, pero hizo con ellos algo diferente. Usando como referente a Jonas Mekas –quien habla en el film, con su encantador acento y a quien el documental está dedicado– y al propio Warhol cineasta, el realizador utilizó imágenes y estilos de montaje propios del cine experimental de los ’60 para ir contando su historia. Utilizando a veces la pantalla dividida (en dos, en tres, en doce) como en CHELSEA GIRLS, combinando las voces de los entrevistados con imágenes de ellos mismos de la época capturadas en los famosos screen tests también de Warhol, utilizando escenas de películas del under neoyorquino de la época y, claro, materiales (videos y fotos) de la historia de Velvet, The Factory y del mundo Warhol en general, lo que Haynes arma es una caleidoscópica aproximación a un movimiento de experimentación que también incluía lo sexual.
La música de Velvet Underground está, sí, desparramada a lo largo de las dos horas del film, a veces en sus versiones conocidas pero en su gran mayoría vía demos, ensayos o actuaciones en vivo de las que dieron en sus apenas cinco, seis años de vida como grupo (menos, en el caso de Cale). La aparición de Nico, primero como imposición warholiana pero luego como aporte importante al sonido del primer disco y a la imagen de la banda, tendrá un lugar destacado. Lo mismo que las primeras giras donde no eran muy bien recibidos en el resto del país (sus anécdotas en la Costa Oeste dominada por el hippismo así lo prueban) pero que de todos modos fueron encontrando fans muy fieles, como John Waters o Jonathan Richman, ambos presentes con sus anécdotas aquí. Y el segundo disco, más brutal y radical que el primero, tendrá también su espacio, lo mismo que la partida de Cale, las peleas con Warhol y todo eso que forma parte de la biografía conocida.
Quizás algunos podrán criticar la decisión de Haynes de pasar muy rápidamente por el resto de la historia de la banda. Sus siguientes discos («The Velvet Undergound» y «Loaded«) son despachados en pocos minutos –lo mismo que la llegada de Doug Yule como reemplazo de Cale–, más allá que algunas de las canciones más conocidas de Reed estén allí. Es que, siguiendo la lógica y la búsqueda de la película, que es la de conectar a la banda con la experimentación artística neoyorquina de la década, esos dos discos ya se quedan un poco afuera, pertenecen a una versión más accesible y, si se quiere, pop del grupo, con canciones como “Pale Blue Eyes” o “Sweet Jane”. Y es difícil unirlas al resto de la búsqueda de la película. Puede gustar o no, pero es absolutamente consecuente con la propuesta.
Hay, de todos modos, muchísimo espacio para oír a la banda y casi no hay canción del primer disco que no se escuche en una o más versiones, desde los primeros ensayos dubitativos de Nico a los enormes cambios que fueron atravesando canciones como “Heroin” o “I’m Waiting for the Man”, entre otras. “Sister Ray”, su opus de 16 minutos del segundo álbum, también será analizada en detalle, lo mismo que sus presentaciones en vivo en el marco de la llamada Exploding Plastic Inevitable, con el omnipresente mundo warholiano de fulgurantes divas y estrellas momentáneas siempre girando alrededor. Y las entrevistas, de archivo o actuales, incluyen a todos los que de alguna u otra manera estuvieron involucrados en este universo, los que viven o los que ya partieron. Es así que las voces de todos los miembros de la banda son escuchadas, pero también son relevantes los aportes de Mekas, Young, Conrad, David Bowie, Henry Flynt, Danny Fields, Mary Woronow, Jackson Browne, Amy Taubin, amigos de Reed (su hermana, fundamentalmente) y algunos artistas influenciados por su obra, entre otros.
Formal y temáticamente representativa de la historia que quiere contar y el mundo que quiere mostrar, THE VELVET UNDERGROUND es más que una biografía de una banda de rock contextualizada a la época en la que surgió. Es, en realidad, un documental sobre una época atravesada por una banda de rock, una cuya historia terminaría siendo representativa de todos los diferentes movimientos que confluyeron en un lugar y en un momento determinados. Es un viaje en el tiempo a un mundo que ya no existe y a una ciudad de Nueva York que quizás nunca recupere ese antagonista, provocador y oscuro brillo de antaño. Y un homenaje a las canciones más ásperamente hermosas de toda la historia del rock.