Series: crítica de «Secretos de un matrimonio», de Hagai Levi (HBO)

Series: crítica de «Secretos de un matrimonio», de Hagai Levi (HBO)

Esta remake estadounidense de la miniserie sueca de 1973 que dirigió Ingmar Bergman tiene como protagonistas a Jessica Chastain y Oscar Isaac. Cuenta la misma historia que la original –la disolución de una pareja– pero con los roles cambiados. Nota publicada originalmente en La Agenda de Buenos Aires.

Hace unas semanas se viralizó por las redes un video en cámara lenta que mostraba a Jessica Chastain y Oscar Isaac mirándose, abrazándose y acariciándose amorosamente en la alfombra roja del Festival de Venecia. El motivo era el estreno mundial de “Secretos de un matrimonio”, traducción que se usará ahora para la remake de la miniserie sueca que, en los años ’70, se conoció en la Argentina como “Escenas de la vida conyugal”. Los que desconocen su trama se sorprenderán al darse cuenta que la historia que cuenta tiene muy poco que ver con esa imagen cariñosa, tierna y hasta romántica. De hecho, está más cerca de ser todo lo contrario: una íntima, desgarradora y hasta violenta mirada a una pareja atravesando un largo y doloroso proceso de separación.

Cuando la original “Escenas de la vida conyugal” se estrenó –primero como miniserie de seis episodios en la televisión sueca, abreviada luego como película para el resto del mundo— fue como si un tsunami emocional arrasara con todo a su paso. Para su realizador, Ingmar Bergman, fue la posibilidad de acercarse a un público un tanto más amplio que no siempre consumía sus películas, bastante más ásperas y cerebrales. Para sus protagonistas –Liv Ullmann y Erland Josephson— fue una experiencia reveladora, uno de esos ejercicios “a carne viva” con los que sueña cualquier actor. Y para los espectadores –para algunos, especialmente—marcó un antes y un después en sus vidas personales. Cuenta la leyenda que, tras el estreno de “Escenas…”, crecieron los divorcios en varios países del mundo. ¿Volverá a suceder lo mismo cuando concluya la remake de HBO?

Difícil saberlo, claro. A casi cincuenta años de la miniserie original, las condiciones de recepción son muy distintas a las de entonces y el divorcio es una institución tanto o más “popular” que el propio matrimonio. Los que también han cambiado –o están bajo fuerte cuestionamiento– son los roles tradicionales dentro de una pareja, la idea del hombre como proveedor y la mujer como ama de casa, además de otros vestigios patriarcales que son muy evidentes en el clásico bergmaniano. Y eso lo refleja muy bien esta versión dirigida y coescrita por el israelí Hagai Levi, creador de las series “En terapia” y “The Affair”, entre otras. Esa es la principal diferencia de la versión 2021 ya que, en términos narrativos y formales, es sorprendentemente fiel a la original.

Los especialistas en encontrar parecidos y diferencias tendrán para entretenerse comparando las “Escenas de la vida conyugal” de Bergman con las de la remake, de la misma manera en la que se hacía entonces entre la versión de 281 minutos para la televisión y la de 167 que circuló en los cines y que condensaba al máximo las extensas escenas de pareja que se desarrollaban a lo largo de una década. Para los familiarizados con la miniserie de Bergman se puede sintetizar de la siguiente manera: falta por completo el Episodio 2 y todo lo que se toca y desarrolla allí (son cinco aquí, antes eran seis), las acciones por lo general están limitadas a una única casa (la original manejaba más escenarios) y, fundamentalmente, los personajes de algún modo han sido intercambiados. Esto es: todo lo que hacía él en la versión original ahora lo hace ella y viceversa.

Esto, que puede parecer un juego menor de estructura de guión, no lo es. De hecho, es casi la razón que valida y le da sentido a la remake, lo que la transforma en un evento televisivo que va mucho más allá de ver a dos celebridades del Hollywood de hoy reinterpretando textos y situaciones clásicas conocidas además por las incontables adaptaciones teatrales que se hicieron aquí, allá y en todas partes. La Marianne de Ullmann es hoy la Mira de Chastain pero, a diferencia de aquella, que era –al menos al principio de la saga—callada, temerosa y claramente dominada por su marido, una suerte de “macho alfa” muy seguro de sí mismo, hoy es la que resulta proactiva a la hora de poner en marcha la disolución matrimonial. Y el Johan de Josephson es hoy el Jonathan de Isaac: un académico un tanto dubitativo, que cuida de la hija de ambos (otra diferencia: en la original eran dos) mientras ella es la que provee económicamente gracias a su trabajo en una empresa de tecnología.

Con ese giro de 180 grados como disparador, “Secretos de un matrimonio”se apropia de la trama bergmaniana, contada como una serie de escenas que se desarrollan a lo largo de una década en la vida de una pareja, con mucho tiempo (a veces meses, en otros casos años) entre un episodio y otro. Arranca como una historia de amor. Mira y Jonathan parecen una pareja perfecta y eso se lo hacen saber a una investigadora que está trabajando en un paper académico y los entrevista al comenzar la acción. Y esa idea se reafirma en una cena que luego tienen con una pareja amiga (Nicole Beharie y Corey Stoll) en claro y evidente estado de descomposición matrimonial. Pero algunos elementos van mostrando grietas en ese perfecto armado: una decisión respecto a un aborto que no se conversa lo necesario, algunas incomodidades que se callan y cosas así. ¿Será posible que Mira y Jonathan caigan de ese pedestal de cariño, compañerismo y aparente atracción mutua?

Sí, lo es. No será spoiler a esta altura decir que, poco después, los problemas salen a la luz. Y el disparador –en este sentido el modelo no se escapa a lo tradicional—es un affaire amoroso: Mira está saliendo con un colega laboral de origen israelí (allí el director metió elementos propios o coló algún secreto deseo) y, de un día para el otro, le dice a Jonathan que abandona el barco en la mañana siguiente. El hará lo posible para retenerla pero en ese agresivo paquete de acusaciones, reproches, idas y vueltas que se lanzan en lo que va de una noche a la mañana siguiente (esto es el segundo episodio aquí, era el tercero en la original) todo se desintegra rápidamente, al punto de que no parece haber una posible vuelta atrás.

Quizás no convenga adelantar mucho más relacionado a lo que sucede en los tres episodios siguientes, pero se puede decir –para los fans de la miniserie original o los que conocen la historia en su versión teatral—que son más o menos fieles a lo que planteó Bergman allí, con sus idas, vueltas, encuentros, desencuentros e intentos de reconciliación que derivan en cada vez más agresivas peleas. En medio de esa radiografía de un fracaso, tanto la original como la remake encuentran el espacio y el tiempo para momentos de ternura, de reconocimiento de un pasado en común y hasta de un fluctuante deseo que tiende a reaparecer en los momentos menos pensados. Mira y Jonathan van creciendo, atravesando etapas y circunstancias en sus vidas, sintiéndose mejor o peor consigo mismos (y con el otro) y, la mayoría de las veces, dándose cuenta que siempre parecen estar un poco cruzados, a destiempo de la situación emocional del otro.

Lo que también es muy fiel es la puesta en escena. Como lo hacía Bergman en la miniserie original recapitulando los eventos de episodios anteriores, Levi también rompe la llamada cuarta pared. Aquí lo que hace es iniciar la mayoría de los episodios con planos secuencia de un supuesto backstage que, en este caso, son particularmente llamativos porque se ve al equipo completo (con excepción de los actores) con barbijos en pleno pico de la pandemia. Pero lo principal pasa por el uso de la cámara, el manejo de los espacios y, especialmente, las actuaciones. Como hizo el legendario Sven Nykvist en la original, la fotografía de Andrij Parekh (“Blue Valentine”, la miniserie “Show Me a Hero”) se maneja en función del movimiento y la intimidad con los actores, tratando de captar muy de cerca las más pequeñas alteraciones emocionales de cada uno de ellos. Si bien el grano fílmico de antaño ha desaparecido (estaba filmada en 16mm.), la remake conserva el espíritu realista e íntimo, ese tono descarnado y casi invasivo que hizo que a la original se la comparara con el cine de John Cassavetes.

Y Chastain, cuyo parecido a Ullmann por momentos es sorprendente, hace un papel muy distinto al de aquella. Siendo la que propone la primera y brutal ruptura, y la que luego navega con sus dudas e inseguridades respecto a cómo seguir adelante después de eso, en realidad su modelo a seguir es el de Josephson. Mira es, de entrada, la portavoz de la discordia, la aparente “agresora” en esa pareja, la que destroza de un golpe esa fachada perfecta en una fuga repentina. Y Chastain se hace cargo de esa impresión sin intentar que Mira nos caiga, digamos, “simpática”. De la calma al torbellino y así varias veces, es un personaje formidable que la actriz entiende a la perfección. Pero quizás sea Isaac la verdadera revelación aquí, en el complejo rol del marido lastimado, demandante, que reclama un afecto y un amor que quizás ya no estén ahí. Y el actor de “Inside Llewyn Davis”, contenido en un rol tan reactivo como inseguro y temeroso, le pone el rostro y el cuerpo a esa idea de una nueva masculinidad, que quizás solo sea una fachada civilizada de la vieja.

Dramas matrimoniales han existido desde siempre pero pocos han causado el impacto de la miniserie de 1973. El tiempo dirá si la remake pone el dedo en la llaga de algún tipo de oculta combustión emocional en parejas “despiertas” y supuestamente conscientes de los estereotipos de género en las relaciones matrimoniales. El “Secretos de un matrimonio” cosecha 2021 trae al presente al Bergman de antaño pero con mujeres empoderadas y económicamente independientes, maridos ocupados del cuidado de la casa y de los niños, y todo lo que circula alrededor de eso. Una miniserie notable y abrumadora –se recomienda no verla de un tirón, puede resultar agobiante—que pregunta y se pregunta cuánto, más allá de las apariencias, han cambiado realmente ciertas cosas. Quizás, bastante menos de lo que suponemos.


Nota originalmente publicada en La Agenda de Buenos Aires. Ver aquí.