Series: reseña de «Succession Ep. 3.1: Secession», de Jesse Armstrong (HBO)

Series: reseña de «Succession Ep. 3.1: Secession», de Jesse Armstrong (HBO)

La tercera temporada de la serie de HBO comienza inmediatamente después del final de la segunda y lidia con las consecuencias de las declaraciones y acusaciones públicas de Kendall contra su padre, el poderoso empresario Logan Roy.

Nueva York, Génova, Londres, Singapur o Los Angeles», dice Gerri, citando las distintas opciones a las que los Roy y sus ejecutivos podrían viajar mientras el escándalo causado por las denuncias de Kendall estalla públicamente. Aunque, dirá luego, quizás países como «Bahrein, Bosnia, Kuwait, Líbano, Maldivas, Marruecos, Qatar, Arabia Saudita o el Vaticano» sean mejores, pero no porque allí «hay dragones» o «son inventados» –como dice/bromea Roman– sino porque no tienen pactos de extradición con los Estados Unidos. Los Roy están así de desesperados. Bueno, quizás desesperados sea una palabra un poco grande como para definir lo que sienten. Un tanto nerviosos es más apropiado. Lo suficiente como para que Logan (Brian Cox) tire tres o cuatro «fuck offs».

La temporada tres de SUCCESSION continúa inmediatamente después del final de la segunda, con la familia dueña de la corporación Waystar RoyCo definiendo qué hacer tras el caos causado por el hijo que se les volvió en contra y, a su vez, con el propio Kendall (Jeremy Strong) lidiando con las consecuencias de sus potentes declaraciones, en las que culpa a su padre de saber todos los manejos sucios –abusos sexuales, pagos secretos, etcétera– en los cruceros de la compañía. Sin descanso, los Roy van armando una estrategia de defensa mientras que el hijo ahora díscolo hace la propia. Claro que ambas estrategias tienen muchas cosas en común.

La serie de Jesse Armstrong empieza a mover las piezas familiares de entrada nomás. TODO ACA ES SPOILER DEL EPISODIO. Logan decidirá bajarse del rol de CEO solo por una cuestión de imagen aunque, lo dice directamente, piensa seguir manejando todo por detrás. ¿A quién pondrá en su lugar? Es una decisión difícil porque si bien todos quieren el puesto quizás no sea el mejor momento para agarrarlo. «Una proverbial papa caliente», dice la frase. Logan tiene tres candidatos: sus hijos Shiv (Sarah Snook) y Roman (Kieran Culkin) o su ejecutiva/consejera Gerri (J. Smith-Cameron). Y mientras Logan viaja en un avión y ellos tres en otro (así son los Roy), todos van tratando de mover sus piezas a favor o en contra de quedarse con el puesto.

El entusiasta y pasado «de rosca» Kendall, en tanto, va armando su estrategia. Se establece en la casa de su ex mujer que pacientemente tolera el caos a su alrededor, acompañado del «primo Greg», quien se está dedicando a revisar internet para ver qué se dice de Ken («the internet, well, it’s big», comenta). Ken contrata a dos publicistas (a las que les pide su opinión pero no las deja hablar y les dice lo que tienen que hacer) y luego, en una movida aún más fuerte, consigue los servicios de una de las mejores abogadas del país, Lisa Arthur (Sanaa Lathan). Lo que no sabe es que su familia también trata de contratar a esa misma mujer. Kendall llega antes y se anota un punto, sin saber que esa movida perjudicará a su hermana Shiv en la carrera por el puesto familiar.

Es así que entre los nervios de ambos lados y el humor de Roman –que parece sobrar toda la situación aunque en realidad no es tan así–, el primer episodio de SUCCESSION termina con la decisión de Logan de darle el puesto a Gerri. En el medio, claro, hay lugar para incontables escenas y diálogos entre los protagonistas, desde el incómodo encuentro entre Rava (Natalie Gold), la ex de Kendall, y su nueva novia Naomi (Annabelle Dexter-Jones), a los intentos de seducción de Roman con Gerri pasando por casi todo lo que hace o dice Greg (Nicholas Braun) en su perpetua confusión. Logan, en tanto, va acrecentando su furia y quiere ir a la guerra, con todo lo que eso implica. Es decir: no colaborar con la investigación que se hará en su compañía tras las denuncias de su hijo.

De entrada está planteado el mundo en el que viven los Roy. El episodio arranca en un helicóptero, sigue en un avión (dos aviones) pasa a hoteles, autos que van y vienen por distintas ciudades y funciona en buena medida telefónicamente, con muchos cruces –algunos más tensos que otros– entre los personajes, que hablan en paralelo, ocultándose de la vista y los oídos de los otros. Algunos, de hecho, cruzan llamados con Ken, pero no lo dicen. Otros directamente le cortan. Y cada hijo juega su juego en esta lucha de poder. Bueno, salvo Connor (Alan Ruck) que sigue en su propio mundo y se queda «cuidando el fuerte» en algún lugar de Europa, que es la manera que Logan tiene de sacárselo de encima.

El funcionamiento de la serie sigue el mismo patrón de siempre. Diálogos filosos e hiperveloces, cámara en perpetuo movimiento y acomodándose a la circulación de los personajes como en una especie de (falso) documental y un muestrario de los poderosos que prácticamente no incluye a ningún ser humano fuera de su cerrada órbita. Lo más parecido a «la realidad» que ven los Roy son los periodistas que siguen a Kendall tras su conferencia de prensa y lo que surge de la obsesiva manera en la que el tipo le pide a Greg que chequee sus tuits para ver qué se dice sobre él. «Te siguió el Papa –le dice Greg, mareado con tanta información–. No, bueno, no es el Papa, es un Papa».

La estrategia de medios es fundamental para todos. Lo mismo que tener un abogado «que de una buena impresión», por lo que todos quieren a Lisa, que es mujer, es negra y trabajó ya a favor de mujeres que fueron abusadas, lo cual le daría a los Roy credibilidad en su disputa con Kendall. Pero Ken les gana de mano y se la queda para él. Logan, de todos modos, es un enemigo temible, un poderoso empresario que puede apretar al presidente cuando lo desea y mover las piezas correctas –tanto las mediáticas como las judiciales, algo que sucede no solo aquí– como para salir bien parado de la situación. ¿Está realmente Kendall preparado para enfrentar a «la bestia» de su padre? Eso se verá en los próximos episodios. La serie, por ahora, empieza ahí arriba, como si el tiempo (y la pandemia) no hubiesen sucedido y el mundo fuese el mismo que era antes. Bueno, pensándolo bien, quizás lo sea.

Algunos apuntes sueltos:

-Los problemas de pareja de Shiv y Tom (Matthew Macfadyen) parecen estar «en suspenso», ya que la emergencia familiar dejó todo eso, por ahora, a un costado. Pero por la forma en la que Tom opera «contra» su mujer en la competencia por el puesto de CEO quizás siga habiendo broncas y recelos ahí.

-Connor y su mujer Willa siguen en la suya, tratando de encontrar la manera de recuperarse del fracaso de la obra teatral de ella, convirtiéndola en un «éxito irónico para hipsters».

-La ex mujer de Kendall es acaso el más noble de todos los personajes, aguantando la invasión de su casa de una docena de personas sin estar convencida de lo que hizo su ex marido y encima soportando que se beban un carísimo vino que tiene guardado para una ocasión especial.

-Logan: «¿Querés Comida? ¡Traga! ¡Estamos a saliva y adrenalina aquí!«