Estrenos online: crítica de «Zeros and Ones», de Abel Ferrara (Flow)
Visualmente fascinante pero narrativamente poco menos que incomprensible, la nueva película del director de «Maldito policía», premiada en Locarno, tiene como protagonista a Ethan Hawke encarnando a dos perturbados hermanos y a una Roma vacía en las noches más estrictas de la cuarentena.
Prolífico aún cuando las condiciones no son las mejores –o son, como en este caso, prácticamente imposibles–, Abel Ferrara viene filmando casi una película por año desde hace un tiempo, muchas de las cuáles parecen ser proyecciones directas de su inconsciente, narrativas bastante confusas pero a la vez inquietantes que causan fastidio y fascinación en partes iguales. En el caso de ZEROS AND ONES, quizás a diferencia de las previas, lo mejor pasa por todo lo relacionado con la puesta en escena, mientras que lo que tiene que ver con el guión (la trama, la historia) bordea lo incomprensible. Por momentos da la sensación que de haber elegido filmar Roma de noche en pandemia sin ninguna historia para contar más que mostrar la ciudad en esas condiciones, el asunto podría haber sido mucho más interesante todavía.
Junto al director de fotografía Sean Price Williams –un experto en esto de filmar en las calles, con poca luz y en condiciones difíciles como lo prueban HEAVEN KNOWS WHAT y GOOD TIME, dos películas que hizo con los hermanos Safdie, entre muchas otras en las que trabajó– y una banda sonora de su habitual colaborador Joe Delia, Ferrara retrata una ciudad de Roma en plena cuarentena hasta darle un aire pesadillesco, que parece propio de un mundo post-apocalíptico. Filmando con la mínima luz necesaria (si hay una competencia por el film más oscuro de la historia podría pelear por algún premio) y en medio de calles completamente vacías, con una banda sonora que le agrega misterio a lo que vemos, ZEROS AND ONES bien podría ser un registro histórico y tétricamente bello de la etapa más dura de la pandemia.
De hecho, la idea de que existan militares norteamericanos, agentes rusos, quizás espías de todos tipo y color haciendo de las suyas mientras las autoridades mandan a todo el mundo a meterse adentro a partir de cierta hora de la noche es también una idea sugerente, al borde de la conspiranoia pero rica en términos dramáticos. El problema es que Ferrara no parece tener demasiado en claro qué hacer con todo eso. O si en algún momento lo tuvo, finalmente se perdió en el camino. A tal punto es evidente lo confuso del relato que tuvo que incorporar al breve film una introducción y un cierre en el que su protagonista, Ethan Hawke, habla a cámara, primero explicando lo que vamos a ver y luego analizando lo que vimos.
Hawke encarna a dos personajes. El que más tiempo en pantalla ocupa es JJ, que parece ser un militar estadounidense operando en Roma. El otro, su hermano James, está encerrado por ¿revolucionario? en lo que parece ser alguna cárcel de alta seguridad en la que le dan drogas para que revele algún secreto que no está dispuesto a revelar. A lo largo de una noche (de vuelta, eso es lo que parece), JJ se irá topando con gente y metiéndose cada vez más adentro de un operativo de espionaje en el que participan vendedores de drogas chinos, mafiosos rusos, religiosos musulmanes y operativos secretos estadounidenses. Veremos qué es lo que hacen (la película se reserva dos minutos de cine catástrofe con explosiones de escenarios importantes y conocidos) pero nunca sabremos muy bien quién ni cómo aunque podemos suponer el porqué.
La aparición de Hawke en un universo usualmente habitado por Willem Dafoe (cuando encarna a JJ, el actor de ANTES DEL AMANECER parece estar canalizando el espíritu del actor de PASOLINI) relaciona aún más que antes al cine de Ferrara con el de Paul Schrader, otro torturado/religioso que siempre ha trabajado con otros métodos –y paradigmas estéticos muy distintos– a la hora de lidiar con la religión y con la violencia catártica que usa para canalizar lo difícil de esa relación. Acá, la confusa trama de violencia política que involucra atentados, torturas y sexo (sí, como tortura en este caso un tanto rara) no tiene demasiada consistencia ni lógica y sirve, más que nada, para que el realizador lidie públicamente con sus más oscuros temores pandémicos.
Es una lástima que la película no pueda tener un hilo conductor un tanto más «manejable» porque todo lo que rodea a ese vacío en el medio es realmente cautivante. ¿Quién no se preguntó por lo que pasaba en las ciudades desiertas en las noches de cuarentena? ¿Quién no pensó qué secretos y peligros escondían las más pesadas noches pandémicas? Una guerra más oscura que fría entre fuerzas opuestas bien podría hacer hervir la mente del guionista más paranoico, pero Ferrara terminó dejando algo que no es ni una cosa ni la otra. El poema oscuro y angustiante de ver una ciudad como Roma desierta y amenazante con sus monumentos históricos convertidos casi en criaturas peligrosas es, de todos modos, cautivante. Y la mejor forma de atravesar ZEROS AND ONES es poner la atención en esa faceta de la película y ver cómo la cámara captó la realidad detrás de la ficción.
En flow no está.
ahora si. La acabo de ver. Es psicoanalítica. Saludos
El film funciona como un boceto de posibles hilos argumentales para un posible film que aún no se filmó.
Un work in progress. Aún así; resulta un gran ejercicio estético y por momentos; cautivante; inmersivo en toda su incomprensión.