Estrenos online: crítica de «El canto del cisne» («Swan Song»), de Benjamin Cleary (Apple TV+)

Estrenos online: crítica de «El canto del cisne» («Swan Song»), de Benjamin Cleary (Apple TV+)

Mahershala Ali encarna a un hombre con una enfermedad terminal y al clon que lo reemplazará en este drama familiar en un contexto de ciencia ficción. Con Glenn Close, Naomie Harris y Akwafina. Desde el 17 de diciembre en Apple TV+.

Una película cuya premisa de ciencia ficción puede ser un tanto engañosa para los que esperen algún tipo de relato de suspenso, SWAN SONG está más cerca en realidad de esos cuentos un tanto angustiantes que podían plantear, literariamente, escritores como Isaac Asimov o Ray Bradbury. Un drama familiar disfrazado de relato futurista, la película dirigida por el irlandés Cleary (ganador del Oscar a mejor cortometraje en 2016 por STUTTERER) podría ser el más amable de los episodios de BLACK MIRROR y, sin dudas, el más largo y calmo de todos.

Es la historia de un hombre que, sabiendo que se va a morir pronto, decide contratar a una empresa que lo reemplazará con un clon exacto, que tendrá toda su memoria en la suya y que, todo parece indicar, nadie podrá distinguir del real. Cameron Turner (Mahershala Ali) es un ilustrador y dibujante que, cuando comienza el film, conoce a una mujer en el tren que lo lleva a la ciudad. Ella se llama Poppy (Naomie Harris) y cualquiera que haya visto tres películas en su vida sabe que van a terminar juntos. Algo que SWAN SONG (EL CANTO DEL CISNE en castellano) resuelve muy rápido, ya que eso solo era un flashback a un pasado bastante lejano ya.

En el tiempo presente de la historia (un futuro a mediano plazo que parece diseñado por la misma gente de Apple que hizo esta película, casi un comercial de diversos prototipos de productos), ya están casados y tienen un hijo. Se quieren, pero han tenido sus inconvenientes personales, sus crisis y ahora parecen estar atravesando otra, ya que Cameron atraviesa una suerte de bloqueo creativo. Lo que Poppy no sabe es que el tipo en realidad tiene una enfermedad terminal y le queda poco tiempo de vida. Lo que tampoco sabe es que él ha «comprado» a un clon para que lo reemplace en el futuro y así no dejarla sola a ella y a su hijo. Bah, a sus hijos, ya que en medio de este procedimiento el tipo se entera de que están esperando uno nuevo.

Cameron irá a Arra Labs, la empresa/laboratorio que produce los clones en cuestión, manejada por la Dra. Scott (Glenn Close). Pero cuando el tipo conoce a su clon –a quien llaman Jack, para no generar más confusiones– empieza a dudar si continuar o no con el plan. Su salud, sin embargo, le hará darse cuenta de que tiene que seguir adelante y se somete al procedimiento de literal transferencia. Y, a lo largo del proceso de «intercambio de información» y de pruebas y ensayos (que ocupan gran parte de la película), Cameron volverá a dudar varias veces sobre si seguir o no, aceptará por momentos la realidad y en otros se rebelará contra ella, por más que su clon –obviamente también encarnado por Ali– no parezca tener ninguna falla o inconveniente. Salvo por un lunar, es idéntico de pies a cabeza a él y conoce todos los recuerdos de Cameron como si fueran propios. De hecho, de algún modo lo son. ¿Lo son?

Más allá de la aparición de Akwafina en un papel bastante breve, y también doble, de una mujer que ya hizo este operativo antes que él y también de su clon (son apenas tres los que circulan), la película no tendrá muchos otros personajes ni elementos narrativos, más allá de algunas cosas del pasado que iremos descubriendo cuando se haga la «transferencia» que parece sacada de ETERNO RESPLANDOR DE UNA MENTE SIN RECUERDOS. Pero, aparte de un par de elecciones similares, poco y nada tiene que ver este film con aquel. Allí donde Charlie Kaufman creaba una compleja trama romántica llena de giros narrativos, SWAN SONG no esconde nada bajo la manga. Es lo que vemos: el drama de un hombre al que le resulta imposible «soltar» e imaginar que su mujer pasará el resto de su vida con otro, aunque sea (casi) él mismo.

Los dos actores de MOONLIGHT tienen una gran química entre sí (lo digo por Ali y Harris, no por Ali y su clon) y le dan una enorme credibilidad a un film que, de otra manera, se volvería interminable con sus 110 minutos. No porque la situación en sí no amerite esa duración, sino porque la película fundamentalmente plantea todos sus elementos narrativos en sus primeros 15, 20 minutos y luego no desarrolla casi nada más. Un par de pistas falsas dan la sensación que la historia tendrá algún giro inesperado (digamos que los «protocolos» de Arra Labs son un tanto complicados de atravesar para alguien que no está del todo seguro de querer hacerlo), pero no llegan demasiado lejos. Además de Cameron, con sus miedos y su dolor, el otro personaje que tiene algún tipo de conflicto en la película es el perro de la familia, al que no le avisaron que no estaba actuando en una comedia.

Claramente filmada en medio de la pandemia, la película es tan minimalista como los gadgets que los personajes utilizan, una especie cuadro de Edward Hopper pero todo de blanco. Salvo un par de escenas, la mayoría no usan a más de dos o tres actores y parecen transcurrir en una ciudad casi deshabitada. De hecho, buena parte del film solo tienen a Ali delante de la pantalla, solo que cuidadosamente duplicado. Lo difícil del trabajo del excelente actor de, ejem, GREEN BOOK, está en que los dos personajes son fundamentalmente iguales y para el espectador la única pista para distinguirlos debería ser su ropa. Pero hay algo en las miradas de Cameron y Jack que deja en evidencia cuál es el original y cual la copia, en un trabajo de una enorme sutileza del actor con la mirada más triste del universo.

Con versiones jazzy de Radiohead, canciones de Moses Sumney, Frank Ocean, Sandro Perri y un bello cover de Prince que Harris toca y canta al piano (en los créditos veremos que, lamentablemente, no es ella), la película tiene un tono melancólico y triste que la atraviesa de principio a fin. Y si bien es más que loable que un drama de este tipo evite pasar por complicadas tramas que no hacen más que desviar la atención del eje central, hay algo casi demasiado económico en la propuesta de Cleary que la vuelve excesivamente plácida, como si el propio universo clínico en el que habitan los personajes se llevara puesta a la historia y la transformara en un videoclip de una banda de ambient music. Quizás, en un futuro tan aséptico, nadie se dé cuenta que en realidad todos son clones desde mucho antes.