Estrenos online: crítica de «Juice WRLD: Into the Abyss», de Tommy Oliver (HBO Max)
Este muy buen documental de la serie Music Box se centra en la corta vida de Juice WRLD, el muy talentoso artista de hip-hop que murió a los 21 años de un sobredosis accidental.
Cuando murió, a fines de 2019 y muy poco después de cumplir 21 años, Juice WRLD estaba ya lanzado al estrellato en el mundo del hip-hop, género que había conquistado en poco más de dos años. Su muerte, shockeante para sus fans en su mayoría adolescentes, se sumó a las que en esos años parecían acumularse en la generación del llamado Emo Rap (como Lil Peep o XXXTentación), grupo de muy jóvenes artistas cuyas letras se caracterizaban por ser introspectivas y hablar de asuntos personales como la ansiedad, la depresión, la soledad y el automedicado consumo de drogas legales como Percocet o OxyContin. Ese tipo de carrera breve y explosiva es, lamentablemente, muy común en el mundo del rock o del hip-hop. Lo que no es del todo común es el inmenso talento de «Juice» (nombre real: Jarad Anthony Higgins), uno que este sorprendente documental revela en toda su dimensión.
INTO THE ABYSS –documental que es parte del muy buen ciclo Music Box que coordina Bill Simmons, el mismo de ESPN Films Presents 30 For 30— le escapa, salvo por algunos momentos, a la mayoría de las convenciones de los documentales musicales, esa acumulación de entrevistas combinada con algo de material de archivo y una cronología discográfica prolija que suelen ser el piloto automático de estos films. Es una película que funciona y vibra de un modo muy similar al mundo y al personaje que describe, mostrando de primera mano el día a día, la semana a semana, de la vida de Juice y su «entourage» a lo largo de esos años de exponencial crecimiento en popularidad. Grabado originalmente por los dos videastas que seguían y filmaban al músico todo el tiempo (eran parte de su grupo) y organizado, guionado y editado por Oliver, la película consigue un nivel de intimidad inédito o pocas veces visto en cuanto a lo revelador que es tanto del talento de Juice como de sus problemáticos consumos que lo fueron llevando hacia la muerte, consumos a los que se refería constantemente en sus canciones.
Los momentos en los que el documental se sale del «detrás de escena» es poco después del principio, en donde escuchamos a varios colegas, amigos y miembros de su grupo hablar del talento de Juice y al final, cuando muchos de los que estuvieron en el momento de su muerte, hablan de qué es lo que sucedió en ese avión tras aterrizar en Chicago, además de revalorizar su talento y comentar sus tendencias autodestructivas. Pero el estilo que busca Oliver está claro desde el primer plano del documental, que comienza con una larga improvisación de Juice de más de cinco minutos que deja en evidencia su capacidad lírica para hablar de temas personales de manera original y creativa sin tiempo para ningún tipo de análisis o reflexión: freestyle puro y duro.
De ahí en adelante, INTO THE ABYSS seguirá a Juice WRLD y su clique en la intimidad: habitaciones de hotel, aviones, giras, camarines, la casa del músico y en el escenario. Para los que hemos visto muchos documentales de rock, el nivel de cercanía e intimidad que se consigue aquí es inédito, casi insólito, casi como si el propio Juice y su equipo quisieran ser captados por la cámara de la manera más personal posible, fundamentalmente en lo que se refiere a consumos de opioides y similares. No hay casi momento en el que él o su grupo no estén tomando pastillas o consumiéndolas de algún otro modo. Uno de los principales causales de muerte de WRLD estuvo ligado a su consumo de derivados de la codeína que tomaba de la manera más «inocente» imaginable: de forma líquida en jarabes para la tos y combinada con Sprite o bebidas similares. Aquí casi no hay plano en los que no tenga en la mano un vaso de «lean«, tal como se conoce a esa potencialmente fatal mezcla.
El documental no organiza las canciones que se escuchan en funciones de álbumes o lanzamientos –de hecho, solo se las escucha en sus versiones en vivo o en el momento en que se graban, aún «crudas»– y cada tema que suena aparece mencionado en cantidad de streams o vistas en YouTube. El film incluye algunas de sus canciones más conocidas –como «Lucid Dreams», «All Girls Are the Same» o «Robbery»— pero también muchas que, al momento de terminarse el film, no habían sido incluidas en ningún álbum. En algún punto, da la sensación que ese orden es secundario y que las canciones de Juice funcionan en clave de brainstorming permanente, un diario íntimo y personal rapeado y musicalizado que conecta con lo que vemos.
Entre los que están junto al rapero a lo largo de todo ese tiempo hay que mencionar a su novia, Ally Lotti, su manager Lil Bibby, además de colaboradores como Polo G, G Herbo, Kid Laroi y el productor Benny Blanco. Una de las particularidades de las canciones y las entrevistas de Juice es que todo parece indicar que el tipo tampoco se veía viviendo demasiado tiempo, que sabía que esa suerte de autodestrucción pública no podía durar mucho más. Las muertes de colegas no hicieron mucho para cambiar sus hábitos. Casi al contrario, lo aceleraron. Y poco antes de su muerte se puede ver claramente que sus shows en vivo los hace en un estado límite, dejando que sus fans griten las letras de sus canciones y apenas circulando semi-despierto en el escenario.
Oliver no toma una posición ni respecto al consumo de drogas (de hecho, uno de los camarógrafos consume con Juice) ni intenta hacer un análisis de los motivos por los que el músico llegó a tales niveles de adicción, tomando en cuenta que lo poco que cuenta de su vida familiar parece relativamente convencional. Es una suerte de reality show crudo de la vida de una estrella del hip-hop que se fue enredando en su propia depresión o dejándose llevar por consumos que impidieron que pudiera seguir desarrollando su arte. Viéndolo improvisar ante cámara, en la radio, en el escenario o donde sea, queda claro que Jarad tenía un enorme talento y un futuro enorme. Y viendo el resto del documental también queda claro que no había muchas posibilidades de durar demasiado viviendo de ese modo. Y él lo sabía.