Estrenos online: crítica de «The Fallout – La vida después», de Megan Park (HBO Max)
Este drama premiado en el Festival South By Southwest se centra en una adolescente que debe lidiar con las consecuencias emocionales de un atentado violento en su escuela. Estreno de HBO Max.
El angustiante fenómeno de los atentados con armas en los colegios estadounidenses ha sido tratado por el cine de diversas maneras, desde violentas a poéticas, centrándose muchas veces en las causas y consecuencias directas que esos eventos tienen en las personas implicadas, desde el que comete esos atentados a las víctimas, pasando por sus seres queridos también afectados. En THE FALLOUT, Megan Park sigue, inteligentemente, a un personaje al que se lo podría calificar de colateral a esa historia: una chica de 16 años que es alumna de la escuela en la que alguien (a quien no vemos) entra a disparar matando a varias personas. A ella no le sucede nada, directamente, pero las consecuencias de la experiencia le harán pegar un inesperado giro en su vida.
LA VIDA DESPUES –tal es el título local de esta película ganadora de la competencia del festival South By Southwest 2021— utiliza los recursos del drama adolescente para contar su historia. En cierto punto se podría decir que los personajes bien podrían ser parte del elenco de EUPHORIA, solo que en una versión no tan ampulosa, ni dramática ni visualmente. Y la protagonista, Vada (Jenny Ortega, excelente), es una versión de Rue, el personaje de Zendaya en esa popular serie, solo que bastante menos detonada: tiene un look similar (bermudas y remeras enormes), una manera de comportarse –que ella define como low-key o de «bajo perfil»– también bastante parecida y hasta una similar forma de no querer lidiar con sus emociones más perturbadoras, prefiriendo taparlas con consumos diversos. Y son esas las emociones que aparecerán con todo después de esa vivencia escolar y las que harán a Vada coquetear con las prácticas y las angustias que en Rue son cosas de todos los días.
El atentado en cuestión –que sucede apenas comienza la película– encontrará a Vada casualmente en el baño del colegio. Al oír los disparos en los pasillos, la chica se meterá en uno de los cubículos en compañía de otra alumna que estaba casualmente allí. Se trata de Mia (Maddie Ziegler), una chica que tiene muchos seguidores en Instagram y que Vada imagina como muy popular. A ellos se les sumará otro compañero, Quinton (Niles Fitch), que entra allí escapándose del caos y ensangrentado tras tratar de ayudar a su hermano, que recibió un disparo. Todo sucederá en un par de minutos mientras ellos tres están temblando, subidos arriba de un inodoro, esperando que el criminal no entre allí, algo que por suerte no sucederá.
Park no está interesada en contar detalles del caso –hace muy bien en negarle espacio al perpetrador y cualesquiera que hayan sido sus problemas e intenciones– y elige seguir a Vada en «la vida después» en cuestión. No irá al colegio, sus padres (Julie Bowen y John Ortiz) estarán constantemente preocupados por ella y, a su manera, su hermana –que está entrando en su propia adolescencia– también. Al shock inicial le seguirá un acercamiento con Mia, quien vive en un enorme caserón sola ya que sus padres están de viaje y con la que pasará las tardes en las que no va al colegio. A Vada le fascinará y sorprenderá que Mia le preste atención, pero rápidamente veremos que la chica –por más apasionante que aparezca su vida como influencer de las redes– está bastante sola, llena de inseguridades y también muy afectada por lo que pasó. Y de a poco se conectará también con Quinton, él sí más directamente golpeado por el hecho. A la vez, se irá alejando de amigos previos, que responderán a la crisis de maneras más, si se quiere, politizadas.
LA VIDA DESPUES tiene la inteligencia de utilizar recursos convencionales para contar una historia que no lo es o no debería serlo. Vada podría haber tenido una adolescencia típica de una chica de su edad en ese lugar, pero ese atentado desarmó todo. Ahora avanza a tientas, con miedo a dormir o a volver al colegio, tratando a veces de negar lo que pasó pero despertándose asustada en medio de la noche, yendo a una psicóloga (interpretada por Shailene Woodley, en un papel muy breve) pero sin poder contarle realmente lo que le pasa y empezando a distanciarse de sus padres que, temerosos, le están encima todo el tiempo. Es un proceso complejo por el que nadie debería tener que pasar –la adolescencia de por sí ya lo es y no necesita ese drama extra– y, en algún punto, lo que Park refleja en el film es ese brusco despertar a un mundo lleno de inconvenientes emocionales inesperados.
La película tiene la sutileza y sabiduría de no recargar las tintas casi nunca (hay un momento sentimental en el que lo hace, pero la propia protagonista lo corta), entendiendo que el tema es lo suficientemente fuerte y no necesita un drama audiovisual extra. Los fans de EUPHORIA quizás vean esto y sientan que todo les parece liviano, casi menor, comparado con el melodrama permanente que es esa serie, pero no es así. Al contrario, lo que sucede aquí es bastante más grave, solo que la película evita recargar las tintas, subrayar demasiado las tragedias. No es necesario. Están ahí, a la vista de todos, no hace falta mostrarlas ni construir una ópera para que se entienda lo violentas, traumáticas y brutales que son las experiencias de este tipo.
Ortega, la actriz de YOU y STUCK IN THE MIDDLE que interpreta a Vada, entiende a la perfección lo que pasa por la cabeza de su personaje y logra transmitir muy bien su confusión, sus inseguridades, sus intentos fallidos por seguir adelante como si nada pasara y los errores que comete en ese recorrido. La película puede armarle a Vada un arco dramático que conlleve algún tipo de superación personal, pero es claro –un muy inteligente momento refuerza esa idea– que ese trauma la acompañará toda la vida como una sombra oscura. Y que ni su relación con sus amigas y amigos, ni con su hermana, ni con sus padres, ni con el mundo será ya la misma.