Estrenos: crítica de «Belfast», de Kenneth Branagh
La nueva película del actor/director británico, candidata a siete premios Oscar, repasa su infancia en Irlanda del Norte, en medio de la creciente violencia entre protestantes y católicos. Con Jude Hill, Caitríona Balfe, Jamie Dornan, Ciarán Hinds y Judi Dench.
Podemos empezar a hablar del «efecto ROMA» para referirnos a películas como BELFAST y a todas aquellas en las que un realizador retorna a las anécdotas de una infancia rodeada de cariño y seres queridos pero en circunstancias políticas complicadas. Es cierto que la de Alfonso Cuarón está lejos de ser la primera película en la que un cineasta hace una crónica cinematográfica de su propio coming of age (podemos ir atrás en el tiempo hasta AMARCORD o a la propia LOS 400 GOLPES, entre muchas otras), pero varios de los elementos específicos que aparecen en el film mexicano se reiteran aquí: el blanco y negro, el carácter episódico, la época, el contexto político violento y el eje en el potencial desgarro familiar implícito en toda esta desventura. Y sí, también un nombre que hace referencia a un lugar específico.
BELFAST –nominada a siete premios Oscar, incluyendo mejor película, director, guión, actor y actriz de reparto– es, siguiendo esa comparación, la versión light y accesible de ROMA, una que mantiene una similar apariencia formal pero que luego se descubre como mucho más vacía, limitada, pasajera, genérica. Es un recuerdo cariñoso y hasta amable pero muy despolitizado, algo que es entendible en función de que se narra a partir de los recuerdos de un niño de nueve años –un alter-ego del propio Kenneth– que atraviesa la creciente violencia que se vive en el lugar, pero al que quizás le falta la perspectiva que le da el tiempo y los personajes adultos.
El film es una colección de observaciones de la vida de Buddy (Jude Hill) en la capital de Irlanda del Norte, que empiezan cuando la vida aparentemente apacible del chico y de su familia (integrada por hermano mayor, abuelos, madre y padre algo ausente ya que trabaja buena parte del tiempo en Inglaterra) se quiebra con el shock de un violento ataque de grupos protestantes a las casas de las familias católicas de su barrio. Su familia es protestante y queda en medio de una situación tensa y complicada, ya que es fuerte la presión que reciben para cortar con los católicos, que eran por lo general separatistas del Reino Unido frente a los «unionistas», en su mayoría protestantes.
Branagh no entra mucho en el análisis político –para los que no conocen demasiado de «los problemas» en Irlanda del Norte, siempre es bueno tener a mano algo de info previa— ya que Buddy tampoco tiene idea qué está pasando y dice que a veces preferiría ser católico solo para ser perdonado de todo en el confesionario. El chico está más preocupado por jugar al fútbol en la calle, lograr que le preste atención una compañerita del colegio, ir al cine a ver los estrenos populares, pasar el tiempo con sus abuelos (Judi Dench y Ciarán Hinds) o con su simpática y coqueta madre (Caitríona Balfe, la protagonista de OUTLANDER). Y cada vez que su padre (Jamie Dornan) regresa de Inglaterra, tratan de hacer actividades juntos, aunque últimamente a ambos se los ve preocupados por la creciente tensión que se vive en la ciudad… y entre ellos.
Al tratarse de una película episódica cuyo hilo narrativo central pasa por la decisión que la familia debe tomar respecto a quedarse o no viviendo en Belfast por lo complicado de la situación, uno podría suponer que Branagh armó su film buscando un tono melancólico o bien observacional, en el que lo fuerte pasara por cierto registro poético, desde lo visual al menos, de esas experiencias. Pero no. Más allá de un contrastado blanco y negro que se ve bastante digital, el actor/director narra su film de una manera entre mecánica y torpe (drones, cortes permanentes, ángulos de cámara insólitos), con los actos de violencia filmados como si fuera un mediocre thriller de acción y muchas caracterizaciones desprovistas de gracia o personalidad.
A BELFAST la empujan el entusiasmo del niño, que se da cuenta que algo grave pasa pero sigue metido en sus cosas y, especialmente, la lucha de su madre por mantener la calma ante una situación que le explota por los cuatro costados. Es que, además de la creciente violencia política, «Ma» (el chico la llama así y nunca se le conoce el nombre) lidia con la salud de su propio padre, que está cada vez más enfermo, y con un marido («Pa», también) cuya ausencia permanente la hace responsable de mantener al núcleo familiar entero en medio del caos. Y a veces sola no puede, especialmente cuando algunas «malas influencias» empiezan a rodear al niño.
Pero raramente la película emociona o toca fibras personales que no se parezcan a esas que se vieron en decenas de otras películas de similar subgénero. Pese a la particularidad del caso y de la locación elegida, Branagh no puede evitar que las complicaciones de la vida de Buddy se sientan genéricas, casi del manual del coming-of-age. No hay en ningún momento detalles específicos –en lo que respecta a sus vivencias– que le den una carnadura real a la historia. Son «los problemas» de Irlanda del Norte, pero si una cambia las canciones de Van Morrison (no siempre correspondientes a la época en la que transcurre la acción: hay temas como «Days Like This» que es de 1995) por las de otro artista y modifica un par de cosas bien podría ser cualquier otro lugar.
Quizás donde más se siente la conexión personal con lo que, en definitiva, es su propia historia, es en la pasión que Buddy tiene por el cine y el teatro. Las imágenes de las películas que ven aparecen en el film en color –cuando son en color, no en THE MAN WHO SHOT LIBERTY VALANCE, de John Ford, que es en blanco y negro– y lo mismo pasa cuando va al teatro por primera vez y sale entusiasmadísimo. Y el chico habita esos momentos de una manera muy sentida, a tal punto que Branagh –partiendo de la mirada subjetiva del pequeño Buddy– musicaliza una tensa situación callejera con música de western. Lo ayuda, claro, que generalmente está acompañado por Dench y Hinds, cuyos rostros tienen más historia que sus personajes. Son criaturas dibujadas con trazos bastante gruesos (abuelos de publicidad de galletas), pero el peso propio de los actores les da una gravedad que no tienen en el papel.
Ganadora del Premio del Público del Festival de Toronto –galardón que suele coincidir con fuertes candidatas al Oscar, películas que no necesariamente son las mejores del año sino las que funcionan mejor con los espectadores–, BELFAST es un film demasiado limitado para sus ambiciones, demasiado esquemático para funcionar como una memoir personal. Su problema no pasa necesariamente por no querer ensuciarse en las más complicadas arenas políticas de la historia –si bien su punto de vista no solo se limita al del niño, la perspectiva es la suya– sino porque su acto de nostalgia y de homenaje a la resiliencia de los habitantes de una ciudad en su etapa más complicada raramente se escapa del efectismo del acto escolar, del folleto turístico actual que reconoce que, décadas atrás, las cosas no estaban tan bien como ahora, pero «supimos salir adelante». No hace falta que el niño entienda que las cosas eran un poco más complejas de lo que se muestran acá, pero el Branagh adulto debería hacerse cargo de lo que cuenta. La perspectiva que le da el tiempo (la película abre y cierra con imágenes de la coqueta Belfast de hoy) agranda su desconexión con la realidad.
A mi me parece una gran película, rodada en unos momentos difíciles por el COVID y los actores todos extraordinarios, destacando Caitriona Balfe y Jud. Es emotiva, marca la importancia de la familia y la educación. Me da lo mismo que no se enfoque políticamente, eso ya sabemos como fue, pero a través de los ojos de un niño, me parece perfecta.
A mi también me gustó mucho.
El crítico parece pretender que el director la filme como él la hubiera filmado. Un despropósito frecuente.
Que querrá decir » demasiado limitado»?
Tuve la misma impresión cuando terminé de ver la película: completa despolitización de un hecho histórico de tales envergaduras. Me pareció un poco vacía la verdad la película.
REPRODUZCO PARCIALMENTE COMENTARIO QUE HICE EN EL PORTAL «OTROS CINES»
A Kenneth Branagh le tenía bastante respeto en sus primeras películas por la pasión que ponía en filmar textos de Shakespeare que, sin deslumbrar, llegaban al espectador y podían emocionar
Con el tiempo le fue picando el bichito del Oscar que nunca obtuvo y ahora parece soñar que se le puede abrir una chance con una película que navega a media agua entre la buena película que fue ROMA (2018) del mexicano Alfonso Cuarón y esa joya de John Boorman de 1987 que se llamó LA ESPERANZA Y LA GLORIA.
El gran problema que presenta BELFAST es su indefinición porque todo es a media agua.
Como película política es muy pobre la pintura de Belfast de 1969 y los enfrentamientos entre protestantes y católicos como si fuera un problema estrictamente religioso y no un problema político donde de la responsabilidad de Inglaterra no se dice nada.
Como una serie de viñetas sobre una familia que sobrevive en medio de un vecindario violento tiene algunos momentos tiernos como los que protagonizan los abuelos del protagonista Buddy de 9 años (buen debut del niño Jude Hill) que muy bien componen Judi Dench y Ciarán Hinds o en el principio de romance entre el niño y una niña de su edad.
Hacia el último tercio hay un atisbo de intentar profundizar con la dolorosa discusión entre partir o quedarse a vivir en ese infierno pero luego de dos tercios de película donde no pasa casi nada
Que la película está bien filmada, tiene una muy buena fotografía, una buena ambientación y una muy buena banda sonora no hay dudas pero con un guión tan flojo todo tiene sabor a poco (5/10)
El problema de algunos crìticos es que no aceptan que el director encare su pelìcula de manera distinta a la que a èllos les habrìa gustado o querido. Brannagh hizo una excelente pelìcula, con momentos muy emotivos y otros con ciertos diàlogos irònicos. La relaciòn del chico con los abuelos està mostrada de forma magistral. Las escenas de violencia estàn muy bien hechas, del mismo modo que como introduce secuencias de viejas pelìculas. La mùsica es excelente. ¡Ah!…pero como no se mete con la polìtica como le hubiera gustado al crìtico, la pelìcula no es buena. Sugiero a los crìticos que hablen de lo que el director filmò, no de lo que a èllos les hubiera gustado que el director filme. Y si no, que filmen èllos su propia pelìcula.
Parece que el crítico y yo vimos películas diferentes. Sus comparaciones con Roma, Amarcord y otros filmes me parecen totalmente desafortunadas. Por demás, ?qué importancia tiene que su director introduzca una pieza de Van Morrison que no haya sido compuesta en la época del film si lo que realmente importa es su conexión dramática con la secuencia ? En fin, su análisis se enfada con la propuesta de Branagh en lugar de intentar sentir y comprender. Si bien es cierto que el filme no resulta totalmente orginal, construye una historia emotiva, suficientemente cautivadora y auténtica como para merecer el respeto del espectador. Eso sí, no pretende dar lecciones de historia política.