Estrenos: crítica de «Justicieros», de Anders Thomas Jensen
Esta ingeniosa y muy divertida comedia de acción danesa, protagonizada por Mads Mikkelsen, se centra en un militar y un matemático que intentan resolver un atentado en el que murieron varias personas. ¿O fue un accidente?
Una película accesible, popular, entretenida y razonablemente inteligente, JUSTICIEROS es, más que cualquier otra cosa, una muy divertida y negrísima comedia acerca de la imposibilidad de controlar el caótico funcionamiento del mundo. Este film dirigido por el prolífico guionista danés de películas como HERMANO, DESPUES DEL CASAMIENTO y EN UN MUNDO MEJOR, de Susanne Bier, entre muchas otras, parece hacer una relectura en tono cómico de las coincidencias imposibles que suelen inundar sus guiones.
Aquí hay una conexión de hechos también completamente insólita y azarosa, pero el disparador del film es el caos que terminan armando aquellos que intentan darle alguna lógica a lo sucedido. Aquí, la teoría del caos se pone en movimiento cuando una niña pide para Navidad una bicicleta azul y, como el dueño de la bicicletería no tiene, manda a robar una. Al encontrarse sin su bicicleta (la robada), una adolescente y su madre deciden viajar en subte. Una vez allí, un hombre le deja a esa mujer su asiento y, segundos después, se produce un accidente tremendo en el que la madre –por estar ahí sentada– muere instantáneamente. ¿O fue un atentado?
Es cierto, no parece una comedia, pero el tono que Anders le da va por ese lado. El hombre que dejó libre ese asiento es Otto (Nikolaj Lie Kaas), un tipo que se dedica a crear algoritmos que deberían poder predecir o determinar comportamientos sociales y que acaba de ser echado por un importante cliente por producir resultados que no superan el sentido común. Tras lo sucedido en el subte, Otto se obsesiona por saber cómo se produjo ese accidente y, con la ayuda de un par de bizarros colaboradores y a partir de la información de que en ese tren viajaba un testigo importante de un caso contra una banda criminal, llega a la conclusión de que los jefes de un grupo de motoqueros, los «Riders of Justice», fueron los responsables. Pero la policía no le presta atención ya que, convengamos, sus cálculos de probabilidades bordean el absurdo.
Al que sí logran convencer del asunto es a Markus (Mads Mikkelsen), el viudo de la mujer fallecida, un duro y seco militar que ha vuelto del frente de batalla para estar con su hija adolescente en ese mal momento. Haciéndose pasar por terapeutas ante la chica –que le ha pedido a su padre que solicite ayuda para lidiar con el trauma–, los torpes investigadores terminan uniéndose a él con la intención de descubrir qué sucedió. Pero su primer encuentro con uno de estos gángsters es violento, termina mal y allí comienza lo que finalmente pasa a ser una guerra entre dos bandos. ¿Fueron los «Riders» los responsables del atentado? ¿Quién sabe? Quizás no, pero la rueda ya está girando y no se puede parar.
RIDERS OF JUSTICE –tal su título internacional– funciona como una mezcla de comedia a la italiana y thriller de acción en su combinación entre la simpática torpeza y los errores de los protagonistas y los eventos cada vez más violentos que se desarrollan a partir de eso. De a poco, Markus, Otto, Lennart (Lars Brygmann) y los demás van, a su modo, conformando una suerte de querible grupo de seres dañados que mediante bizarros cálculos de probabilidades que solo los convencen a ellos, tratan de poner orden en un mundo caótico. De alguna manera, tomando en cuenta las complicadas vidas de cada uno, queda claro que lo que intentan es darles un sentido, una lógica, a su propia existencia.
En su segunda mitad la película subirá su porción de violencia a niveles impensados, pero en ningún momento desaparece la sensación de absurdo que rodea a los hechos. Diálogos graciosos, situaciones ridículas y confusiones varias se apilan para generar el efecto contrario al que los protagonistas buscan, ya que su intención de resolver un asunto no hace más que generar otro, igual o más complicado y violento que el anterior. Aunque, quizás, la comunidad que armaron para encontrar esas respuestas termine siendo la verdadera solución.
En medio del humor y la acción, RIDERS OF JUSTICE intentará pensar en cómo muchas veces la gente funciona en base a realidades autogeneradas y puntos de partida absurdos que les hacen llegar a conclusiones ridículas. El grupo protagónico podría ser, digamos, terraplanista, creer en Qanon o poseer alguna otra convicción igualmente idiota, pero una vez que se han encaminado en su lógica interna es muy difícil sacarlos de ahí. Y Jensen da en la tecla del otro fuerte motivo por el que estos grupos existen y funcionan: la compañía que se dan para atravesar vidas traumáticas o profundas soledades, la sensación de solidaridad y apoyo que existe entre sus miembros. Los protagonistas del film pueden caernos simpáticos (lo son), pero en el mundo real serían de esas personas que entraron con bombas al Capitolio estadounidense creyendo que la elección que ganó Joe Biden en los Estados Unidos fue fraudulenta.
Se trata de una película con un guión tan redondo que uno imagina que ya varios estudios querrán hacer una remake en Estados Unidos (con el propio Mikkelsen, ¿por qué no?) sin cambiarle una coma. Tiene muy buenos personajes secundarios (el novio de la hija de Markus, un rehén ucraniano y el genial Emmenthaler), un humor ácido que funciona bien el 90 por ciento de las veces y una oposición perfecta entre la rudeza y sequedad de Mikkelsen y la tontuela bonhomía del resto. Todo eso genera una química única para que el producto avance sin trabas hasta un final que cierra el círculo con moño y todo.
Muy buena película,esperemos la secuela