Estrenos: crítica de «Punto rojo», de Nicanor Loreti
Un hombre espera en medio de un descampado completar un trabajo mafioso. A partir de lo que sucede ahí se va desenredando la complicada historia que cuenta este thriller policial argentino protagonizado por Demián Salomón, Moro Anghileri y Edgardo Castro.
La primera y larga escena (episodio, habría que decir) bien vale toda la película. Un tal «Ladilla» (Demián Salomón) está en algún punto de la provincia de Buenos Aires, sentado en un auto y esperando por alguien en medio de lo que parece ser un trabajito peligroso. Al mejor estilo Tarantino –ese que expande y expande la espera del momento de la acción y en ese tiempo se cuece lo más jugoso de sus films–, Loreti pone a su protagonista a responder preguntas en un concurso radial que da 200 mil pesos al que más sabe de la historia de Racing Club. Y mientras juega ese juego y recibe incómodos llamados que le dificultan participar se va revelando, por un lado, qué es lo que lo llevó ahí y, por otro, se topa con una sorpresa que le cae literalmente desde el cielo.
Contar más sería quizás entrar en un territorio de spoilers (aunque en un punto la trama pasa a ser un juego, una trampa un tanto absurda para mantener viva la tensión de las escenas), así que solo conviene decir que la historia irá atrás en el tiempo para ir revelando como el tal «Ladilla» llegó allí y su relación con los otros dos protagonistas de la trama: un tal Nesquik (Edgardo Castro), involucrado de una manera un tanto enigmática en el asunto, y una militarizada mujer (Moro Anghileri), que parece venir a poner algo de mano dura en medio de la caótica situación.
Hay una segunda larga secuencia que transcurre en un garage unas horas antes (otro recurso tarantinesco, el de usar los tiempos de modo inverso) en la que la tensión y el suspenso de cómo irán girando las cosas es creciente, pero luego PUNTO ROJO empieza a girar un tanto en falso, desentendiéndose de cualquier lógica y empezando a volverse una novela gráfica en movimiento en la cual el interés pasa más por la acción en sí y por el absurdo de ciertas secuencias que por cualquier grado de coherencia interna en el relato.
Aún ahí, cuando ya la película es un vale todo, Loreti logra armar secuencias impactantes, algo particularmente meritorio tomando en cuenta que se trata de un film que tiene un par de locaciones y una mínima cantidad de actores y que fue filmado en plena pandemia. Con poquísimos recursos y mucho ingenio para la puesta en escena y el uso de la tensión y el suspenso, PUNTO ROJO demuestra la habilidad del realizador de KRYPTONITA como narrador audiovisual. De haber tenido un guión con una lógica interna un poco más férrea (no plausible, ya que acá nada lo es, pero sí menos derivativo) podría haberse tratado de una gran película. Así, de todos modos, es un entretenido y por momentos muy gracioso ejercicio de estilo.