Series: reseña de «Julia: Episodios 1-3», de Daniel Goldfarb (HBO Max)

Series: reseña de «Julia: Episodios 1-3», de Daniel Goldfarb (HBO Max)

Esta serie que estrenó HBO Max el 31 de marzo se centra en la vida personal y profesional de Julia Child, la chef que, en los años ’60, popularizó la cocina francesa en los Estados Unidos y la que ayudó a crear el género de los programas de cocina.

Los que vieron JULIE & JULIA, la película de 2009 protagonizada por Amy Adams y Meryl Streep, seguramente recordarán muy bien a Julia Child, la chef estadounidense que, en los años ’60, popularizó la cocina francesa en ese país gracias a un libro de recetas y a un exitoso programa de televisión que, prácticamente, inauguró ese género para el medio. A fines del año pasado, además, se estrenó un documental, titulado también JULIA, que se centraba más específicamente en la vida de Child. Y ahora HBO Max estrena la tercera pata de este desembarco culinario con JULIA como serie de ficción inspirada en la vida de la célebre dama.

Creada por Daniel Goldfarb, productor de THE MARVELOUS MS. MAISEL –una serie con la que tiene varios puntos temáticos en común, además de compartir la época–, JULIA arranca ya cuando Child promedia los 50 años, es una excelente cocinera y acaba de publicar un exitoso libro, con dos colegas, sobre cocina francesa, inspirada en lo que aprendió en los años que vivió en ese país junto a su marido Paul, diplomático.

Las cosas, sin embargo, no van del todo bien para ellos. El perdió su trabajo y, casi retirado, se dedica a pintar, más como hobby que como profesión. Y ella acaba de entrar en la menopausia y su ilusión aparente de ser madre ha quedado en el camino. Es por eso que un día, cuando la invitan a la estación de TV pública de Boston para presentar su libro, Julia no tiene mejor idea que ponerse a cocinar un omelet en vivo, en el programa literario en cuestión, sorprendiendo a todos allí.

La ocurrencia es un éxito y Child les propone hacer un programa con eso, pero la mayoría de los productores de este canal –al que consideran un medio educativo y cultural– creen que la cocina es algo que no está a la altura de su programación y le dicen que no. Julia, gracias a las regalías de su exitoso libro, decide pagar ella misma el piloto del programa («The French Chef«) y buena parte de los dos de los tres episodios ya estrenados en HBO Max se irán en los preparativos, nervios, errores, problemas y otras complicaciones de esa grabación.

Interpretada por la actriz británica Sarah Lancashire en una simpática y hasta pícara caracterización que está a mitad de camino entre la original y la de Streep, Julia es una mujer que no posee los estándares que la machista televisión de la época (bah, de todas las épocas) busca: es una señora de 50 un tanto aparatosa que habla, además, con un exagerado acento casi inglés, y los hombres del canal se burlan de ella. No tiene, además, ninguna experiencia en el medio, por lo que hacer ese piloto se vuelve un caos.

Tiene, de todos modos, varios aliados. Con sus peculiaridades y sus modos un tanto snobs, su marido Paul (David Hyde Pierce) la quiere y la apoya en (casi) todo. Y están ahí, además, su editora literaria (la famosa Judith Jones, encarnada por Fiona Glascott), su amiga Avis (Bebe Neuwirth) y Alice (Brittany Bradford), una productora afroamericana del canal que es la única allí adentro que confía en ella y en el programa.

Si bien por momentos algunas de las oposiciones presentadas son un tanto simplistas y armadas en función de transformar a Child en un ícono feminista (salvo su marido, todos los hombres en la serie son, por ahora al menos, tipos bastante despreciables), JULIA captura muy bien una época de cambios culturales y sociales (es 1961-1962) en los que las mujeres iban empezando a luchar por tener más espacio e independencia en un mundo laboral que casi no las tenía en cuenta. Y algo similar pasa en el terreno racial con el personaje de Alice, doblemente marginada.

Un poco MAISEL, un poco MAD MEN, pero siempre dentro del registro de la comedia dramática un tanto más amable y tierna (menos claramente cómica que la primera y jamás tan oscura como la segunda), JULIA puede ser un poco más obvia y menos sutil que aquellas a la hora de mostrar esos cambios sociales y culturales –algo que sucede cada vez más a partir de las relecturas «políticamente correctas» del pasado–, pero lo principal de la serie no pasa por ahí sino por seguir los pasos personales y profesionales de la cocinera que transformó una cocina que se consideraba compleja y sofisticada en algo que cualquier ama de casa norteamericana podía preparar.

Y, claro, un fuerte peso lo tiene la comida en sí. No aprenderán necesariamente a cocinar viendo JULIA pero no se recomienda ver el show con el estómago vacío y sin nada en la heladera. La serie hace hincapié en mostrar las preparaciones con lujo de detalle (cada episodio tiene el nombre de un plato), como si fuera un verdadero programa de cocina; y en ese sentido funciona muy bien. La propia factura del show tiene algo similar a lo que Child hace: es una versión «accesible» de algo supuestamente prestigioso.

Ni Julia ni los productores de su show televisivo sabían, al hacerlo, que estaban fundando un formato audiovisual que explotó por todos lados en las décadas posteriores (televisión, cine, YouTube, Instagram, TikTok, etcétera), pero los de esta serie sí lo saben. Y lo aprovechan. Para ese público –el que lo ve, o quisiera poder verlo, con una copa de Chardonnay y un foie gras, el buceador de recetas de cocina– también existe JULIA.



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