Series: reseña de «Minx: Episodios 1-4», de Ellen Rapoport (HBO Max)
Esta divertida comedia se centra en la historia de la creación de una revista feminista porno a principios de los años ’70. Con Ophelia Lovibond y Jake Johnson. Estreno de HBO Max.
No es un caso real pero bien podría serlo. La historia de MINX, una serie centrada en una ficticia revista feminista porno de los años ’70, bien podría haber sucedido en los Estados Unidos de esos años. Era una época en la que esos materiales estaban surgiendo en relación al crecimiento de la ola feminista de esa década. Y el mundo que la serie describe es –dentro de las exageraciones propias de una propuesta que va por el lado de la comedia– bastante creíble y similar al de otras películas y series que trataron temas parecidos.
Lo que la hace peculiar es su enfoque, si se quiere, de «pez fuera del agua». Digamos que Joyce (la actriz británica Ophelia Lovibond) no tenía entre sus planes hacer una revista porno. Más bien, todo lo contrario. Su plan original era el de un medio radical, de lucha feminista, con artículos duros y académicos, con textos suyos y de importantes firmas. ¿Su nombre? The Matriarchy Awakens («El matriarcado despierta«). Pero no conseguía a ninguna editorial interesada en publicarla.
En una feria de editores se topa con Doug (el inefable Jake Johnson), que es responsable de una editorial que se ocupa de pornografía masculina, tradicional. Los dos se ponen a hablar casualmente en la fila de entrada y se vuelven a topar al cierre de la feria. Para sorpresa de Joyce, Doug demuestra interés en su producto. Solo que le pide hacer algunas «concesiones». ¿Cuáles? Bueno, en principio, un modelo masculino desnudo en un desplegable central.
A Joyce la idea de trabajar para una editorial así, que «objetiviza y perpetúa la mirada patriarcal sobre la mujer» le parece lo menos. Y poner un tipo desnudo, peor. Ella –tan universitaria, prolija y tapada hasta el cuello– no se siente del todo cómoda, tampoco, con el universo que rodea a Doug. Pero un poco por necesidad (son los únicos que quieren publicarla) y otro poco entendiendo que hay algo radical en la propuesta también, empieza a jugar el juego. Con dudas, idas y vueltas, arrepentimientos y vueltas a empezar, se convierte en la editora de la revista Minx.
Los cuatro episodios de la serie exhibidos hasta ahora van y vienen en esa danza entre el medio y el mensaje, entre lo que la mujer quiere decir y lo que la publicación necesita traducir a sus potenciales lectores. Es una negociación constante entre dos mundos muy distintos y por el momento parece claro que la editorial está bastante más avanzada en algunas cosas que ella. Solo que necesitan un lenguaje más claro, más directo y… tipos en pelotas.
MINX podría ser un combo de series como GLOW, THE DEUCE, MRS. AMERICA, películas como BOOGIE NIGHTS y otras que han contado los desarrollos de la sexualidad, la pornografía y el feminismo en los años ’70. Pero lejos está de tomarse muy en serio a sí misma. Sus diálogos y situaciones son de comedia franca y si bien eso por momentos banaliza un poco lo que cuenta, responde a la perfección a la trama de la historia: si se quiere atraer a un gran público con asuntos serios como los que plantea Joyce hay que dárselos envueltos en una capa de entretenimiento accesible.
Eso sí: no se trata de un entretenimiento para toda la familia, o al menos no para niños. La serie tiene más desnudos masculinos que el 90% de la producción hollywoodense y están usados de manera muy graciosa, especialmente en función del shock de la sexualmente bastante mojigata protagonista, más que desconcertada en medio de una editorial en la que trabajan personajes para ella estrafalarios. Pero de a poco ese choque de culturas va dando paso a un entendimiento, ya que Joyce advierte que los enemigos reales están en otro lado. Eso era así entonces y sigue siendo así ahora.